Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Una resolución acertada busca reducir la importación de bienes suntuarios por 800 millones de dólares: nos hemos tornado sofisticados en costumbres de vida foráneas, con inversiones baladíes no imprescindibles
 
 
 
Dos novedades captaron la atención en enero: la primera, las medidas gubernamentales que buscan frenar el ingreso de bienes suntuarios al país e incentivar la manufactura nacional. Y la segunda, la mala calidad de los productos nacionales que consumimos.
La primera es la resolución 116 del Comité de Comercio Exterior, que prohíbe importar alimentos procesados, como leches, quesos, carnes “curadas”, te verde, jamones, aceites, yogures, hojas de laurel e insumos para la vivienda. Y  artículos de uso personal, como shampoos, dentífricos, perfumes, lacas, cosméticos, etc. Un total de 293 productos para los que destinó el Ecuador 1.657 millones el año 2013.
 
La disposición  ha despertado inquietud en los exportadores, quienes consideran innecesaria la exclusión de ciertas partidas que suponen materias primas o bienes de capital, lo que  repercutiría en la producción nacional y generaría obstáculos para la exportación. Además, quienes se dedican al negocio inmobiliario, bastante caro, también están inquietos, porque se prohíbe entregar cuotas adelantadas de pago por el bien y se dispone constituir fideicomisos  para proteger el dinero de los clientes.
 
La resolución es acertada, porque busca reducir en este año las importaciones de bienes suntuarios por la suma de 800 millones de dólares y porque los ecuatorianos nos hemos tornado cada vez más sofisticados en costumbres y formas de vida foráneas, que imitamos, y que generan inversiones baladíes que no son imprescindibles. Se trata también de estimular la compra de bienes y servicios a los proveedores locales y  sustituir operaciones innecesarias para nuestra economía. Es decir, un mecanismo idóneo,  no arancelario, para evitar el ingreso de productos que pueden fabricarse en el país.
 
La segunda, es un tema que requiere la atención oficial: la calidad de los alimentos nacionales que consumimos, no siempre satisfactoria y sin control oficial.
 
Por ejemplo, podríamos mencionar el caso de  las legumbres, frutas, granos y verduras, que no siempre son frescos o empiezan un proceso de maduración.
 
Caen en este defecto los plátanos verdes, maqueños y ciertos productos de estación, como la papaya y la sandía. Los aguacates se ofrecen totalmente verdes aunque haya un letrero que diga “maduros”...  El tomate de árbol y las naranjas vienen con manchas oscuras en la cáscara, seguramente  alguna plaga, y sus jugos son amargos y desagradables. Las frutas en conserva, no  importadas carecen de buen sabor. Y hemos constatado mermeladas mezcladas con gelatina. Las gelatinas, de sabores diversos, exageran el gustillo artificial. Los jugos procesados tienen en Nestlé el mejor ejemplo, conservan casi todas las propiedades de los naturales... De los yogures, me quedo con el “Kiosco”. La repostería, exhibe tortas ornamentadas con cremas y azucarados blancos, una de las causas de la obesidad de las personas y poco atractivos al paladar. En cuanto a galletas, hay que lamentar su fragilidad y pérdida de calidad: apenas se tocan se deshacen, carecen de consistencia, y se expenden  en envases también rompibles. Sobre las carnes y su variedad, hemos tenido la desagradable sorpresa de que esos paquetes que generalmente venden los supermercados, y que consumen quienes tienen negocios pequeños  para la reventa, están en mal estado...  Y casi siempre las “ofertas” tienen fechas caducas. El pan, requiere mejor calidad, sobre todo en la grasa que  se utilizan para su elaboración. Es decir debe alentarse la producción nacional y mantener un control riguroso de la calidad  y la  presentación, mayor asepsia en su manejo y forma de exhibición, pensar que de las impresiones buenas o malas que sufra el comprador dependerá la demanda o rechazo de la oferta. 
 
Tenemos en el Ecuador la oficina de Defensa del Consumidor y hasta una publicación periódica de ese organismo, ¿por qué no se constatan estas realidades que diariamente están a la vista de todos? Los ecuatorianos somos muy condescendientes y poco “protestones”. Además, los monopolios deben terminarse, falta la natural emulación entre productores y empresarios para estimular la calidad. Dos realidades que vivimos y que requieren atención y transparencia.

 

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