Se estableció a poco de la fundación de Cuenca y no ha variado el destino original de ser un sitio de mercadeo popular, aunque también fue escenario de la ejecución de patriotas libertarios y de un indígena acusado de parricidio

Arriba, la imagen de la Plaza San Francisco en la primera mitad del siglo XX y abajo, como se presenta hoy.
 
Al fundarse Cuenca en 1557 el español Sebastián Palacios recibió en adjudicación el terreno que a su muerte, un año después, se convertiría en la Plaza de la Feria, por disposición del gobernador Gil Ramírez Dávalos. Hoy es la Plaza de San Francisco.
 
   El destino del sitio quedó marcado para el ajetreo comercial de productos agrícolas, víveres, carnes, ropas y artesanías, cuyas precarias condiciones sanitarias y estéticas han ido evolucionando y pronto será un gran centro que, sin perder la vocación de mercadeo popular, aportará a solucionar problemas urbanos del presente y del futuro.
 
Por más de quinientos años la plaza ha sido escenario dinámico  en la vida e historia de Cuenca. Varias veces cambió de nombre, pero el de San Francisco se ha mantenido con fidelidad a sus orígenes: el fraile franciscano  Tomás Calvo participó en el acto fundacional y acaso influyó para que se asignara a su congregación el terreno para su convento y su templo.
 
“La referida plaza  fue conocida con varios nombres, de San Francisco, del Mercado, del Patíbulo, del General Franco: este nombre llevó por ordenanza municipal, porque al general Manuel Antonio Franco, en su residencia en Cuenca, diciembre de 1898, se le debe su pavimentación y la forma arquitectónica que hasta hoy conserva, sirviendo de ingeniero de la obra el doctor José Romualdo Bernal”, apunta Ricardo Márquez Tapia en su obra Cuenca Colonial publicada en 1965. 
 
La Plaza de San Francisco colinda con el templo que le da el nombre, junto al convento donde el último franciscano que lo habitó fue Fray Vicente Solano, monje polifacético considerado uno de los valores más importantes de la cultura de Cuenca, que vivió entre la última década del siglo XVII y 65 años del siglo XIX (1791-1865).
 
Arriba un dibujo de Jorge Roura con la propuesta de intervención en 1957, y abajo una simulacion de como quedará en el futuro
 
En diciembre de 1820, año de la independencia de Cuenca, en esta plaza fueron ejecutados 28 patriotas participantes en la lucha libertaria, derrotados en el combate de Verdeloma, cuando las huestes españolas recuperaron momentáneamente el poder perdido el 3 de noviembre. Desde entonces se alternó el nombre de Plaza del Patíbulo con el de San Francisco. En 1857 en este mismo sitio fue fusilado el indígena Tiburcio Lucero, acusado de parricidio.
 
El expendio de carnes fue tradicional en la plaza de San Francisco en el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX, antes de la construcción del mercado 10 de Agosto. Las condiciones higiénicas eran siempre precarias, como apunta Luis A. Loyola en una serie de artículos publicados en 1891 en la Revista Científica y Literaria de la Corporación Universitaria del Azuay: “Como una treintena de placeras (mindalas) muchas de ellas esposas de los carniceros del país, se están en aquella plaza, apenas cubiertas con su quitasol cuadrado, sostenido de un solo palo, a toda luz y a todo viento; y sin hacer caso del polvo que las cubre, ni de los canes que les rodean, ni de los niños que tienen en sus faldas… venden todo lo que muestran al público en sus mesitas bajas y asquerosas, esté o no seco, descompuesto, pútrido y sucio…”
 
En 1939 el Presidente del Concejo Municipal, Antonio Abraham Barzallo, en un informe de su gestión se refiere a la Plaza de San Francisco en los siguientes términos: “Es necesario declarar enfáticamente que en la plaza Ramírez Dávalos (San Francisco) se hace indispensable la construcción de un mercado moderno, en el que debiera emprender este I. Municipio cuanto antes, puesto que se han destinado fondos en el presupuesto del año actual”. 
 
Las condiciones de insalubridad de la plaza por entonces seguían calamitosas y eran foco de epidemias. En las proximidades los campesinos dejaban las acémilas en las que se movilizaban y traían los productos agrícolas. De 1926 a 1935 es Director de Sanidad Regional el médico Carlos Jaramillo León, quien con la colaboración de Carlos Aguilar Vásquez, asume medidas enérgicas para combatir el desaseo en la venta de alimentos, especialmente la carne, en las barracas: “…Ordenaron la destrucción de estos antros del desaseo, lo que ocasionó, al ser incineradas, la fuga de legiones de ratas que, poco a poco, habían infestado la ciudad luego de su arribo desde la costa ecuatoriana… Mas, esto no fue tan pacífico que digamos, las belicosas mindalas más que los carniceros, se atrevieron a tomar medidas de hecho y no fue nada extraordinario verlas agrupadas, furiosas y vociferantes, queriendo atacar los domicilios de los citados profesionales médicos…”, dice Guillermo Aguilar Maldonado en Luis Carlos Jaramillo León, un hombre de su tiempo, libro aparecido en marzo de 2013.
 
Ordenar las ventas en San Francisco ocupó largo tiempo la gestión municipal y una de las parciales soluciones fue levantar un mercado en las proximidades. El 4 de marzo de 1940 el Concejo rindió homenaje a Andrés F. Córdova, que accidentalmente había asumido la Presidencia de la República por la muerte de Aurelio Mosquera. El Presidente municipal, Abraham Barzallo, le pidió una asignación para el Mercado Central, como también se lo llamaría. El espacio para esta obra, de 5.163 metros, entre las calles Larga (entonces Presidente Córdova) y General Torres, era propiedad de la Curia, a la que se adquirió por 70 mil sucres, pagados cinco mil de inmediato, 10 mil en sesenta días y lo demás en dividendos semestrales. Por entones en esta plaza funcionaba una pileta que surtía de agua al vecindario y también se había erigido una columna con el busto de Víctor J. Cuesta.
 
Hasta pasados los años 70 del siglo pasado, dos bombas de combustibles funcionaban en la plaza: una en el ángulo entre las calles Córdova y Padre Aguirre y otra en el ángulo entre las calles General Torres y San Francisco, donde aún quedan las estructuras cambiadas a otros usos.
 
Tras largos procesos burocráticos y crisis financieras el mercado, que acabaría llamándose 10 de Agosto, se inauguró el 3 de noviembre de 1953, pero aunque desde entonces se dejó de expender la carne en la intemperie pública, tampoco se remediaron todos los problemas de la plaza, que continuó y sigue funcionando con un desorden que no han podido superar las administraciones municipales de las últimas seis décadas. Varios intentos por organizar las ventas y remodelar la plaza fracasaron por la resistencia de los comerciantes o las presiones políticas. 
 
En 1957 el arquitecto Jorge Roura presentó un proyecto de remodelación de la plaza, con motivo de celebrarse el cuarto centenario de la fundación de Cuenca. La propuesta, acompañada por una simulación artística, dio lugar a la última intervención  en el lugar, hace 57 años. 
 
 
La próxima intervención
La administración del alcalde Paúl Granda ha decidido intervenir en la plaza San Francisco, para remodelarla con un proyecto que sin dejar la vocación mercantil sea una solución arquitectónica y de servicios para beneficio de los usuarios y de la ciudad patrimonio cultural de la humanidad. El tema no es ajeno a la polémica.
 
El 2 de mayo la Comisión de Áreas Históricas y Patrimoniales, integrada por dos concejales y representantes de la Universidad, juntas parroquiales, de la ciudadanía y del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural, aprobó el proyecto, dejando abierto un lapso de 90 días para preparar el plan de gestión por aplicarse,  con regulaciones del funcionamiento del comercio ocasional, áreas culturales, sociales y cívicas.
 
Cuatro inmuebles serán restaurados: la sede de las juntas parroquiales, el Pasaje León, un área donde se adecuará un salón auditorio y la casa Ullauri. Se decidió eliminar el proyecto de parqueadero subterráneo, para dejarlo uno superficial para 77 vehículos. En dos subsuelos se instalarán los 140 puestos de comercio que actualmente ocupan espacios dispersos de la plaza. 
 
Habrá un área especial donde se ubicarán ciertos negocios que forman parte de la tradición popular desde tiempos inmemoriales: los puestos de cohetería, de hierbas medicinales, de cacerolas, de botas de caucho, de ungüentos y hasta de los oráculos populares con la típica lora adiestrada para leer la suerte de la gente.
 
La concejal Monserrath Tello, que preside la Comisión de Áreas Históricas y Patrimoniales, afirmó que el proyecto está aprobado, pero en los próximos tres meses se perfeccionarán aspectos que tienen que ver con la socialización, acogiendo las iniciativas orientadas al mejor aprovechamiento de este sitio con valor histórico íntimamente relacionado con la vida del centro histórico de la ciudad.
 
La Municipalidad de Cuenca dispone de ocho millones de dólares, con un crédito del Banco del Estado, para financiar las obras previstas en la plaza.
 

 

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