Las celebraciones patrias, al contrario de las campañas electorales o las controversias políticas, tienen la virtud de propiciar acercamientos ciudadanos inclusive de tendencias ideológicas opuestas: el civismo auspicia fraternidad y buenos entendimientos.
En este mes conmemorativo de la independencia de Cuenca, se vislumbran auspicios para superar posiciones de rivalidad política terminadas tras las elecciones de febrero. Fueron comprensibles las diferencias en esas circunstancias, pero no son justificables luego de que el pueblo ha tomado decisiones que deben respetarse.
Cuenca es ciudad pujante y además luce hermosa a estas alturas de su historia. Hasta ahora su desarrollo y bienestar han sido, fundamentalmente, resultado de esfuerzos propios de su gente, pero no puede desconocerse el aporte del actual Gobierno en su beneficio: además, como nunca, en altas responsabilidades del país están personajes de esta ciudad, lo cual no solo es mérito de ellos, sino también actitud plural del Gobierno.
Las autoridades de elección popular de Cuenca y del Azuay están en tiempos iniciales de su gestión y la celebración independista es ocasión para pedirles que abran su voluntad hacia el futuro, leales a sus responsabilidades históricas y en función del bienestar común, punto de vista que también ha de plantearse a los máximos personeros del Gobierno y del Estado. Cuenca merece ese homenaje y mucho más…