Por Alba Luz Mora
La realizadora se va inmiscuyendo en la mente del espectador y propone situaciones contrastantes entre dos generaciones: los niños y los mayores, es decir, los desfases entre las ideas y actitudes obsoletas de los abuelos relacionados con una época de rígida mentalidad conservadora, y el talante juvenil y sincero de una niña sin prejuicios |
No pudimos ver “Qué tan Lejos”, la primera película que dirigió la cuencana Tania Hermida, sino advertir la reacción positiva que dejó entre los espectadores y los comentarios generales suscitados luego de su estreno. Un deseo de conocer mejor a su realizadora y evaluar su personalidad, nos empujó a concurrir al estreno de la segunda cinta, “En el Nombre de la Hija” en los Multicines de Quito. Está ambientada en una hacienda del cálido valle de Paute de Cuenca, sitio vacacional preferido por los habitantes de esa ciudad. El asunto es la reunión de varios niños de una misma familia para pasar sus vacaciones veraniegas en la propiedad de los abuelos. Sin forzar el asunto y sutilmente, la realizadora se va inmiscuyendo en la mente del espectador y proponiendo diversas situaciones contrastantes entre dos generaciones: los niños y los mayores, es decir, los desfases entre las ideas y actitudes obsoletas de los abuelos relacionados con una época de rígida mentalidad conservadora, y el talante juvenil y sincero de una niña sin prejuicios, educada dentro de la doctrina socialista liberadora, quien tropieza con una gama de signos y comportamientos desusados y sorprendentes. El argumento transcurre con gran agilidad y acierto, diálogos naturales y un desarrollo paulatino del tema. Impecable actuación del grupo de pequeños y el magnifico desempeño de los principales artistas: la niña que lidera el grupo con gran capacidad de observación y de juzgar los acontecimientos y un personaje sombrío que hace del excéntrico “tío Felipe”, recluido en el desván de la casa junto a la |
biblioteca vieja. El film profundiza las diferencias entre la idiosincrasia de los mayores y la actitud innovadora y sensible de la nueva generación, asombrada por las costumbres religiosas exageradas, las discriminaciones y subestimaciones sociales y la mojigatería del ambiente. El asunto alcanza ribetes truculentos cuando los niños, en la búsqueda de novedades, descubren en el desván de la hacienda al “tío Felipe” (en la vida real Francisco Aguirre Andrade) familiar supuestamente trastornado reducido a una especie de cautiverio elemental, encadenado en medio de la biblioteca de antaño. Su aspecto físico, con una larga barba y la cabellera revuelta, impresiona a los pequeños y sin embargo descubre sentimientos positivos ante los pequeños curiosos, que contrastan con la conducta banal de los mayores. Este tío Felipe personaliza la rebeldía ante los extremos a los que puede llegar una sociedad preenjuiciada y deriva en el suicidio del extravagante personaje sin salida alguna frente a la incomprensión familiar. Lo profundo y verdadero halla sitio en la mentalidad de la niña mayor, que adopta una actitud cuestionadora, los pequeños se impresionan con la víctima y queda al descubierto el choque generacional insoslayable. Humana y aleccionadora, la película es un éxito más de su realizadora, impacta al público y lo mantiene atento en todo su desarrollo. El haberla ambientado en nuestro país es la mejor decisión de la cineasta, pues centra las miradas en un escenario de la serranía ecuatoriana, de singular paisaje, lleno de atractivos naturales y la presencia luminosa de almas jóvenes despojadas de los preocupaciones que no han dejado crecer a sus antecesores.
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