Por Marco Tello

Marco Tello La pregunta sobre el envejecimiento de los vocablos ya fue planteada hace 478 años en el “Diálogo de la lengua” de don Juan de Valdés. Las formas que no resisten el peso de los siglos son pronto remplazadas. El cambio, inherente a la condición humana, afecta a todas las manifestaciones culturales. Hace unos años, en “El informe de Brodie”, Borges observaba que las máquinas de escribir echaban a perder el arte de la caligrafía        

Tras un arduo lidiar con el insomnio, don Gabriel Alero fue reconociendo al personaje que ya lo había visitado en otros sueños. 
 
-Te buscaba -le dijo- porque me has conmovido con la orfandad de tu pretérito (aludía sin duda a una frase estampada en este mismo lugar hace un par de meses). 
 
-¿Esa forma temporal –preguntó don Gabriel- que expresa una acción anterior a otra acción pasada, con una inmediatez anunciada por un adverbio? Quería yo decir que aquella forma se vacía de sentido si carece de una referencia a otra acción pasada.
 
-Sí. Te referías al pretérito anterior, un tiempo verbal de esmerada precisión. 
-Una forma desusada hoy, inhabitual, diría, aun en la expresión literaria.
 
-¿Es que también las formas verbales envejecen? –inquirió el visitante, y don Gabriel aprovechó la ocasión para explayarse:
 
-La pregunta sobre el envejecimiento de los vocablos –dijo- ya fue planteada hace 478 años en el “Diálogo de la lengua” de don Juan de Valdés. Las formas que no resisten el peso de los siglos son pronto remplazadas. Es el caso del pretérito anterior. El cambio, inherente a la condición humana, afecta a todas las manifestaciones culturales. Hace unos años, en “El informe de Brodie”, Borges observaba que las máquinas de escribir echaban a perder el arte de la caligrafía.   
-Es verdad cuanto has dicho –asintió el visitante-; pero tengo la idea de que fue siempre ocasional el empleo del pretérito anterior, aun en la lengua literaria. En el “Lazarillo de Tormes” (1554), talvez no se halle más de un par de veces: “…y después que los huéspedes y vecinos le hubieron rogado que perdiese el enojo y se fuesse a dormir, se fue…”  (p. 87).  “… puso la cruz encima la lumbre y, ya que hubo acabado la missa y echada la bendición, tomóla…” (p.  95).
 
Medio siglo después –siguió precisando-, el Quijote lo empleó asimismo parcamente. Además del adverbio inicial, Cervantes lo anteponía también al verbo principal: “… y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció:…” (“Don Quijote de la Mancha”, RAE, 2005, p. 56). “…
 

 

aún no hubo  andado una pequeña legua cuando le deparó el camino, en el cual descubrió una venta” (p. 137). “Mas apenas hubo salido de la venta, cuando le  vino  al  cura un pensamiento:” (p. 258). “Apenas hubo oído esto el moro, cuando con una increíble presteza se arrojó…”  (p. 431). “…apenas hubo oído dos  versos que el que cantaba iba persiguiendo, cuando  le tomó un temblor…” (p. 447). “… no se hubo movido tanto cuanto,  cuando se desviaron los juntos pies…” (p. 456).
 
-El arte de traducir –prosiguió- no ha desdeñado aquella precisión. Así, en el “Satiricón”, de Petronio: “Pero en cuanto nos hubimos atracado con la cena que había dispuesto la diligencia de Gitón, nuestro portal retumbó…” (Salvat, 16, 17). “Cuando hubo dicho estas palabras, comenzó este cuento:” (70). “En cuanto Trimalción, por no ser menos, hubo imitado unas trompetas, se volvió…” (73). “Cuando hubimos dado cuenta de las tapas preparadas, dijo Trimalción…:” (87). Y en Poe: “Tan pronto hube visto esta carta llegué a la conclusión de que tenía…” (“La carta robada”, Salvat, 123). 
 
Don Gabriel, que dormía fascinado, procuraba retener aquello que al pertenecer al presente ilusorio de los sueños se desvanecería irremisiblemente con ellos.
 
-Ya que mencionaste a Borges –continuó el visitante-, yo no recuerdo haber hallado un solo pretérito anterior en lo que hasta hoy he leído de su obra narrativa. 
 
-Talvez no cabe en el espacio borgiano, concebido como el punto en que convergen todos los demás puntos del cosmos –atinó a reflexionar don Gabriel. 
-Quizás no cabe en una temporalidad regida por la idea de un presente que para él es un simulacro de otros presentes anteriores  -fue lo último que dijo el visitante.
 
El sol jugaba en las ventanas cuando don Gabriel abrió los ojos. Tenía la sensación de que retornaba de algún presente anterior a donde –según había leído en Borges- nos lleva la zona cerebral que sueña, cada vez que la otra zona del cerebro duerme.
 
 
 
 
 
 
 
 

 

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