Una escala musical de siete médicos de menos de 40 a más de 80 años, en un concierto de voces e instrumentos tan variados como sus especialidades profesionales: es el grupo Añoranzas, del hospital Santa Inés de la ciudad de Cuenca. 
 
Médicos músicos: sentados Vicente Pérez Pérez y Xavier Vásquez Neira; de pie, Edgar Vanegas Astudillo, Juan Carlos Serrano Montesinos, Galo Duque Proaño, Miguel Jerves Urgilés y Efraín Guillen Astudillo.
 
El 3 de mayo el conjunto presentó en el Salón de la Ciudad su disco Resonancias del Corazón, el segundo de melodías populares ecuatorianas y latinoamericanas del grupo creado en 2000. El primero, llamado simplemente Conjunto Añoranzas, salió en 2009. 
 
Unidos por la afición musical, varios de los integrantes pasaron por el Conservatorio. Una antigua y sensible relación entre el arte y la medicina los ha cohesionado en una terapia de desahogo de las tensiones del trato con los pacientes hospitalarios a través de la ejecución musical: el cerebro y las manos alternan los instrumentales médicos con los instrumentos melódicos.
 
Es un grupo en el que la amistad se ha consolidado con lazos fraternales, sin diferenciación de edades ni especializaciones. Dos horas por la noche de los lunes, dedicadas al ensayo, son tiempo de chacota, de entretenimiento, de risas y de amistad, turnándose cada vez en sus domicilios. Cada quien cuenta su historia para la revista AVANCE.
 
El mayor es Vicente Pérez, de 84 años, médico anestesiólogo graduado en 1960, uno de los fundadores del hospital Santa Inés. Empezó haciendo música con la guitarra en la juventud de dar serenos a las novias propias y ajenas, hasta que en 1970 conoció un bandoneón y se enamoró de su musicalidad, hasta comprarlo y entregarse por entero a desentrañar el secreto de los botones –no tiene teclas- que hay que tocarlos sin que estén a la vista: al puro tacto, como ciertos secretos de la medicina. 
 
A pesar de la apreciable diferencia de edad con los compañeros del grupo, no desentona con ellos y se acopla no solamente en los acordes musicales, sino en la jovialidad que les caracteriza a todos en el trato.
 
Xavier Vázquez Neira, de 48 años, graduado en 1990 con especialidad de cardiólogo ecocardiografista en México en 1996, toca guitarra y bajo, hace segunda voz y es director del grupo  musical. Aprendió por su cuenta la guitarra y cuando estudiante del colegio Borja integró la estudiantina del plantel. 
 
Una experiencia inolvidable fue operar de corazón abierto a un paciente entrañable, Vicente Pérez, miembro del grupo, cuya vida estuvo en sus manos. El episodio es ahora motivo de humor: “Yo le vi nervioso, pero le pedí que estuviese tranquilo, cuando nos encerramos en el quirófano”, dice el anestesiólogo tocándole el hombro al cirujano de tan riesgosa prueba, satisfecho de haberse confiado al bisturí del joven colega.
 
También cuenta que en México le pidieron acompañar con la guitarra a un Maestro en un bolero. Después de la función se enteró que era Enrique Espín Yépez, entonces Director de la Sinfónica en esa ciudad.
 
Juan Carlos Serrano, de 51 años, graduado en 1987, se especializó en cirugía  general, laparoscópica y de urgencia en Buenos Aires, en 1995. Un año estudió piano en el Conservatorio José María Rodríguez de Cuenca y el resto de la “carrera” la hizo por su cuenta. Su afición musical viene de familia y en el colegio La Salle era tecladista del grupo estudiantil.
 
Los médicos artistas no se perdieron la ocasión para posar con la presentadora de TV Gabriela Díaz, que animó la función de estreno del segundo CD.
 
“La música produce placer, el placer secreta sustancias que atenúan las tensiones y dan relajamiento”, es su explicación sobre el ejercicio de la medicina y el arte, tendencia notoria en la profesión médica: muchos profesionales hacen música, pintan y escriben poesía. Afrontar el dolor o la muerte de los pacientes busca como una necesidad el relax y lo encontramos en la música, en la empatía del grupo reunido a ensayar: “compartiendo la amistad y la alegría hasta se resuelve el futuro del país”, comenta entre risas.
Efraín Guillén Astudillo, de 60 años, se graduó en 1979 y en 1991 obtuvo la especialidad de cirujano urólogo. “Le encanta el micrófono –le dicen en doble sentido los compañeros- aludiendo a su vocación por la primera voz, más la guitarra. La pasión musical lleva en la sangre, pues su padre, Humberto Guillén, fue compañero de guitarra del afamado Rosalino Quintero.
 
En el colegio Borja y en la Universidad integró grupos musicales y hasta ganó un premio en el concurso televisivo Puerta a la Fama; fue parte del  grupo universitario Yanapanacuna y en 1977 la Municipalidad de Pasaje le auspició la grabación de un disco. De 1997 a 2007 coordinó el coro musical del movimiento Juan XXIII e interpretó música sacra “que la ha permitido expulsar el azufre”, dicen a media voz los compañeros, que son unos diablos para soltar la lengua.
 
Galo Duque Proaño va por los 50. Toca guitarra y canta. Graduado en 1988, se especializó de oncólogo en 1996, en México. También lleva la música en la sangre, por parte materna. A los 10 años aprendió la guitarra y luego fue al Conservatorio a estudiar piano, pero se desanimó por la lentitud en la enseñanza, aunque luego, la experiencia en la guitarra le facilitó perfeccionarse en el piano.
 
En el colegio y la universidad estuvo en grupos estudiantiles y cuando se especializaba en México, no dejó la guitarra con compañeros ecuatorianos de estudio. Una experiencia grata es la del dueño del Pedregal Azteca, salón mexicano de Cuenca, que le presentó a un setentón que necesitaba acompañamiento . Se acopló bien al cantante de una voz magnífica y luego se enteró de que era Enrique Cáceres, del trío Los Panchos, con quien hizo amistad hasta 2012, cuando murió.
 
Edgar Vanegas Astudillo, de 56 años, se graduó en 1982, con especialización de endocrinólogo en 1995. Toca el violín en el grupo. A los 10 años ingresó al Conservatorio para aprender piano y siguió tres años, hasta que el maestro José Castellví, recién nombrado Director del plantel, cambió de método de enseñanza y los alumnos debieron empezar de nuevo. Además, le recomendó tocar la viola, concediéndole una beca de 100 sucres mensuales más el préstamo del instrumento para que lo practicara.
 
Sus antepasados Vanegas eran músicos reconocidos y su padre integró la Sinfónica Nacional. Es autor de varias composiciones, algunas de las cuales ha tocado la Sinfónica, como el pasacalle Adiós, que la noche de la presentación del disco fue acompañada con palmas del público. El director del grupo Añoranzas, doctor Vásquez, fue su alumno en el colegio Borja y recuerda que por 1981 el alumno le ayudó a grabar en diskettes varias melodías, para evitar que se perdieran al no estar escritas en partituras.
 
Miguel Jerves Urgilés, de 34 años, el más joven del grupo, se graduó en 2005 y desde 2011 es otorrinolaringólogo especializado en México. Estudió seis años en el Conservatorio y toca guitarra clásica, piano, trompeta, violín, flauta y saxofón, pero en el grupo participa con bajo, flauta traversa y saxofón. Su padre y varios ascendientes de apellido Jerves y Jervis son músicos y cantantes. Desde estudiante integró grupos de rock, jazz, vallenatos, bandas y ensambles. Integró el Coro Santa Catalina como barítono y tenor.
 
Su pasión por la música la evidencia con una anécdota: aún colegial se hizo amigo del saxofonista de la banda de pueblo de Llacao, que le prestaba los domingos su aparato para que lo tocara: “Yo iba en bus, a las seis de la mañana y regresaba en bus al medio día, después de ensayar varias horas”, dice el médico y músico que es feliz de pertenecer al grupo Añoranzas y compartir con sus colegas el amor por la profesión y por el arte.
 

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