Por Eliécer Cárdenas
Estas agrupaciones están en trance de rendir cuentas al inapelable tribunal de la historia, como a su momento harán los grupos hoy en el poder
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Los partidos políticos son especies que viven y mueren de modo más o menos natural. Su ideología, tesis, militancia, éxitos, estrategias, etc. se hallan sujetos a los vaivenes del tiempo y, por qué no decirlo, las corrientes de moda que imperan en cada período. En el Ecuador varias agrupaciones partidistas acaban de ser borradas en los registros respectivos del Consejo Nacional Electoral, entre ellos el Liberalismo Radical, verdadera pieza arqueológica que únicamente por descuido pudo mantenerse en estado vegetativo pero del todo difunto en tales nóminas, y además la Izquierda Democrática y la Democracia Popular –Unión Demócrata Cristiana, las agrupaciones que hace tres décadas o más rivalizaban en el fervor del electorado junto al Socialcristianismo, que sobrevive pero muy disminuido y reducido a una agrupación de corte netamente regional.
La Izquierda Democrática, se dice, fue el primer partido “moderno” en el Ecuador, con organizaciones de base, militancia encuadrada en comités, elecciones primarias internas, etc. aunque esta presunción desconoce que los partidos de la izquierda marxista fueron los mejor organizados siempre, aunque de escasa irradiación.
Conviniendo que la ID ejercitó una suerte de pionerismo moderno en la vida política nacional, resulta por lo tanto inexplicable a la luz de esa organización partidista su estrepitoso derrumbe, que habrá que atribuirlo a otros factores. En primer lugar, al liderazgo histórico de Rodrigo Borja no replicó en sus sucesores, y salvo Raúl Baca Carbo, un compañero más que un sucesor en potencia, la agrupación “naranja” se empezó a erosionar en una suerte de minúsculos caudillismos locales con apetencias de mando, lo que a la postre significó la sentencia para la agrupación.
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Otro factor no menos importante es que, habiéndose proclamado social demócrata, nunca la ID rebasó de un tímido liberalismo modernizante que dejó intactos los añejos defectos de a vida política y democrática nacional, y por último su ideología degeneró hasta congraciarse en no pocas ocasiones con la derecha recalcitrante en el desaparecido Congreso Nacional.
En cuanto a la Democracia Popular –Unión Demócrata Cristiana, esta agrupación nació al calor del “aggiornamento” de la Iglesia y sus nuevas, para entonces, posturas en materia social, en función de competir con el Marxismo por el control de obreros, campesinos y artesanos. Sus líderes tuvieron dimensión intelectual y política, destacándose Osvaldo Hurtado, indudable líder histórico de la DP-UDC aunque su rigidez académica impidió de cierta manera el surgimiento de liderazgos jóvenes con robustez ideológica que no fueran simples remedos de él. Los dos períodos incompletos en los que esta agrupación fue Gobierno, no pudieron ser más opuestos a los programas que preconizaba en función de un “Socialismo Comunitario”. Gobernó la DP-UDC con economistas neoliberales y de acuerdo a los recetarios del FMI-Banco Mundial, a tal punto que Jamil Mahuad, ambiciosa construcción política de la agrupación, fue en última instancia el responsable, claro que no el único, del “feriado bancario” que fue decisivo para el final de la época de la llamada “Partidocracia”.
Estas agrupaciones hoy extintas, se hallan en trance de rendir cuentas al inflexible e inapelable tribunal de la historia, como a su debido momento lo harán los grupos hoy en el poder.
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