Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora Cultivó las capacidades dadas por la vida: sensibilidad a flor de piel, inteligencia meridiana, erudición respecto a la cultura, las leyes, al Derecho Internacional, jurista de dotes innegables…
 
La muerte es un fenómeno natural de la vida, que sin embargo nos desconcierta y entristece por aquello que tiene de término, de final insoslayable, de última campanada, de pitazo final... Más para quienes somos creyentes, es la transformación en la que pasamos de una condición finita y perecible a otra inconmensurable, relacionada con el descanso, el sosiego, la insospechada eternidad.
 
Alfonso Barrera Valverde  (1929-2013) fue de aquellas personalidades que supo orientarse hacia el cultivo de las capacidades que le fueron dadas por la vida: sensibilidad a flor de piel, inteligencia meridiana, erudición admirable con respecto a la cultura, las leyes, al Derecho Internacional, jurista de dotes innegables.
 
La poesía fue quizá el género con el que más se identificó, por esa virtud y ejercicio intelectual que tuvo de transfigurar sus sentimientos, inquietudes y aspiraciones en mensajes conceptuosos y profundos, relacionados con las cuerdas más íntimas de su sentir y pensar. Desde su primer libro “Primera Floración”, de 1950, escrito a los 21 años, y los seis tomos que nos llegaron después, acusó un estilo original para formular con sabiduría y sentimiento los conceptos secretos de su espíritu.
 
Fue parte del Grupo “Umbrales”, formado por espíritus tan excepcionales como César Dávila Torres, Alicia Yánez Cossío, Eduardo Villacís Meytaler. Con este último compartió honores al publicar el libro de poesía “Latitud Unánime”, el año de 1954, obra que los consagró en el campo de la Literatura. Miguel de Unamuno dice en uno de sus pensamientos: “la estética es cosa de sensibilidad, la poesía es cosa de la pasión”, frase que parece interpretar ese grado mayor que acusó Barrera en toda su producción literaria.
 
Fue además novelista, autor de tres obras que son testimonio de esa vocación de crear, recrear y llegar al espíritu humano: “Dos Muertes en una Vida”,1971; “Heredarás un mar que no Conoces y Lenguas que no sabes”, año 1978 y “Sancho Panza en América” año 2006. Libros que se caracterizan por llevar títulos originales, diferentes, de trascendencia conceptual, con un mensaje implícito en sí mismos. La ironía, el comentario agudo, los pensamientos profundos, los caracterizan.
 
La literatura Infantil ha tenido en él a un alto exponente de la especialidad con su libro “El País de Manuelito”, que hoy resulta un clásico en su género y que está destinado a los niños de su patria. Trasunta la ternura que siempre le despertaron los pequeños. Es una publicación que ha circulado exitosamente en América y en España.
Diplomático, conocedor del Derecho Internacional, escribió en 1974 el volumen “Hombres de Paz en la Lucha”, sobre el conflicto internacional con el Perú el 1974, cuando en su calidad de Canciller del Gobierno del Presidente Jaime Roldós Aguilera tuvo un rol protagónico en Washington. Sus planteamientos defienden las razones y argumentos que sostuvo el Ecuador durante el conflicto en los foros internacionales.
 
Como Miembro del grupo América fue característica su presencia en todas las actividades de la institución, siempre animosa e interesada en los temas que los diferentes miembros suelen tratar, llevado de un espíritu de colaboración, con ideas nuevas y originales. Hasta hace poco, en el mes de julio último, nos acompañó en la sesión mensual realizada en casa de una de nuestras socias más jóvenes, Corina Dávalos, y durante ese evento dejó escuchar su pensamiento con respecto a los múltiples temas que nos inquietaban y sobre todo a los cuentos de Raúl Pérez Torres. Tuvo, como siempre, observaciones inteligentes, agudas, con esa lucidez y claridad que lo definieron hasta el fin de sus días.
 
Ha sido su compañera Julia Altamirano Silva, la esposa ideal, que supo compenetrarse con sus ideales y su vida, acompañarlo con esa intuición e inteligencia muy propias de su persona que la han mantenido siempre a la altura de las posiciones singulares que tuvo su marido y las incidencias de una carrera diplomática exitosa, eficiente, sobre todo cuando le correspondió cumplir misiones tan significativas como España, Argentina, Canadá, Alemania, entre otras.
 
Queremos decirle adiós, en nombre de sus amigos y de quienes hacemos el Grupo América, destacar su personalidad robusta y diferente, reservarnos el privilegio de rendirle un homenaje especial que nos recuerde aún más lo que significó su paso por la vida.
 
 

 

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