Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Quienes no vivieron los afanes de la década de los años 70 desconocen que ese mismo proyecto ya fue discutido hasta la saciedad y quedó archivado con la mayoría de consideraciones que imposibilitaron su aprobación. Que ahora algunas asambleístas aparezcan como reivindicadoras de las de su género es otra forma de manipular la opinión pública. 
 
 
 
 

 

Cuando el año 1975 fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas como “El Año Internacional de la Mujer”, todas las organizaciones de mujeres existentes en nuestro país - como La Unión de Mujeres del Ecuador,UME; el Comité Ecuatoriano de Cooperación con el Año Internacional de la Mujer, CECIM; la Federación Nacional de Mujeres Profesionales y de Negocios, FEMNYP, las voluntarias agrupadas en SEGESVOL  y otras entidades- plantearon al Congreso Nacional el proyecto de Jubilación Especial para la mujer a los 25 años de servicio sin límite de edad. Esto ocasionó la socialización de la propuesta y una primera y exhaustiva discusión.
 
Las auspiciantes consideraban que la mujer estaba sometida a una doble y agotadora jornada de trabajo entre su oficina y los quehaceres domésticos, y que le era fundamental la atención de sus hijos. La proposición llegó en un momento que aún no se admitía abiertamente la incursión de las mujeres en todas las carreras profesionales y oficios, en un ambiente todavía prejuiciado y hasta muy conservador.
 
Después de la emblemática década de los años 70 la situación cambió en la región y en nuestro país. El ingreso de las mujeres a la universidad fue masivo, en casi todas las carreras, tuvo oportunidades académicas y empresariales e independencia jurídica para manejar sus propios negocios. Las leyes suprimieron el principio de la obediencia ciega al marido y de la potestad marital, y la sociedad la vio como protagonista de nuevos roles, su integración a los partidos políticos y organizaciones gremiales. La Ley especial de jubilación de la mujer quedó 
 

 

archivada y hasta olvidada. Fue opinión generalizada que se daba una contradicción innegable: quien no quería ser discriminada y mejor estar integrada a todos los roles y actividades, simultáneamente buscaba un privilegio frente al hombre: la jubilación temprana. La propuesta no tuvo la aprobación general. 
 
Hoy las asambleístas que decidieron impulsarla desconocen estos antecedentes, ven en la ley especial una forma de ganar popularidad y los cálculos para favorecerla son errados. Mientras tanto el Presidente del Directorio del IESS, Ramiro González, encuentra imposible el poder financiarla. Y hay un sector de las propias trabajadoras mujeres que rechazan la idea porque se verían impulsadas a integrarse al hogar en una etapa en que sus hijos ya están formados y la madre de 40 o 45 años aún tiene energías para participar en la actividad general y seguir laborando.
 
Es importante sentar estos precedentes, porque quienes no vivieron los afanes de la década de los años 70 desconocen que ese mismo proyecto ya fue discutido hasta la saciedad y quedó archivado con la mayoría de consideraciones que imposibilitaron su aprobación. Que ahora algunas asambleístas aparezcan como reivindicadoras de las de su género es únicamente otra forma de manipular la opinión pública. Mejor sería que permanezcan vigilantes frente a discrímenes que aún subsisten: el ganar menos que los varones por el desempeño del mismo trabajo y que no se le ofrezcan las mismas oportunidades que los hombres para acceder a roles directivos y liderazgos.

 

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