Entre la bruma de recuerdos infantiles, están los paisajes rurales, las fiestas de toros en plazas de pueblo o las procesiones religiosas con personajes de rostros borrosos e indefinidos, como salidos del sueño
Retazos de la Memoria es una serie de cuadros al óleo que exhibió en julio en el Salón del Pueblo de la Casa de la Cultura de Cuenca el ambateño César Carranza (1943). “Mi obra, en diferentes momentos y facetas, ha incorporado un conjunto de vivencias e imágenes que tuve en mi niñez y juventud; imágenes que me han marcado y que me acompañan permanentemente, y que tienen que ver con las fiestas populares, las escenas cotidianas de la serranía, la religiosidad popular, las procesiones, el amor y, por supuesto, las montañas, las formas y colores del mestizaje nuestro”, son palabras del pintor en el catálogo de la exposición.
Las corridas de toros, en las plazas públicas rodeadas de casas parroquiales, retratan reiterativamente a los jinetes y personajes típicos de estos acontecimientos importantes en la rutina del habitante rural, destacando con vívidos colores o imágenes umbrosas la rudimentaria presencia urbana y las montañas propias de la serranía ecuatoriana.
Hay cuadros cuyo título alude a los toros, pero no aparece el animal, o en otros apenas en un ángulo donde apenas es visible la testa con los cuernos, o se ve al matador con su resplandeciente traje de luces. Es una constante y efectiva insinuación de la predilección del artista por los temas del toreo.
Los caballos juegan también papel protagónico entre los retazos de la memoria. Casi no hay cuadro en que no estén presentes, a veces en caravanas con jinetes esfumándose en la neblina de las montañas, bajo las nubes de crepúsculos tardíos, que embadurnan de vívidos colores la testa de los animales.
Dos cuadros de parejas humanas desnudas, en acto de amor, presenta Carranza en esta muestra de su producción. De alguna manera, pese a la calidad artística lograda, estas escenas desentonan del ambiente creado por todo el resto de la temática de las escenas rurales y vivencias pueblerinas de las rutinas populares de los hombres y mujeres que forman parte del hábitat campesino.
El crítico Jorge Dávila Vázquez, refiriéndose al artista, opina: “En años y años de práctica de la pintura, ha logrado un dominio total de su arte figurativo, con una personalidad fuerte y al mismo tiempo poética, cargada de significados y sentidos, que ni hace concesiones ni se deja desviar o seducir por las novelerías de lo abstracto y otras corrientes, que han estado en el ambiente desde sus inicios en la plástica”.