La ciudad está bonita. Da gusto caminar por sus calles del casco histórico, ver los adoquines conservados, las aceras cuidadas. Incluso, es interesante ver algunas tiendas que continúan con el mismo negocio, en la misma dirección, lo que indica que la economía va bien.
El periodista brasileño Elson Rezende vivió en Cuenca entre 1983 y mediados de la década de los 90 del siglo pasado, contratado por la Universidad para dirigir la Escuela de Periodismo en sus primeros tiempos. Se vinculó a la Revista AVANCE, en la que escribió artículos y publicó caricaturas e historietas aun después de retornar a su país, a comienzos de la década pasada. En enero le invitó la Universidad para rendirle un homenaje junto a otros directivos de la Escuela de Comunicación Social y fue una oportunidad para el reencuentro con AVANCE. Así nació el artículo que aquí se acompaña. (N.de la D.)
Después de algunos años, en enero de 2013 estuve en Cuenca, que nunca ha dejado de ser la ciudad acogedora que conocimos en la década de los 80 del siglo pasado. Ciertamente, ha crecido y debe presentar las incomodidades que siempre vienen junto con el crecimiento, como queda evidente con tantos vehículos en las calles y vías que circundan la ciudad de los cuatro ríos.
Y vimos que el Tomebamba continúa el mismo, con sus aguas tratadas en el mismo volumen de siempre, con las márgenes verdes, y el Barranco conservado, iluminado, contando sus historias y recuerdos. Del otro lado del río, la Universidad de Cuenca, la famosa universidad estatal de nuestras vidas, marca su espacio, con el bullicio de la juventud que se forma, y con obras por doquier.
Cuenca está bonita. Da gusto caminar por sus calles del casco histórico, ver los adoquines conservados, las aceras cuidadas. Incluso, es interesante ver algunas tiendas que continúan con el mismo negocio, en la misma dirección, lo que indica que la economía va bien. Se siente que hay una organización de la ciudad, que responde al título de Patrimonio Cultural de la Humanidad, verdaderamente merecido.
La ciudad tuvo que prepararse para recibir el título, nos cuentan, lo que no le debe haber costado tanto, ya que Cuenca ha tenido buenos alcaldes, y su gente mantiene en alto el cariño por su tierra, el orgullo del rincón que hacen hincapié en demostrarlo a los visitantes.
La pareja María Eugenia Estrella y Julio Álvarez no huye a la regla; orgullosos por su ciudad nos guían en recorridos por sus calles, principalmente en las afueras de la ciudad, un periplo un tanto sentimental también, cuando pasamos por donde vivimos en los últimos años, por la casa en que nació nuestro hijo cuencano. Y así vemos lugares distantes y rurales ahora adornados por funcionales habitaciones, que reproducen el estilo cuencano de morar y vivir.
Fuimos a Turi, para tener una visión más precisa del crecimiento de la ciudad, hacia todos los lados. Nos impresiona a nosotros porque años atrás del mismo lugar vimos otra ciudad.
Claro que el crecimiento por sí mismo no es gran cosa. Es hasta inexorable en cualquier ciudad que mantiene sus actividades cotidianas y su economía flotante. Lo que no es el caso de Cuenca, me parece, porque la ciudad ha sabido crecer (y si revisamos algunos reportajes en esta misma revista Avance, podemos apercibirnos de ello, al final la revista es expresión viviente da la ciudad).
La ciudad no se ha parado en el tiempo. Es progresista en más de un sentido y lo constatamos en los días, pocos días, que ahí estuvimos. No vive folclorizando sus costumbres y busca modernizase no solo en las apariencias. Así, los mercados toman otra cara, organizados y limpios, sin concesiones a lo meramente populoso.
Cuenca ha dejado de ser una ciudad pequeña para asumirse como metrópoli, manteniendo, todavía, sus raíces.
Caballero de buenos recuerdos
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El distinguido caballero en la foto del afiche turístico tiene nombre y apellido: es don Luis Aurelio Cabrera que, especializado en instrumentos de teclado, como piano, acordeón, fue profesor de música de la Escuela Daniel Hermida y del Colegio Daniel Córdova Toral. Ha fallecido en septiembre de 2008, a los 76 años, dejando 4 hijos, Teresita, Lola, Vicente y Laura, 9 nietos y 4 bisnietos.
Don Luis Aurelio encabezaba una de las primeras familias con las que tuvimos contacto en los inicios de nuestra estadía en Cuenca, cuando empezamos a conocer, entre otras cosas, la culinaria cuencana y el acento cuencano, hombre!. Y en el afiche, está la casa donde hemos vivido, también, en un departamento en el predio a la izquierda, de ladrillos a la vista.
El afiche de la Fundación Municipal de Turismo del gobierno local de 2005-2009, adornaba una de las paredes del hotelito en que nos hospedamos en Cuenca, en estas casas antiguas refaccionadas con buen gusto para tal fin. Por el destaque que se da a la figura de don Luis, lo más pertinente era identificarlo como uno de los buenos cuencanos antiguos que pasearon por su ciudad.
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