Las elecciones son la razón de ser de la política y las dos cosas juntas, a su vez, la práctica de la democracia. No podemos menos que congratularnos, por ello, los ecuatorianos, de vivir en un país en el que los ciudadanos podemos escoger libremente a nuestros gobernantes, como ocurrirá el 17 del presente mes de febrero.
Treinta y tres años y algo más han transcurrido desde que, en 1979, el Ecuador recuperó el orden constitucional, tras una larga trayectoria de regímenes de facto. Luego vinieron tiempos de maduración cívica que han permitido que, a pesar de ocasionales zozobras amenazantes de naufragios, la Democracia se haya mantenido a flote. Los ciudadanos, los políticos y las instituciones han aceptado, definitivamente, circular por apropiados carriles de convivencia, respetando las leyes del país. Dentro de este marco va a culminar el proceso electoral en curso, para escoger a los gobernantes y a los miembros de la legislatura.
Por ello, tras esta campaña con evidentes muestras de madurez de los actores, no podemos sino esperar serenamente el resultado de las votaciones, para respetarlo y apoyar a quienes sean electos, como corresponde actuar en el mundo de los países civilizados.