Entre las postrimerías de las dictaduras militares y la primera década de este siglo, Washington Ricaurte fue personaje al que le tocó dar pasos esenciales para transformar al pueblecito amazónico de Macas en la capital provincial planificada y moderna de los actuales tiempos
La pequeña tortuga se ha escondido entre la vegetación del jardín con flores amazónicas de colores encendidos, mientras Washington Ricaurte la busca impaciente. “Ella sabe que le traigo el alimento que le gusta, pero no sé qué le pasa”, comenta, seguro de que aparecerá, como otras veces, después de jugarle la pasada.
El animalillo, al que ha puesto por nombre Muñeca, se ha encariñado con él. También él, que la busca en los escondrijos hasta encontrarla. Hace cinco años, de viaje por Manabí, la vio al filo de la carretera y se apresuró a rescatarla antes de que la atropellaran. Cuidarla, como a un pequeño miembro de familia, le ocupa y le distrae.
Alto y delgado, quijotesco, el hombre de 77 años accede a desempolvar recuerdos que los hurga en la memoria con similar esfuerzo como la búsqueda del travieso quelonio, sobre los tiempos de juventud o de las funciones de Prefecto de Morona Santiago, concejal, Alcalde de Macas y consejero de la provincia a la que llegó escapado de Riobamba en 1963, porque allá escaseaban el trabajo y las promesas de prosperidad.
“Yo vendí lo que tenía en Riobamba con la ilusión de invertir en una finca ganadera en Puyo, pero encontré propiedades con rótulos que decían se vende: de allí también fugaba la gente acosada por las penurias y tuve miedo de arriesgarme por los terrenos baratos por la mala fama”, recuerda.
Entonces fue a parar en Undije, 14 kilómetros al noreste de Macas, donde adquirió la finca de sus ilusiones, convirtiéndose a partir de entonces en ciudadano de la provincia que la haría suya para todos sus días. En 1970 casó con Celia Gómez López, dama azuaya, con quien haría familia de tres hijos varones y una mujer, más la retahíla creciente de los nietos.
El bachillerato y los estudios de taquimecanografía le permitieron alternar el oficio chacarero con labores que le abrieron caminos por el sector público. La última dictadura militar le nombró Prefecto de Morona, luego que una consulta popular promovida por la Gobernación escogió su nombre. Fue la salvación para quien descubrió su afición por la vida pública, “pues habían aparecido las grabadoras magnetofónicas que de súbito dieron de baja a la taquigrafía”, deplora el jubilado de parco humor apenas esbozado en el rostro.
El riobambeño de nacimiento se hizo macabeo naturalizado y popular en la capital de provincia. Por eso prefirió dejar la Prefectura para optar por una elección democrática a Alcalde de Macas, que la ganó fácilmente para el período 1978-1984 y más tarde, en otra elección, de 1992 a 1996.
Washington Ricaurte había llegado al apogeo de su carrera de hombre público al ganar por segunda vez la Alcaldía, la primera con auspicio del Partido Conservador, imbatible en su provincia, y luego por el Partido de Unidad Republicana (PUR), que le llevó a Sixto a la Presidencia rompiendo con el Partido Socialcristiano. “Sixto fue como un padre, me ayudó en todo lo que le pedía”, comenta con satisfacción lindante en el entusiasmo.
Y entonces aflora a su mente la profusión de obras de su gestión a favor de Macas, que iría transformando la fisonomía de caserío amazónico por la de moderna ciudad enrolada en el progreso urbano: el camal, el cementerio, el coliseo Los Canelos, el terminal terrestre, el centro comercial municipal, el parque cívico, el parque recreacional, el complejo de piscinas Amazonas, el teatro municipal, el embaulado de la quebrada Plazayacu, que serviría de colector principal de la ciudad, son obras que no escapan de su memoria.
Tras una pausa para atraer recuerdos, el personaje evoca cosas importantes antes de que se le escaparan: el contrato con la consultora SIDEPLAN, que planificó las obras que vendrían, hasta ahora, para hacer de Macas la ciudad que quiso verla, desde el adoquinado de las calles y la construcción de veredas, que marcaron la nueva presentación urbana. “Macas fue la primera ciudad amazónica que pasó del lastre al adoquín”, asegura, y cita el Pasaje Domingo Comín, calle emblemática con la catedral y el parque central al fondo, lamentablemente ahora deteriorada y sin los jardines coloridos de sus tiempos.
También recuerda la guerra con el Perú en 1995, cuando la provincia de Morona Santiago fue el centro de operaciones de los tanques, aviones y ejércitos ecuatorianos que impidieron otra mutilación territorial y, sobre todo, fueron la fuerza que al fin conquistó la paz perdurable y definitiva.
“La paz con el Perú es lo que conseguimos en nuestra provincia, pues aparte de la reconstrucción de la vía interfronteriza de Méndez a San José de Morona –una vía excelente por sus características y acabado- nada hay de importancia en la aplicación del Acuerdo firmado con garantes internacionales en 1998 entre los presidentes de los dos países”, comenta, además de que hasta ahora el Perú no construye el tramo interfronterizo que es parte del Acuerdo.
Aquellos tiempos de guerra no pueden borrarse de su memoria: el pánico se transformó en civismo. La gente donaba ganado, víveres, agua embotellada, para los militares en los sitios de combate. “En principio, al oír las alarmas, todo el mundo corría a los sitios de refugio, pero fue desapareciendo el miedo y más bien luego, al escuchar las sirenas, la carrera era hacia el aeropuerto, el punto de mayor riesgo de ataques o bombardeos”.
Alguna vez, cuando el Presidente Durán salió en una avioneta desde Patuca, hacia zonas del conflicto bélico, él fue invitado a acompañarle desde uno de dos helicópteros que le resguardaban. Entonces escuchó por los audífonos una conversación interceptada proveniente de Lima: “El Papa y tres colorados en vuelo…”. Era un mensaje en clave, alertando sobre la presencia del Presidente ecuatoriano en el área, por lo que la nave con el mandatario cambió de rumbo y desapareció, mientras el helicóptero en el que estaba él aterrizó apresuradamente a orillas del río Upano. También estuvo allí el general Paco Moncayo, que dirigía las operaciones ecuatorianas, luego héroe del Cenepa y político que llegó a la Alcaldía de Quito y actualmente es asambleísta y candidato a una reelección.
Morona Santiago, provincia guardiana de la integridad territorial del Ecuador, merece más atención gubernamental, según el ex Alcalde Ricaurte. Pero destaca que Correa ha hecho como nadie una excelente obra de vialidad. La carretera Macas-Nueve de Octubre, que él soñó cuando fue Prefecto en los años 70 del siglo pasado, está en construcción. “Tantas veces se firmó contratos y nunca se cumplieron: las compañías abandonaban la obra asustadas por el mal tiempo o porque no les pagaban los gobiernos, pero va a ser ya una realidad: es un mérito que no puedo ignorarlo ni dejarlo de agradecer”, dice, evocando la ciudad nativa que se acercará más de 70 kilómetros hacia Macas, la ciudad de su vida.
Washington Ricaurte no quiere saber más de política ni de gestión pública. Las últimas funciones que desempeñó fueron una vocalía en el Directorio de la empresa Elecaustro y la representación de su provincia en el Directorio del Centro de Reconversión Económica (CREA), entidad regional desaparecida con el actual gobierno.
“Mi salud no es buena, mi memoria es débil y aunque me proponen retomar alguna actividad política, me niego a hacerlo por responsabilidad conmigo y con la gente”, confiesa con sinceridad. Su ciclo laboral ha concluido y ahora, dueño de un hotel en el centro de Macas, lo que le gusta es cultivar el pequeño jardín en el patio del establecimiento, junto a una piscina de aguas azules encantadas, así como cuidar de la pequeña Muñeca, su mascota y amiga, que de vez en cuando le juega a las escondidas perdiéndose en la espesura de las plantas florecidas.