Por Eugenio Lloret Orellana
No se puede hacer una revolución eliminando una consulta popular y deslegitimando un recurso democrático que buscaba no explotar petróleo del Yasuní y para que se respete los Derechos de la Naturaleza conforme manda la Constitución. | |
Los argumentos tecnocráticos utilizados por el Consejo Nacional Electoral ( CNE ) en complicidad con el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social para rechazar miles de firmas de los Yasunidos y bloquear una consulta popular que pretendía dejar el petróleo del YTT bajo tierra significa una derrota disfrazada de democracia y libertad y un duro golpe a la participación social, particularmente para la juventud estudiosa del Ecuador que, con sobrada energía y entusiasmo protagonizó en todo el país la recolección de más de setecientas mil firmas, que de golpe y porrazo, fueron reducidas a una mínima expresión por el utilitarismo político en el poder y el cáncer economicista que hoy está destruyendo todas las comunidades de la tierra en nombre de la rentabilidad y de la calidad de vida.
Parece que nos estamos preparando para una última derrota, como en la época en que cantábamos: “Todo está muy bien, señora Marquesa…“. Hoy, todavía no hemos comprendido que poco a poco, carecemos de pertenencia, sino que nos presentaron el Yasuní como un signo de progreso.
La historia desde hace más de dos siglos, nos muestra que las rebeliones y las guerras jamás se hacen en nombre de un ideal abstracto, sino para defender una realidad concreta: el derecho a defender el medio ambiente, el derecho de pertenencia, el derecho del hombre cultural, el derecho de las etnias.
Los miles de jóvenes que se tomaron la molestia de promover la defensa del Yasuní muestran ahora una profunda decepción y rabia, se sienten marginados de la escena socio política como actores de cambio y repudian la actuación del Consejo Nacional
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Electoral al tiempo que dan por concluida su implicación política con Alianza País debido a la inconsistencia y contradicciones del Gobierno frente a un proyecto en marcha que desde ahora crea temor y desconfianza ante la falta de respeto a la naturaleza y los territorios amazónicos de los pueblos indígenas, incluyendo aquellos en aislamiento voluntario, para quienes el territorio es garantía de supervivencia.
No se puede hacer una revolución eliminando una consulta popular y deslegitimando un recurso democrático que buscaba no explotar petróleo en el Yasuní y que se respete los Derechos de la Naturaleza conforme manda la Constitución.
En contraste, a los jóvenes se les prepara, se les forma, se les recluye, se les castiga y, pocas veces, se les reconoce como otro. En el mejor de los casos, se los considera como sujetos con posibilidades de tomar algunas decisiones, pero no todas, con potencialidades para el futuro pero no para el presente, su integración y protagonismo social.
La presencia protagónica de los jóvenes en los Yasunidos debe ser aplaudida, apoyada sin condiciones, tal y como muestran una y otra vez los trabajos sobre su participación en cuestiones relacionadas con la solidaridad cívica, la ayuda a los desfavorecidos, las causas medio ambientales y otras posibilidades que les ofrecen las situaciones en las que viven para gestionar sus proyectos vitales y ensayar diversas formas de integrarse a la sociedad, afrontando, desde luego, los obstáculos estructurales que dificultan su acceso a posiciones de protagonismo social.. Negarles su participación sería alentar la apatía y alienación política, un mal que se difunde entre las democracias latinoamericanas que puede ser interpretada como un augurio de su grave crisis de legitimidad.
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