Enero tiene connotaciones especiales para el periodismo nacional y de Cuenca: el 5 de enero de 1792 Eugenio Espejo sacó a luz Primicias de la Cultura de Quito, primer periódico del Ecuador. Y el 13 de enero de 1828 Vicente Solano El Eco del Azuay, primer periódico de Cuenca.
Estas conmemoraciones tienen hoy de trasfondo el tema de la Ley de Comunicación, con polémicas como ley alguna ha levantado nunca: los medios de comunicación no dejan de ser un poder y con espíritu de cuerpo que trasciende a lo internacional, buscan "llevar el agua a su molino".
La posición es comprensible, cuando están en medio la defensa de la libertad de expresión y los intereses vinculados al mercado. La prensa, la televisión y las radios cumplen una valiosa función de interés público y son, a la vez, empresas de lucro. Estos ingredientes €“libertad de expresión e intereses empresariales-, embrollan el proyecto de Ley, con declaraciones, conflictos, ingerencias políticas, que eluden tan sencilla realidad con debates que no ameritarían si los involucrados lo trataran en su real dimensión.
Es necesaria una normatividad dentro la cual se cumpla responsablemente la comunicación, a la que tienen derecho todos los ciudadanos. La propia Constitución prevé las acciones a las que están expuestos todos €“los periodistas y los medios en este caso- si contravienen la normatividad.
La polémica puede ser saludable si acaba en puntos de acuerdo para crear una ley que permita a los periodistas y a los medios cumplir con eficacia y responsabilidad sus obligaciones e impida la ingerencia oficial atentatoria contra la libertad de expresión. No hay mucho en que perderse en el camino, si se aborda el tema con sensatez y buena voluntad.
El Gobierno ha monopolizado varios medios y sería saludable que den ejemplo de cómo ejercer el periodismo: con independencia, con libertad, con profesionalismo. Que sean modelos a emular por otros medios, en competencia de servicio a la sociedad y no en función de intereses económicos, políticos o ideológicos.
Es necesario que sin prisa, con serenidad y patriotismo, la Ley de Comunicación sea pensada, redactada, discutida y aprobada con la aceptación de los sectores aptos para crear un cuerpo saludable que beneficie al país, sin ignorar que la Comunicación es un campo en el que, como otros, son necesarios cambios para enmendar falencias arrastradas en el ejercicio periodístico del Ecuador, como se vuelve necesario preservar los méritos rescatables del quehacer periodístico actual y del pasado.

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