Por Marco Tello

 

Marco Tello
El franquismo victorioso no lo perdonó. El poeta debía morir porque era culpable de haber contribuido a lanzar a las masas contra la invasión fascista. Que no me pase lo que a García Lorca, alcanzó a decir a sus captores. Entre tanto, los intelectuales inquisidores dieron con "El hombre acecha", poemario que acababa de imprimirse, y ordenaron su destrucción, aunque el gesto de odio no llegó a prevalecer

 

 

 

Nació el 30 de octubre de1910, hace un siglo, y murió en la cárcel el 28 de marzo de 1942, consumido por la tuberculosis. Se cuenta que los carceleros no pudieron cerrarle los ojos, y el joven poeta nos quedó mirando para siempre, desde su hondura:


"Seré una sola y dilatada herida
hasta que dilatadamente sea
un cadáver de espuma: viento y nada".


Había compuesto los primeros versos bajo el sol y el viento, a la vista del campo, mientras pastoreaba cabras en su pueblo natal, Orihuela. Góngora le había enseñado tempranamente a mirar la realidad a la luz de la metáfora:

"Resuelta en claustro viento esbelto pace,
oasis de beldad a toda vela,
con gargantilla de oro en la garganta:
fundada en ti se iza la sierpe, y canta". (Palmera)


La inclinación literaria había congregado en Orihuela a un grupo de jóvenes; entre ellos, a Ramón Sijé, muerto en 1935, y evocado por Hernández, amigo entrañable, en unos tercetos encadenados por la rima y también por el llanto, difíciles de recitar sin que se quiebre la voz:

"Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano".

 

Entre las primeras víctimas del odio, a comienzos     de     la     guerra   civil,   cayó

 

asesinado  Federico García Lorca, otro de los grandes amigos:

"Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama".

Instalado en Madrid, Hernández había conseguido un empleo afín a sus afanes, lo que le relacionó estrechamente con artistas y literatos de la generación, Maruja Mallo, Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, cuya influencia inclinó al poeta hacia lo telúrico:

"A la vuelta de ti, mientras cantas y estragas
como una catarata que ha pasado
por entrañas de aceros y mercurios,
en tanto que demuestras desangrándote
lo puro que es soltar las riendas a las venas,
y veo entre nosotros coincidencias de barro,
referencias de ríos que dan vértigo y miedo porque son destructoras, casi rayos,
sus corrientes que todo lo arrebatan;"

En 1937, la guerra enardece el corazón del poeta. Llamado por su vocación de hombre libre, se enroló voluntariamente como soldado en la quinta división de la República española. Y su voz se hizo canto y llamarada:

"Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta". ( €¦)

"Cantando espero la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas".
Miguel HernándezEl ritmo fluye apasionado, combativo. Movida por el entusiasmo lírico, toda la generación rebelde hace suyas las estrofas en la calle, en la trinchera. Más tarde, en otro tiempo aciago, la juventud latinoamericana volverá a vibrar en los años setenta con la música arrancada a sus versos de fuego.

Pero el franquismo victorioso no lo perdonó. El poeta debía morir porque era culpable de haber contribuido a lanzar a las masas contra la invasión fascista. Que no me pase lo que a García Lorca, alcanzó a decir a sus captores. Entre tanto, los intelectuales inquisidores dieron con "El hombre acecha", poemario que acababa de imprimirse, y ordenaron su destrucción, aunque el gesto de odio no llegó a prevalecer:

"Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida".

Condenado a muerte en 1940, la gestión desesperada de sus grandes amigos presionó sobre los jueces verdugos para que le  conmutaran la pena capital por treinta años de prisión. Pero daba casi lo mismo. En 1941 fue trasladado a la cárcel de Alicante y al año siguiente le dejaron morir de enfermedad. En Alicante descansan sus huesos. Junto a él, el hijo y Josefina Manresa, la fuente inagotable de su inspiración:

"Morena de altas torres, alta luz, altos ojos,
esposa de mi piel, gran trago de mi vida,
tus pechos locos crecen hacia mí dando saltos
de cierva concebida".

Ella falleció a los 71 años, el 21 de febrero de 1987, al cabo de casi medio siglo de viudez consagrada a cultivar la memoria del esposo y a ondear su bandera de ritmos:

"Aquí estoy para vivir
mientras el alma me suene,
y aquí estoy para morir,
cuando la hora me llegue,
en los veneros del pueblo
desde ahora y desde siempre.
Varios tragos es la vida
y un solo trago la muerte".

A los cien años del nacimiento, Miguel Hernández ha sido reivindicado oficialmente por la moderna España, aunque él nunca haya perdido vigencia como una voz esencial de su historia, como lo intuyó el poeta poco antes de morir:

"Pero no moriremos. Fue tan cálidamente
consumada la vida como el sol, su mirada.
No es posible perdernos. Somos plena simiente.
Y la muerte ha quedado, con los dos, fecundada".

Miguel Hernández ha sido reivindicado oficialmente por la moderna España, aunque él nunca haya perdido vigencia como una voz esencial de su historia, como lo intuyó el poeta poco antes de morir.

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