Por Alba Luz Mora
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Si el control de la natalidad en épocas pasadas fue condenado por muchas instituciones del mundo, hoy lo vemos como una legítima y justa decisión urgida por las circunstancias, porque engendrar vida no debería reducirse a un acto meramente biológico |
El reconocimiento del Papa Benedicto XVI de que el uso del preservativo es justificable moralmente en ciertas ocasiones para luchar contra el Sida, no sólo es válida para la prostitución masculina y homosexual, sino también para los heterosexuales y transexuales en general, que hoy protagonizan un libre y hasta irresponsable ejercicio de la sexualidad, cuya consecuencia es el descontrolado crecimiento poblacional, especialmente entre los grupos marginados y mas pobres, el avance de enfermedades incurable, cuyos gobiernos no tienen capacidad de satisfacer todas las demandas por la baja capacidad económica y de infraestructura. Prueba de ello son los desniveles que acusan los cuadros demográficos en todas las regiones, sobre todo en rubros como salud, educación, alimentación, vivienda, comunicación. Y si en esta última década las políticas estatales no han logrado avanzar como se esperaba, el analizar el impresionante aumento de la población infantil y adolescente en todos los continentes hay que concluir que las medidas a tomarse deben ser racionales y necesarias para contrarrestar esos desniveles. Si el control de la natalidad en épocas |
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pasadas fue condenado por muchas instituciones del mundo, hoy lo vemos como una legítima y justa decisión urgida por las circunstancias, porque engendrar vida no debería reducirse a un acto meramente biológico sino al ejercicio consciente del mecanismo de la reproducción, cuyo último fin sería equilibrar la calidad de vida en el mundo. |