Por Ivet González

En una sociedad aún patriarcal, el peso del hogar recae sobre las cubanas, que representaban, el año pasado, 60 por ciento de la tasa de actividad económica, 60,2 por ciento de los graduados universitarios y 63 por ciento del personal técnico ocupado en el sector estatal, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información

 

LA HABANA (IPS) - En menos de una hora, Blanca Lima coloca sus electrodomésticos en sitios elevados, pone las gavetas con ropa encima de los armarios y colma con toda suerte de objetos las repisas que empotró cerca del techo de la casa. Así se prepara para resistir las inundaciones esta vecina de la capital cubana.
 
“Cuando anuncian una penetración del mar, enseguida sé dónde tengo que poner el refrigerador y armo un andamio para elevar los colchones. He pasado tantas inundaciones que me dieron una cultura de cómo enfrentarlas”, narró Lima a IPS. 
 
Tendencias actuales en la gestión integral del riesgo del desastre tienen en cuenta las inequidades de género ante estas situaciones, el liderazgo femenino y la participación comunitaria. Así, se puede observar que, por la división del trabajo doméstico, “albergar a varias personas es una carga para las mujeres”, indicó Borigan

En los hogares, las cubanas buscan estrategias para minimizar peligros y pérdidas durante los desastres naturales. Sin embargo, la experta en género Isabel Moya defiende que ellas tienen capacidades particulares para liderar la organización y empoderamiento de sus comunidades frente a los azotes de eventos extremos. 

“La fuerza femenina ha ayudado a transformar prácticas y dinámicas tradicionales, incluso en la protección del ambiente y la gestión de riesgos”, indicó la especialista, quien aboga por reconocer, además de la doble jornada femenina, el empleo y las labores domésticas, una tercera, la dedicada al trabajo comunitario. 

Según Moya, las niñas son educadas en “la cultura del cuidado, una capacidad que se transforma luego en una fuerte presencia de la labor femenina en los barrios”. “Se relacionan y establecen solidaridad entre ellas de manera diferente. Estas habilidades pueden generar un cambio en los vínculos de la comunidad y su ecología”, especificó. 
 
Lima viajó hasta la periferia de La Habana en busca de facilidades para ella y su barrio a la hora de comprar recortes de piedra jaimanitas, un tipo de caliza que protege las paredes de la humedad y el salitre. “Las personas que viven en bajos en esta zona son por lo general mayores y jubiladas, con poco poder adquisitivo”, amplió esta residente de la zona baja del barrio residencial del Vedado, en la capital cubana. 
 
“Para reducir los daños en la vivienda, se necesita empedrar con jaimanitas; pero es muy caro”, aseguró la otrora gestora de compras. En la dependencia capitalina de la Empresa Mármoles Cubanos, adquirió recortes para su vivienda y comunicó al gobierno local el procedimiento para obtenerlos a bajos precios con destino a la gente de su zona. 
 
Sobre todo en tiempos de ciclones, el mar invade las viviendas de esta barriada cercana al malecón habanero, un muro de ocho kilómetros que bordea el litoral capitalino. El agua puede cubrir varias calles cuesta arriba del paseo marino hasta una altura de dos metros, según datos del Instituto de Meteorología (Insmet). 
 
Un artículo, publicado este año por investigadores del Insmet en la revista científica local “Ciencias de la tierra y el espacio”, analizó los datos de penetraciones del mar en el malecón habanero entre 1901 y 2011 para concluir que tienden a aumentar a causa del cambio climático. Por ello, se elevarán los riesgos y pérdidas materiales del lugar. “Perdí mucho en 1993. Eso no me vuelve a pasar”, aseguró Lima sobre la llamada Tormenta del Siglo, el suceso más devastador para su casa junto al huracán Wilma, de 2005. 
 
Ese ciclón de 1993, el más intenso registrado hasta el momento en el océano Atlántico, no tocó tierra en la isla, pero su paso por el circundante mar Caribe trajo inundaciones severas en el litoral habanero. Fueron evacuadas entonces más de 20.000 personas en La Habana y unas 200.000 de las áreas de mayor riesgo en todo el país. 
 
Poblada de edificios con varios pisos de altura, “hoy por esta zona habanera casi nadie se alberga (en los locales que destinan las autoridades) ante el peligro de penetraciones del mar”, aseguró la jubilada. 
 
“La tradición de acoger a las familias de los bajos se ha mantenido de generación en generación en mi hogar”, explicó a IPS la vecina del cuarto piso, Nélida Borigan, que da cobijo a Lima y a su gente ante catástrofes naturales. Para ella, resulta clave el rol de las mujeres en pos de aprovechar más las potencialidades de cada barrio. 
 
Tendencias actuales en la gestión integral del riesgo del desastre tienen en cuenta las inequidades de género ante estas situaciones, el liderazgo femenino y la participación comunitaria. Así, se puede observar que, por la división del trabajo doméstico, “albergar a varias personas es una carga para las mujeres”, indicó Borigan. 
 
En una sociedad aún patriarcal, el peso del hogar recae sobre las cubanas, que representaban, el año pasado, 60 por ciento de la tasa de actividad económica, 60,2 por ciento de los graduados universitarios y 63 por ciento del personal técnico ocupado en el sector estatal, según la Oficina Nacional de Estadísticas e Información. 
 
Por ello, Moya aconseja aprovechar los mensajes de bien público de la Defensa Civil (DC), el organismo estatal que implementa medidas para proteger a la población y la economía, para mostrar a hombres y mujeres en actividades de adaptación y enfrentamiento a desastres que rompan con los estereotipos tradicionales. 
 
Ahora, la DC aspira a lograr una mayor participación ciudadana en los momentos de desastres. En dependencia de la magnitud de la amenaza y los rasgos de cada localidad, orientan, por ejemplo, que más personas se refugien y guarden algunos bienes en lugares cercanos y seguros para evitar traslados, hospedajes y pérdidas masivas. 
 
Algunas personas asumen una postura asistencialista frente a la DC, según observadores, mientras otras logran organizarse y solucionar de conjunto sus problemas. “Las mujeres pueden generar un cambio hacia el cuidado de la comunidad”, sostuvo Moya, sobre iniciativas de poco arraigo en la isla como las redes femeninas. 
 
“La recuperación de cada vivienda depende del empuje de sus habitantes y el barrio. La participación femenina es definitoria a la hora de construir, limpiar, sanear y evitar la proliferación de enfermedades”, amplió la periodista Ana Esther Zulueta, de la Isla de la Juventud, el segundo islote más extenso del archipiélago cubano. 
 
“Para enfrentar lo que se avecina con el cambio climático, la población, y en especial las mujeres, tienen que ir buscando sus propias vías de adaptación y compartir los conocimientos en ese sentido”, defiende Lima, mientras abre las puertas de su casa a quien desee escuchar sus consejos de cómo afrontar los embates del mar embravecido. 

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