Por Julio Carpio Vintimilla
Señor, Dios nuestro, haz que nosotros siempre tengamos la razón; porque Vos bien sabes que nosotros nunca cambiaremos de idea…. (Oración atribuida a los aragoneses, a los vascos, a los escoceses…)
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Cayó el Muro de Berlín; hecho que, prácticamente, le puso fin a la Guerra Fría. Se liquidó la Unión Soviética; hecho que, simultáneamente, terminó con el Imperio Ruso y demostró, muy a las claras, que el comunismo no era factible. Se instauró, en la China, el llamado capitalismo leninista; hecho inesperado, paradójico y un poco increíble, pero completamente real y sorprendentemente exitoso. Europa se unificó; acabó, en buena medida, con las guerras intestinas; y llegó a ser, en conjunto, una economía más grande que los Estados Unidos. Estos últimos se extraviaron; se metieron en guerras ruinosas; y, así, perdieron un poco, o un mucho, su autoconfianza, su atractivo, su importancia y su ejemplaridad. Hoy en día, los modelos sociales del mundo son, más bien, países medianos y pequeños: Canadá, Australia, Suiza, Finlandia, Noruega, Nueva Zelandia… El Mayo Francés del 68 fue un singular anuncio de nuevos tiempos; un relámpago rebelde y libertario… Apareció la economía solidaria del banquero Yunus: 200 millones de personas obtuvieron pequeños créditos y salieron de la pobreza en la India y Bangladesh… Y, sin embargo, -- a pesar del cúmulo de los enormes cambios -- la izquierda radical latinoamericana sigue siendo la misma de los años sesenta y setenta del siglo pasado… La misma; con la misma cruda, dura y casi exacta mismidad.
El Imperio, el capitalismo, el neoliberalismo son la secularización del Maligno, del Demonio; es decir, sólo unas ideas muy pobres y unos simples prejuicios, basados en una tosca superstición religiosa…
La mentalidad dictatorial -- como la democrática -- tiene unas bases sicológicas casi imposibles de modificar… (Genio y figura, hasta la sepultura. Aquí está la fundamental dicotomía política de los humanos)
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Y, en este punto, -- para ir explicando la cuestión --examinemos una de las más notorias y definidores características de la dicha izquierda: la lista de sus negatividades. La izquierda es antiburguesa (contraria a la clase media); es antioligárquica (contraria a las clases dirigentes); es anticapitalista ( hasta enemiga de las ganancias legítimas); es antiimperialista (salvo cuando se trata de la China continental o de Rusia…); es anticonservadora (censura las buenas tradiciones y la evolución social); es antiliberal (contraria a la tolerancia y el pluralismo); es antifascista (sólo en la palabra, no en el espíritu); es antisemita (aunque a veces lo niegue y, con frecuencia, lo disimule); es antirreformista (contraria a los cambios enérgicos; por considerarlos sólo parciales o insuficientes); es antirrepublicana (contraria al juego de poderes y al establecimiento de controles); es antidemocrática (enemiga de la democracia occidental); es antisocial y antihumanista (predica la lucha de clases y estimula, en general, otros conflictos); es antirrealista (cree en varias utopías; la del hombre nuevo, por ejemplo)… / Bueno, ¿no son éstas excesivas, demasiadas negatividades? ¿No son demasiados, excesivos rechazos? ¿Y no es semejante negatividad amplísima, justamente, una de las principales causas de su inmovilismo ideológico, de su inadecuación al mundo de hoy? ¿No se ha olvidado la izquierda de aquel bueno y sano consejo de la vida y de la política: Hay que ser positivo…? Hay que ser pro algo; hay que estar a favor de algo o de muchos algos… De otro modo: En nombre de la defensa de un proletariado obsoleto o de unos pobres abstractos e indefinidos, no se puede estar en contra de los dos tercios políticamente sensatos de la humanidad… En contra del sentido común, de la inteligencia, de la sensibilidad, de la concordia, de la paz… ¿No debiera, pues, la izquierda, en este asunto, usar un poco más la cabeza; y talvez, también, la imaginación y el corazón…?
Y, ahora, -- para rellenar el tema -- juntemos, un tanto al azar, ciertas explicaciones centrales y laterales. El nacionalismo es nada más que el sentimiento tribal, el espíritu de cuerpo, el instinto gregario. (Eso que hace que unos ecuatorianos, rectores de universidad, alienten cándidamente a LA TRI o canten PATRIA, TIERRA SAGRADA.) El caudillismo es la sacralización y la viciosa exaltación del liderazgo. (El caudillo es una mezcla del Mesías, de un Rey Mago, de Clark Kent, de Papá Noél, de Don Quijote, del Gran Hermano, de Robin Hood, del Chavo del Ocho; del patrón bueno, del padre severo, de una hada madrina… Dentro de esta amplia gama de posibilidades, haga usted una receta personal, a su gusto y su capricho.) El Imperio, el capitalismo, el neoliberalismo son la secularización del Maligno, del Demonio; es decir, sólo unas ideas muy pobres y unos simples prejuicios, basados en una tosca superstición religiosa… La mentalidad dictatorial -- como la democrática -- tiene unas bases sicológicas casi imposibles de modificar… (Genio y figura, hasta la sepultura. Aquí está la fundamental dicotomía política de los humanos.) Las actitudes estatistas han sido explicadas, recientemente, por la Sicología evolutiva. Están como en el chip de un considerable grupo de personas. (Son básicamente irracionales. Habrían nacido entre los cazadores y los recolectores; en una lejana época en la que no había ni mercados, ni refrigeradoras…Y la junta y el reparto de lo obtenido hoy -- en una pequeña tribu de unas decenas de personas -- podía asegurar, en buena medida, la obtención del alimento de mañana…) En fin…
Cerremos el asunto con una anécdota. En un grupo, -- que integramos en forma ocasional -- se hablaba de la ya famosa autocrítica de Eduardo Galeano. (Sus VENAS ABIERTAS… -- había dicho él -- era un libro pesado, parcial, flojo y anticuado… ¡Ah, caray!) Entonces, una señora intervino: Bueno, bueno, ese Galeano puede decir ahora cualquier cosa… Pero las venas de América Latina siguen abiertas…/ Eso afirmó, suelta y rotundamente. Y, así, ella resultó ser el símbolo exagerado de todo lo que aquí hemos estado diciendo: Más galeanista que Galeano… ¡La yapa que necesitábamos!