Un cura europeo, camino a los ochenta, cuenta sus experiencias rurales ecuatorianas y habla también de temas actuales con una visión moderna y sentido crítico

 

El trajín por senderos montaraces para catequizar a los indios del Cañar atrofió las piernas de Laudelino Quijada, que próximo a los ochenta, alterna el bastón, la silla de ruedas o el andador de tubos metálicos para moverse como dentro de una jaula por la casa.
La lucidez del hombre que parla sin descanso compensa las penurias del andariego cuyo cuerpo apenas obedece a la energía que lleva por dentro. "Yo acepté con alegría cuando el Prefecto de Escolapios en Oviedo, España, me propuso fundar la primera misión de la congregación en América", dice el viejo religioso que este 27 de mayo cumple 54 años de ordenación como sacerdote.
El 16 de noviembre de 1964 llegó a Cañar y creyó haber retrocedido más de un siglo en el pasado. No había energía eléctrica, agua potable, ni carreteras, apenas caminos de herradura para remontarse a Lluillán, Siticar, Chorocopte, Nar, Quilloac y otros caseríos de nombres quichuas por los que transitó hasta 1985 para enseñar la doctrina cristiana, administrar sacramentos, crear escuelas y promover obras sociales.
Lo que más le ha satisfecho es el trabajo educativo, creando escuelas rurales como enganche para la misión evangelizadora. En la cabecera cantonal fundó el Colegio Agronómico Calazans dos años después de llegar al lugar y tras trámites engorrosos para legalizar su funcionamiento como plantel gratuito, del que ejerció el rectorado por 16 años luego de nacionalizarse ecuatoriano en 1969, en el  gobierno de Velasco Ibarra.
Fueron años difíciles de compartir miserias con los campesinos, al punto que casi vio morir sus proyectos sin apoyo económico de las instituciones públicas cuando había iniciado la construcción del edificio del colegio y debió inmiscuirse además en conflictos por la aplicación de la Reforma Agraria. El Centro de Reconversión Económica, presidido por Enrique Arízaga Toral, apoyó su gestión asignando 15 hectáreas para programas agropecuarios del Plantel.
La docencia y la catequesis las alternó con el liderazgo social en tiempos de las huelgas indígenas más radicales de la provincia, para defender territorios en disputa con el Guayas o reclamar la falta de carreteras. Fue una frustración colectiva cuando los intereses económicos de hacendados de la zona costanera lograron cercenar el cantón Boca de los Sapos de la jurisdicción cañareja, cambiándole hasta el nombre, para llamarlo El Triunfo por la vanidad velasquista de perpetuar la acumulación de votos gracias a las demagogias electorales.
Las comunidades indígenas, a cuya organización dedicó esfuerzos con el apoyo del cura José María Iglesias, acogieron sus iniciativas, frente a la adversidad de terratenientes y tradicionales explotadores de los indios que influyeron ante superiores de su comunidad para alejarlo del lugar: en 1985 renunció a la comunidad Calasanz y se presentó en Cuenca ante el arzobispo Alberto Luna Tobar, para ponerse a sus órdenes como sacerdote diocesano.
Entonces el cura Quijada fue a parar de párroco en El Vergel, luego en Checa y también como profesor de religión y sicología en la Universidad del Azuay, hasta jubilarse en 1995, ya cansado y con problemas de salud que se le han ido complicando hasta recluirlo en la vida particular en una casa adquirida con ayuda de familiares de España en el barrio Juan Pablo II, al oriente de Cuenca, en cuyo templo oficia celebraciones religiosas.
Es grato con el Ecuador por  haberle acogido para cumplir la vocación religiosa a la que ha sido fiel desde que a la edad de 12 años ingresó al seminario para formarse sacerdote. Las experiencias buenas o malas le han fortalecido y cree que sin merecerlo fue condecorado por el Ministerio de Educación en el gobierno de Oswaldo Hurtado y por el Congreso Nacional, cuando se cumplieron cuarenta años de la presencia de la Comunidad de San José de Calasanz en América, en el cantón ecuatoriano de Cañar.
Los años ni las limitaciones físicas deprimen al viejo cura cuyas facciones tersas ocultan la columna de años sobre las espaldas. No falta en su conversación el recuerdo de los tiempos en los que jugaba fútbol €“prefería el arco y la defensa- y peor las anécdotas de compartir la vida con los indígenas del Cañar, frecuentando sus chozas y celebrando misa en parajes improvisados donde ni siquiera había templos.
Desde que vino a América en 1964, por tres o cuatro veces ha ido de visitar a los familiares en España. Pero ya no volverá más, pues ha decidido dejar sus huesos en el Ecuador. "Yo no vi morir a mis padres ni a tres de los siete hermanos, entre los que yo soy el cuarto, con tres por delante y tres por detrás: Abilio es sacerdote de la comunidad Calazans, con quien me ordené el mismo día,  hace 54 años", dice.
Y recuerda que en Palencia, su provincia nativa, hay los nombres más raros de España.

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En mayo de 2002 el padre Laudelino Quijada celebraba misa, cuando escuchó fuera del templo de Checa detonaciones inusuales al momento de leer el Evangelio: no eran petardos, sino balas.
El bullicio y los gritos de alarma confirmaron que ocurría un grave altercado, con un muerto de por medio: un grupo de extraños había llegado al lugar con ánimos de venganza por problemas de amores y traiciones. Los vecinos, enardecidos, incendiaron el vehículo de los intrusos y el escándalo adquirió graves proporciones.
El incidente aprovecharon adversarios del sacerdote para echarle culpas en la reacción del populacho y del proceso jurídico salió una sentencia de prisión que tuvo que cumplirla a domicilio, por los atenuantes de la edad. "Es una de mis malas e injustas experiencias", recuerda.
El caso sirve para llevar la conversación por otros rumbos. "En temas que involucran cuestiones de la iglesia y de los sacerdotes yo prefiero ver, oír y callar", dice, sin ocultar una posición crítica frente a hechos de actualidad en el país y en el mundo.
Por estos días se ha exhibido en el Ecuador una imagen yacente de san Juan Bosco, con los ornamentos de las celebraciones sacramentales, y se afirma que la mano y el brazo derecho son auténticos: "Es una manera forzada de aparentar con el cuerpo del santo una espiritualidad forzada, es falta de respeto a lo sagrado, es pobreza espiritual", resume su criterio.
También por estos días los medios difunden escándalos de pedofilia de obispos y curas: "No es un problema de la Iglesia Católica, también ocurre entre Testigos de Jehová o los Evangélicos, donde hay además quienes tienen varias mujeres a la vez. Pero la Iglesia Católica siempre ha sido perseguida, de eso se trata €¦ Además, por casos puntuales de religiosos que cometen debilidades, no debe generalizarse a la Iglesia entera".
Y del celibato, qué opina del celibato: "Hace tiempos debió abrirse la mano de la Iglesia sobre el tema. Cristo nunca habló de celibato ni se sabe si los apóstoles fueron solteros o casados, excepto San Pablo, que propugna el celibato. El matrimonio puede ayudar a cumplir mejor la función de los sacerdotes €¦ pero mientras no sea permitido, yo a la vez que moderno, soy conservador en mi pensamiento".
El padre Fernando Vega, que contrariando la posición de la Iglesia fue a dar de legislador, ha sido objeto de sanciones y críticas: "Yo he mirado bien que la Iglesia tenga un representante para defender en las instancias públicas los intereses de la comunidad y cumplir la misión de ayudar a los pobres".
Sobre el matrimonio homosexual, el viejo cura es lacónico y terminante: "Es una aberración, pero respeto. Si esas parejas así son felices, nadie puede quitarles el derecho a serlo. Están en su mundo". Recuerda, además, con sarcasmo, las campañas contra la nueva Constitución de quienes €“incluidos ciertos religiosos- pregonaron que fomentaba el aborto y la homosexualidad: "mentira, mucho se ha mentido con fines políticos".
No falta el criterio sobre el gobierno del Ecuador: "Es absurdo oponerse porque sí a quien ganó democráticamente la Presidencia. Hay que dejarlo trabajar. Sería absurdo que un sacerdote fuera en contra de su obispo. Hay que respetar a la autoridad. La voz del pueblo es voz de Dios. Yo creo que es el mejor Presidente en todo el tiempo que vivo en este país: nunca hubo tantos cambios como ahora. Los padres de familia ya no necesitan mandar con fiambre a sus hijos a la escuela ni gastar su plata en útiles. Miremos la vialidad. Han nacido esperanzas de un país mejor", comenta.

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