Por Eliécer Cárdenas

 

Eliécer Cárdenas
Sería un drástico remedio prohibir las supuestas “promociones de obras” unos cien días antes de los comicios. Así se evitarían las hipocresías y la manga ancha del CNE que se ha hecho “de la vista gorda” con tirios y troyanos

 

 

Luego de que el Consejo Nacional Electoral y sus delegaciones en provincias cerraron las puertas de sus dependencias para que ninguna agrupación pudiera penetrar en esos recintos, pasadas las seis de la tarde de la fecha límite para inscribir candidaturas para los comicios del 23 de  febrero del año entrante, se ha abierto un curioso compás de espera en el país, hasta la apertura de la campaña electoral propiamente dicha. Esto último porque, en campaña, hay alcaldes o prefectos que han pasado haciéndola, claro que indirecta y disimuladamente, desde que cifraron sus esperanzas en la reelección a sus cargos.
 
   En esto, el Consejo Nacional Electoral no ha mostrado mayor creatividad, a la hora de sancionar los abusos de las campañas anticipadas. Todo el mundo sabe que se la hizo y se la hace, pero con la cantinela de que “se imputará al gasto de campaña toda promoción anticipada”, que a fin de cuentas no quiere decir nada, se dio luz verde para este tipo de promociones, que sobre todo en las filas de los dignatarios del oficialismo se ha cumplido a “rienda suelta” sin que esto quiera decir que los otros –los opositores en alcaldías y  prefecturas- no hicieran otro tanto.
 
   La hendija por la cual se coló la campaña anticipada como una suerte de generalizado “deporte”, se dio a través de una tartufesca disposición que faculta, en épocas más o menos cercanas a elecciones, a los alcaldes, prefectos y juntas parroquiales, promocionar sus obras y proyectos mediante spots publicitarios.
 
 
 
 
 
Esto es como autorizar al gato a engolosinarse en la alacena, y así ocurrió. Cabe pensar que sería un drástico remedio prohibir toda clase de supuestas “promociones de obras”, digamos unos cien días antes de los comicios de tipo seccional, y así se evitarían las hipocresías y la manga demasiado ancha del Consejo Nacional Electoral, que, en definitiva, se ha hecho “de la vista gorda” con tirios y troyanos, vale decir con oficialistas y opositores, a cuenta de que “ya las pagarán” con la imputación de los gastos electorales. Si eso sucede, ya la campaña anticipada se hizo y punto.
 
   Este tipo de triquiñuelas no se compadecen con el tan decantado eslogan de “un nuevo tipo de hacer política”. Bajo la apariencia de lo nuevo, en muchas ocasiones se cuelan viejos e inveterados vicios, como las famosas “trampas” que entre sus intersticios dejan las leyes para hacer lo que a bien se tenga. La ciudadanía, es decir el electorado al cual va dirigido el voto de febrero próximo, mira con muy malos ojos este tipo de atosigantes “promociones de obras” que desde la alcaldía socialcristiana-maderista de guerrero, o desde el verde de PAIS de la franciscana alcaldía de la Capital de la República se realiza cada día y cada noche en radio, prensa y televisión, a cuenta –o más bien cuento- de “promocion de las obras realizadas”, o por realizarse, esto es lo de menos. Ponemos el ejemplo de los dos burgomaestres de los principales cantones del Ecuador en plan de reelección, pero en realidad los ejemplos –malos ejemplos, por cierto- son incontables.

 

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