Por Julio Carpio Vintimilla
Los nexos entre religión y política son viejos en América Latina. Los Mayas, Aztecas e Incas constituyeron, en lo esencial, sociedades teocráticas. El laicismo se inició con los filósofos griegos y, con lentitud, sigue avanzando hoy. La cruz -- junto con la espada y la ley -- llegó a estas playas en las pequeñas naves de Colón |
Los barbudos de Fidel -- cuando bajaron de la Sierra Maestra -- llevaban al cuello unos escapularios de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba. Eso ocurría en un ya lejano año 1959. Por ese mismo tiempo, el Che Guevara -- con notable agudeza y penetración -- comentó que cuando los católicos latinoamericanos fueran revolucionarios, la revolución regional estaría hecha… Bueno, en ese entonces, semejante afirmación podía parecer el colmo del pensamiento desiderativo. (Sobre todo, en vista del contemporáneo y sobado estereotipo del comunismo ateo; y de los iniciales desacuerdos entre los neorrevolucionarios y la iglesia de su país.) Pero, en verdad, -- como en varias importantes ocasiones -- el argentino examinaba bien su campo de acción; y evaluaba, con bastante acierto, las probabilidades y perspectivas de su causa. En efecto, los aconteceres posteriores demostrarían que el catolicismo y el marxismo latinoamericanos podrían tanto oponerse como identificarse. (Todo iba a depender de ciertas diversas y específicas condiciones; y, hasta, en cierto grado, de las personas involucradas y del azar de los sucesos.) Y, así, incluso la extravagancia teórica llegó a tener su espacio; aquí, un gran ejemplo: la llamada Teología de la Liberación. (Uno de los escasos “aportes” nuestros al pensamiento revolucionario. En esencia, una intención política obvia -- en la línea del diagnóstico de El Che -- asociada con una enorme confusión conceptual. Veamos. ¿No es la Teología el estudio de la divinidad? La liberación, ¿no es el conseguimiento de la libertad? ¿Qué tenían que ver los curas militantes con la libertad como un grande valor civil? ¿Y no estaban ellos pidiendo, acaso, muy principalmente, la igualdad social y económica? / ¡Caray, qué bodrio! Recordamos, a propósito, el ocurrente sentido común de los ecuatorianos de la Sierra: Oye vos: ¿qué quieres decir, para darte diciendo?)
Al grano. Los nexos entre la religión y la política son viejos en América Latina. Los Mayas, Aztecas e Incas constituyeron, en lo esencial, unas sociedades teocráticas. (Hecho común en los inicios de todas las civilizaciones. El laicismo -- que se inició con los filósofos griegos -- vendrá mucho después; y, con lentitud, sigue avanzando todavía en el mundo de hoy.) Y todos sabemos que la cruz -- junto con la espada y la ley -- llegó a estas playas en las pequeñas naves de Colón. Y muchos de nosotros hemos leído algo de las misiones jesuíticas del Paraguay; de las misiones franciscanas de California; y quizás también del Padre Las Casas…Mucho menos conocidos son, en cambio, hechos tales como la creación de las primeras universidades de América; el neto medievalismo de ciertas creencias, formas de culto y costumbres; las muchas simbiosis religiosas y culturales… Y menos conocida aún es la sociología religiosa latinoamericana. (Por ejemplo, el característico marianismo de nuestros católicos; que, desde luego, vino de España, pero, aquí, creció y se enriqueció. Por algo, La Guadalupana -- la gran virgen de México -- es la patrona de América y nuestro mayor símbolo religioso. Y, justamente por eso, la broma -- que tiene visos de seriedad -- de que hay latinoamericanos que no creen en Dios, pero no pueden dejar de creer en La Virgen…) Contra el fondo de estos antecedentes, hay que ver nuestras actuales deformaciones religioso-políticas.
Hay quienes usan, aquí, la religión para usar al pueblo y abusar del pueblo. Quizá, en algunos casos, nunca sabremos si lo hacen en forma intuitiva o calculadora. |
Y, en este preciso asunto, Correa resultó un verdadero diestro, casi un experto. El Presidente ecuatoriano tuvo desde temprano una educación católica. Ya joven, fue un destacado dirigente estudiantil en la Universidad Católica de Guayaquil. En algún momento, -- con una cierta vocación misionera -- hizo unos meses de voluntariado con los indígenas de los páramos de Zumbahua…Y parece que sus estudios en la Universidad de Lovaina lo marcaron, en lo político, en forma definitiva. (Quizás se metiera de lleno en los vericuetos y las neblinas de la antes mencionada Teología de la Liberación.) Con tales méritos, -- más la yapa prestigiosa de un doctorado en Economía en los Estados Unidos y un ejercicio académico en la exclusiva Universidad de San Francisco de Quito -- Correa pudo, más bien fácilmente, asumir el liderazgo supremo de un país atribulado. (Que estaba pagando el precio de unas equivocaciones seculares; y que sufría por las décadas recientes de enorme incompetencia y bastante corrupción.) Así y asá, el nuevo caudillo se ganó el apoyo entusiasta de los cristianos de izquierda, de los progresistas y de los revolucionarios; y neutralizó, muy eficazmente, a todos los “derechistas” y a los verdaderos demócratas, dispersos como casi siempre… En fin, queremos decir que, en el tembladeral ideológico correísta, el cristianismo es la única franja de terreno más o menos firme… (Cualquier parecido con Velasco Ibarra no es una simple coincidencia; es completamente natural y explicable.) Y, con esta robusta hoja de vida, paraeclesiática o curuchupa, habría que ser un adivino para saber, por ejemplo, qué pensará de Correa el muy sensato y popular Papa Francisco. Por lo tanto, en términos medievales, he aquí el caso notable de un príncipe habilidoso y de un Papa medio confundido… / Y aquí, obligatoriamente, por el espacio, nos detendremos.
Y terminamos. La política latinoamericana debe contar aún con la religión. Es que, en el gran tejido cultural latinoamericano, la Iglesia Católica puso numerosos hilos: la fe, la educación, el arte, la justicia social… (El último, según varios tratadistas, tuvo su lejano origen en la creencia cristiana de la igualdad de los hombres ante Dios.) Y, por otro lado, muy distante y muy distinto, hay que señalar la fuerza ideológica que aún tiene la dicha confesión mundial; y, también, su “posesión” del tiempo histórico, que parece sobrarle… (Al contrario de los simples gobiernos y, hasta, de los poderosos imperios.) Al caso: En el siglo XX, la Iglesia tuvo que esperar nada más que unas décadas para dejar en evidencia y en ridículo la altanería de Stalin: (¿Cuántas divisiones tiene el Papa?) Pues, resulta que tenía muchísimas. Pero ocurría que el terrible dictador soviético estaba mirando en una dirección equivocada; y, por ello, no podía divisarlas…