Aunque muchos colaboradores de inicios del gobierno han pasado a sectores de oposición, el Presidente al momento no tiene adversarios que puedan hacerle peso en una campaña electoral
La cita multitudinaria fue en el Estadio Municipal de Cuenca |
La concentración de alrededor de 40 mil personas para conmemorar los cinco años de la Revolución Ciudadana en Cuenca, el 14 de enero, es considerada la mayor de cuantas se han dado en esta ciudad para respaldar a un político o gobernante.
Si bien la organización del evento –con la presencia de artistas nacionales e internacionales- fue promovida por la dirigencia de Alianza País, el movimiento político gubernamental, no puede ignorarse que a la capacidad de convocatoria del Presidente, se sumó la influencia y acción gubernamental para hacer del acto una exhibición de fuerza y respaldo.
En todo caso, Correa Delgado sigue apareciendo como un líder sin rival político competente por el momento, cuando ya es tiempo en el que empiezan a tramarse componendas con los ojos puestos en las elecciones del próximo año. Los sectores políticos más dispares intentan unirse para proclamar y apoyar un candidato único que pueda hacer fuerza con esperanza de éxito contra Rafael Correa.
Pero el apoyo popular hacia Correa ¿a qué se debe? En los cinco años transcurridos desde que empezó a gobernar en enero de 2007 sí se han producido cambios en el orden político, en lo económico, en lo social, en la vialidad, en la salud, en la seguridad social. Una apreciación imparcial de la realidad actual no puede dejar de inclinar la balanza en forma favorable hacia el régimen que cumplió cinco años en el poder.
Correa ha sido diestro en planificar su agenda política manteniéndose en permanente contacto con el pueblo a través de las semanales asistencias a los rincones y regiones del país. Sabe aprovechar la comunicación social como un elemento poderoso para ser visto y oído por el público en forma constante. Es la gran diferencia con gobernantes tradicionales que tenían en Carondelet y en su escritorio el reducto desde el que reinaban más que gobernaban, ignorando lo que ocurría en todo el resto del país.
Los partidos políticos, los medios de comunicación, la Iglesia y sectores productivos, los gremios indígenas, dejaron de ser actores influyentes en las decisiones gubernamentales, como antes ocurría. Dureza, intemperancia, intolerancia, son algunos calificativos con los que se echa culpas sobre el gobernante, asociándolos con conductas no democráticas. Pero no puede ocultarse que los excesos, también han sido replicados –si no iniciativas-, aunque en forma aislada, de adversarios que, inclusive, a través de medios de comunicación, intentaron convertirse de periodistas en dirigentes políticos y hasta en candidatos. Un año de intensa expectativa política está por delante. Un año decisivo para marcar rumbos en la vida nacional que se viene de inmediato. Ante esta realidad, lo mejor que se puede esperar es que en el sector oficial y los opositores, predominen actitudes democráticas, honestas y de respeto mutuo para evitar sorpresas malhadadas que alteren la vigencia democrática y la vida civilizada de los ecuatorianos.