Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
Chucky Seven pasa a formar parte del imaginario político ecuatoriano, junto a los antiguos “hombres enloquecidos por el dinero”, o los “vicios masculinos” de un ex Presidente de la República ya fallecido, o la “salvaje neutralidad” de otro, y más recientemente el célebre y nunca hallado “hombre del maletín”, aparición cuasi fantasmal que, según las denuncias abracadabrantes, solía merodear en los pasillos del antiguo Congreso Nacional, a fin de gratificar con sustanciosas propinas a diputados deseosos de cambiarse de camiseta

 

El fiscal del Guayas, Antonio Gagliardo, echó un carpetazo al tortuoso caso Chucky Seven, así tan pintorescamente bautizado  con el nombre del personaje cinematográfico del “muñeco diabólico”, porque el programa usado en el texto de la sentencia del juez Juan Paredes en contra de los directivos de Dario El Universo llevaba esa denominación. La jueza Encalada, quien anteriormente tuvo en sus manos el proceso, denunció mediante su testimonio acompañado por un vídeo, las supuestas presiones de las que habría sido objeto Paredes para dictar la sentencia, la cual de acuerdo a la denuncia de los abogados de El Universo, no  habría sido redactada por el juez en cuestión, sino que procedía nada menos que del estudio jurídico de Gutemberg Vera.
 
El fiscal Gagliardo quiso, en reiteradas ocasiones, esquivar el bulto y alejar de sí a la verdadera “papa caliente” de esta indagación, por la obvia razón de que aspira a una vocalía del Tribunal Constitucional para cuyo proceso está concursando. Ante la negativa a que deje el caso Chucky Seven en tono misterioso y melodramático anunció “una resolución que hará historia”. Sin embargo, su decisión fue un verdadero “parto de los montes, esto es el archivamiento del caso, con lo cual se lavó olímpicamente las manos para seguir de concursante sin riesgos en su carrera hacia la Corte Constitucional.
 
Lo cierto es que el célebre caso Chucky Seven fue un trago amargo para el propio Gobierno,
 
 
 

 

ya que se puso en tela de juicio la normalidad del juicio contra El Universo bajo la terrible sospecha de que habría existido manipulación en el bullado caso, para favorecer al Presidente de la República, justo en medio de un proceso de reorganización del Poder Judicial, con el confeso y explícito objetivo de que deje de ser instrumento de políticos. Es decir, para ciertos sectores el caso Chucky Seven sería el mentís más rotundo a esa pregonada despartidización de la Justicia, si, decían ellos, no se favorecía con un fallo meramente a un político, sino al Jefe de Estado, acusación que, verídica o no, hizo mal al Régimen y su imagen, sin duda.
 
Chucky Seven pasa así a formar parte del imaginario político ecuatoriano, junto a los antiguos “hombres enloquecidos por el dinero”, o los “vicios masculinos” de un ex Presidente de la República ya fallecido, o la “salvaje neutralidad” de otro, y más recientemente el célebre y nunca hallado “hombre del maletín”, aparición cuasi fantasmal que, según las denuncias abracadabrantes, solía merodear en los pasillos del antiguo Congreso Nacional, a fin de gratificar con sustanciosas propinas a diputados deseosos de cambiarse de camiseta, no deportiva sino política.
 
El mayor peligro del enterrado por el Fiscal Gagliardo caso Chucky Seven es que, como los fantasmas en las historias de terror, reaparezca en cualquier momento para susto de quienes negaron su existencia empecinadamente. Es que los “entierros políticos” siempre regresan.
 

 

 

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