Por Yolanda Reinoso
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El paisaje del cañón se caracteriza por estructuras rocosas rojizas cuya intensidad aumenta o disminuye según la luz solar. La profundidad parece ahondarse aún más desde el punto culmen del puente suspendido a 268 metros. Abajo, el caudaloso río Arkansas canta con toda fuerza y es ancho y rápido en su fluir, pero desde arriba, parece un riachuelo y apenas se oye el rumor de sus oleadas contra las rocas |
El vértigo acompaña hasta al más audaz al momento de cruzar el puente Royal Gorge, la principal atracción del parque turístico que lleva el mismo nombre en Canyon City. Hasta el 2001 era el puente construido a mayor altura en el mundo, aspecto que no es para nada lo único que resaltar de los parajes que lo rodean.
Como no es raro en el bello estado de Colorado, el paisaje que ofrece este cañón se caracteriza por estructuras rocosas rojizas cuya intensidad aumenta o disminuye según la luz solar. La profundidad del cañón parece ahondarse aún más desde el punto culmen del puente suspendido a 268 metros. Abajo, el caudaloso río Arkansas canta con toda fuerza y es ancho y rápido en su fluir, pero desde arriba, parece un riachuelo y apenas se oye el rumor de sus oleadas contra las rocas, puesto que se pierde entre el silbido del viento que corre siempre a gran velocidad, ayudado por las paredes del cañón.
Por tratarse de un parque protegido, no es raro ver paseando ejemplares silvestres de venados por los alrededores, animales que por cierto son de una belleza apacible y que, pese a la constante presencia de gente, no acaban de habituarse y tienden a huir en cuanto perciben miradas curiosas, perdiéndose entre los árboles conocidos coloquialmente como “siempreverdes”, que además son un icono entre la vegetación de Colorado.
Sin embargo, ni lo impactante de un paisaje natural así combinado con lo admirable de una estructura como la ya descrita, pueden sustraerse al aspecto histórico del lugar, pues por siglos, antes de que los primeros misioneros españoles llegasen a explorar dichas tierras, éstas eran el camino conocido de los indios Ute y de otras tribus que convivían con las manadas de búfalos que emigraban según el cambio de estación.
Para ir incluso más lejos en el tiempo, con un poco de imaginación no es difícil visualizar el milenario paisaje habitado por dinosaurios. Los hallazgos que hacen indiscutible su paso por el área mantienen hasta hoy ocupados a paleontólogos.
Una representación temática permite revivir lo que habría sido la época de colonización, cuando las tribus indias se retiraron después de muchas luchas y dejaron que grupos de europeos ocupasen libremente lo que hasta entonces fue su hogar. Igual que ocurrió en el resto de América, se puede ver que los colonizadores cambiaron la faz misma del terreno, empezando con el labrado, la plantación de especies foráneas y la deforestación de tierras que, de por sí, no son muy fértiles ya que el suelo de Colorado se caracteriza más bien por una aridez muy pronunciada.
Dada la profundidad del cañón, la administración municipal ha sabido aprovechar este regalo de la naturaleza para atraer turismo y, en consecuencia, estimular el crecimiento económico de una ciudad que, de otra manera, quizá se habría perdido hace rato en el mapa estadounidense, a pesar de ser un pueblito montañoso encantador como tantos otros que abundan en el país norteamericano.
Un teleférico es la opción para quienes el cruce por el puente peatonal resulta un desafío a los nervios, y si por el contrario se trata de aventureros que no le tienen miedo a las alturas, sino más bien disfrutan de la sensación de vivir una caída libre, un sistema adecuado con cuerdas flexibles lanza al que se arriesgue hacia el río a una velocidad de 80 kilómetros por hora. Nada se ha desaprovechado, pues hasta los rápidos fluviales son motivo de aventura para quienes gustan del “rafting”.
Cuando visité este hermoso espacio, me di cuenta de que el común denominador de los atractivos naturales en Estados Unidos, es que jamás se escatiman gastos en la protección del sitio; no se trata sólo de buscar prosperidad económica, sino de preservar una real herencia ancestral. Esta visión parece haber comenzado a calar en nuestra mentalidad, sobre todo en los últimos años, y dado que la naturaleza en Ecuador no ha sido menos pródiga, ojalá valga esta referencia como inspiradora.