Por Julio Carpio Vintimilla

 

Julio Carpio Vintimilla

Pocas familias poseían una refrigeradora; y   las amas de casa solían ubicarla €“ para que la vieran las visitas €“ en el comedor, no en la cocina El agua potable no llegaba ni siquiera a los hogares de la periferia En cambio, hoy ¡Qué diferencia!   ¡Hemos progresado, verdaderamente! Quién no quiera verlo, es un pesimista incurable, un cegato social, un prejuiciado ideológico; uno de aquellos que creen que todo tiempo presente es malo

En la década de los cincuenta, muchos indígenas de la Sierra del Ecuador andaban descalzos. Y, algunos de ellos, producían unos pocos huevos de gallina; y   los vendían, para comprar fideos   La clase alta serrana €“ hacendados, patrones, gamonales, pelucones; como se quiera llamarlos €“ era católica, conservadora y   aristocratizante; pero, al mismo tiempo, era austera en su forma de vida. No había una clase media, por supuesto. Los automóviles de Cuenca sumaban, en total, sólo unas pocas decenas. Los teléfonos de esta ciudad €“ una destacada mejora local, en aquel entonces €“ estaban al alcance de apenas unos centenares de familias. Pocas, de ellas, poseían una refrigeradora; y   las amas de casa solían ubicarla €“ para que la vieran las visitas €“ en el comedor, no en la cocina El agua potable no llegaba ni siquiera a los hogares de la periferia de la austral ciudad En cambio, hoy ¡Qué diferencia!   ¡Hemos progresado, verdaderamente! Quién no quiera verlo, es un pesimista incurable, un cegato social, un prejuiciado ideológico; uno de aquellos que creen que todo tiempo presente es malo

(Hemos encontrado material de ésta, y   semejante especie, en la prensa ecuatoriana de los últimos meses.) Bien, he ahí algunos datos verdaderos, curiosos, anecdóticos; y, de yapa, una conclusión arrasadora. ¿Conformes?   Algunos, sí. Pero, nosotros tenemos nuestras dudas.
De los caminos de herradura a las modernas vías, un gran cambio en la trasnportación ecuatoriana.

A ver. Aquí, un puntito de procedimiento. ¿Son necesarias estas comparaciones colectivas? Creemos que sí. ¿Por qué?   Pues, porque las comparaciones €“ aunque algunas sean odiosas €“ muestran, revelan; y   enseñan. (En el fondo, la correspondiente preocupación tiene que ver con el cambio social: cuánto y   cómo hemos cambiado.) Y eso es útil. Nos gustaría, a propósito, que "al rendir cuentas", el Presidente Correa nos diga: En Agosto del 2009, había, en el Ecuador, 7.120 kilómetros de carreteras asfaltadas. Hoy, en el mismo mes del 2010, tenemos 7849 kilómetros. Hemos agregado unos dos kilómetros de asfalto por día. Nos gustaría que se presenten, de la misma manera, las cifras de las escuelas, de las fábricas, de los hoteles Y la Central Hidroeléctrica Coca ha progresado un 15 por ciento en su construcción Y, así, por el estilo. Bueno, soñar no cuesta nada.

Volvamos a nuestro tema. ¿Por qué no estamos convencidos?   Argumentos. En primer lugar, por una razón situacional. Si, en una agradable sobremesa, -- tomándonos un pisco sauer sabroso y   sedante --   salen estos temas Vaya, vaya; no vamos nosotros a convertirnos en profesores de Metodología de la Investigación (Cuando más expresaremos un "sí, pero ", en forma de una duda cortés.)   Pero, ¿qué tal si estas comparaciones se hacen en la cátedra, en una conferencia, en los artículos de opinión de los diarios? ¿No se requiere, en estos ambientes, un poco más de formalidad, de seriedad, de profesionalidad?   Claro, desde luego. Una cosa es la conversación amistosa, cordial y   casual. Y otra, muy distinta, la opinión fundamentada, el razonamiento sólido, el análisis consistente
Cada cosa en su sitio y   en su momento. Segundo: Por la misma sencilla razón de los optimistas. Es que €“ con su óptica €“ el asunto puede darse vuelta; y   por completo. Pruebas. En 1930, teníamos solamente unos setecientos kilómetros de rieles en el país. Pero, los ferrocarriles andaban. Y andaban bien En la década de los cincuenta, producíamos todo el trigo y   la cebada que consumíamos. Hace exactamente un siglo, estábamos gobernados por Leonidas Plaza Gutiérrez; el Primer Placismo. (Eso significa que estábamos pasando €“ afortunadamente €“ del liberalismo alfarista jacobino a otro mucho más moderado y   tolerante. Que nos trajo €“ digámoslo, al pasar €“ unos buenos veinte años de estabilidad política.)   En cambio, hoy Tenemos un sistema vial casi pésimo. Importamos todo el trigo   y   la cebada que consumimos. Y vamos avanzando €“ malamente €“ en la consolidación de un populismo muy dictatorial   y   de tendencias totalitarias Estamos, pues, peor que antes. ¡No hay nada que hacer! ¿Convencidos y   conformes? Algunos, sí.   Nosotros, tampoco.

¿Quiénes se equivocan?   Nosotros creemos que los dos grupos de opinantes. ¿Y cuál es la causa de sus grandes errores apreciativos?   Pues, el buen tuntún ; los criterios empleados. No es esa la forma de juzgar. Es otra. Queremos decir que los criterios que se usen   deben ser suficientemente idóneos, estrictos y   adecuados. Una cuestión, naturalmente, de buen   pensar, de sensatez,   de método. (Algo que, para muchos, incluso bien educados, resulta difícil ) Ejemplo pertinente: el periodismo de investigación. (Averiguar sobre los negocios de Fabricio Correa está bien. Pero, no basta Hay que ampliar bastante el necesario y   útil trabajo.) ¿Qué tal, entonces, si a un periodista se le ocurre resumir y   actualizar el tema de la agricultura ecuatoriana? (Origen, evolución histórica, cultivos de la Sierra y   la   Costa, cacao, banano, ganadería, camarones, rosas, reforestación, agroindustria...)   Tendría, desde luego, que revisar la bibliografía básica del asunto; y, a continuación, debería hablar con los productores, los técnicos y   los conocedores. Si lo hace bien, ya está. En su informe, tendremos la evaluación periodística de un sector de la economía nacional. Y, así, procederemos con muchos sectores distintos: vialidad, artesanías, deportes, migraciones En cierto momento, habremos comparado bien los antes y   los después de muchas actividades.   Avanzando, habría que trabajar en forma relativa. Es decir, comparar las situaciones pasadas y actuales del país con las de otros países. Y, así, llegaríamos, por fin, a criterios   sólidos, compendiadores   y   demostrativos como el moderno índice de desarrollo humano. (Ingreso   per capita   +   educación   +   expectativa de vida.) Bien, sólo   de este modo, superaremos la fácil sobremesa y   el rutinario opinionismo; y, lo que puede ser peor, -- y, hasta, castigable en la justicia €“ la mala práctica profesional ( ¿Qué tal si alguien se anima a demandarle a un diario por vender caro un producto de baja calidad?   Simple y   auténtica defensa del consumidor. El periódico es una empresa. Y el periodismo, una profesión. No es una afición, un trabajo ocasional, un pasatiempo, una frivolidad. O, directamente, no debería serlo )

En conclusión, ¿hemos progresado?   Si se trata de cosas tan simples como el número de campesinos calzados, sí.   Seguro.   Si vemos el asunto con el ojo del buen cubero, podemos contentarnos con un muy genérico y   laxo: Bueno, bueno, siempre se gana y   se pierde algo A otra cosa. Tratándose, en cambio,   de algo más extenso, complejo e importante €“ como la política, la economía, el desarrollo social o   la educación nacionales €“ y   de lograr resultados más finos y   confiables, no lo sabemos No sabemos distinguir y   sopesar No sabemos procesar No sabemos precisar No sabemos, pues, averiguar Por desgracia Entonces, tendremos que esperar que se hagan las investigaciones pertinentes y   necesarias. En otras palabras,   tendremos que esperar que los titulados de nuestras Ciencias Sociales sean lo suficientemente competentes, lo suficientemente serios y   lo suficientemente laboriosos. ¿Se nos irá la vida en la espera?


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