Por Eliécer Cárdenas
El Método D´Hont por sí solo no asegura ninguna mayoría parlamentaria, y es por esto que el Gobierno se verá precisado a extremar la selección de sus candidatos a la Asamblea, tomando en cuenta que buena parte de los actuales no despiertan interés por reelegirlos y habrá posiblemente selectividad en el electorado nacional y de cada provincia o distrito
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Una vez que el Consejo Nacional Electoral convocó oficialmente a las elecciones presidenciales, vicepresidenciales y de asambleístas para febrero del próximo año, se configura el panorama de la campaña, que sin duda tendrá diversas incidencias, aún cuando sea la disputa por la Presidencia de la República la que marque formalmente la tónica de la lid eleccionaria, en el fondo no existen mayores discrepancias en cuanto a la posibilidad más o menos segura de que Rafael Correa resulte electo, perspectiva con la que cuentan todos los candidatos. La lucha se centrará fundamentalmente en los escaños de la Asamblea, función del Estado vital en términos de la estrategia oficial para un nuevo gobierno de Correa sin sobresaltos.
El Método D´Hont, aprobado en las reformas al Código de la Democracia, permitiría a la agrupación más votada –se supone que Alianza País- contar con una mayoría en el futuro Parlamentario, pero para que ello ocurra no basta, ciertamente, la carismática figura del Jefe de Estado en tanto candidato a la Presidencias de la República, en reelección, sino también al perfil y calidad de los candidatos y candidatas. El Método D´Hont por sí solo no asegura ninguna mayoría parlamentaria, y es por esto que el Gobierno se verá precisado a extremar la selección de sus candidatos a la Asamblea, tomando en cuenta que buena parte de los actuales no despiertan interés por reelegirlos y habrá posiblemente selectividad en el electorado nacional y de cada provincia o distrito.
En cuanto a las candidaturas presidenciales, si bien más de uno de los aspirantes opositores sueña con llegar a una segunda vuelta para disputar la Primera Magistratura, dependerá que esto ocurra de las estrategias de campaña, por lo
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menos en algunos casos comenzaron con “pie izquierdo” al ofrecer aumentos en el bono de desarrollo humano, que el candidato Presidente neutralizó mediante no promesas sino anuncios de que este incremento lo dará su administración, aunque para ello haya tenido que abrirse un nuevo frente con la banca privada.
El tema del bono va perdiendo legitimidad electoral, cuando se ha convertido en una especia de concurso de “quién da más”, lo cual si bien agradará a los centenares de miles de familias de las que algún miembro recibe ese bono, en cambio no tiene ningún efecto en el grueso del electorado, y puede inclusive producir en él efectos contrarios a los esperados, por lo que ni para el Gobierno el tema del bono le asegura per se más votos, sino otros resortes, como el carisma del Jefe de Estado, disminuido pero de ninguna manera escaso sino todo lo contrario, frente a aspirantes que en su mayoría juegan a negar los méritos del Gobierno, creyendo así que cosecharían más sufragios, cuando esa imagen negativista en general no es del agrado de los votantes, que quieren escuchar aunque sea ofertas a falta de programas sólidos que ninguna candidatura –incluida la oficial- exhibe hasta el momento.
En definitiva, se inicia un proceso eleccionario con un desenlace presidencial más o menos previsible y un duro combate por captar el mayor número de bancadas en la Asamblea, de cuya composición dependerá en buena medida la estabilidad de la futura administración del país en los próximos cuatro años. Finalmente, la prensa como “actor político” fue tomada de sorpresa y hoy busca un reglamento que flexibilice tal catalogación de parte del Consejo Nacional Electoral. Nunca la prensa en el país fue un mero registro de los procesos electorales, sin duda, sino que más bien fue actor, en no pocas ocasiones casi protagónico.
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