La estructura se diseñó con la forma del mapa de Emiratos Árabes ya que el evento engalanaría las fiestas del cuadragésimo tercer aniversario de fundación del país el pasado 2 de diciembre. Así pues, cerca de ciento cincuenta artistas grafiteros tanto nacionales como extranjeros fueron invitados con la misión de pintar sus diseños sobre el largo lienzo, bajo directrices que por un lado dejaban su espacio a la creatividad de cada artista pero, por otro, limitaban el tema a plasmar imágenes relacionadas con la cultura árabe local. De hecho, el título del evento fue “Rehlatna” que significa “nuestra travesía”. El recorrido implícito en el nombre se refiere a la historia del país, comenzando con la época beduina cuando duras condiciones de vida en el desierto obligaban a las tribus a viajar continuamente, pasando por el tiempo de la colonización inglesa, cuando la población masculina aprendió a buscar perlas en las profundidades del golfo, a comerciar con oro, para después despuntar gracias a la explotación petrolera que propició la unión de los siete emiratos que conforman esta interesante nación.
Esta grande inversión en la pared de lienzo, no sólo en cuanto a dinero sino a tiempo, produjo un resultado artístico harto apreciable incluso para los que no somos muy adeptos al grafiti. La intensidad de la gama de colores disponible en las pinturas en spray, permitió a los grafiteros llevar a cabo un trabajo magistral en cuanto al colorido de la muestra. Además, la dimensión de cada trabajo no tenía límites a lo ancho, y un alto de entre 2 y 3 metros permitió que cada creación resaltase lo suficiente. Fue una lástima que la exhibición al público estuviera limitada para las fechas comprendidas entre el 29 de noviembre al 6 de diciembre pasados. Esta exposición de grafiti al aire libre podría haberse convertido en un atractivo permanente, pero regulaciones locales así como el desgaste dado el ambiente salino impidieron la permanencia de la obra.
Entre los trabajos más llamativos destacaron varios dibujos del desierto, con las dunas bajo el sol
ardiente y los camellos viajando guiados por sus dueños. Además, el traje típico de la gente figuró entre los temas favoritos de los artistas. Pese a que en los distintos emiratos es posible ver el rostro de aquellas mujeres que cubren sólo su cabello, las representaciones en grafiti se limitaron a las que usan “niqab” y, por lo tanto, dejan ver únicamente los ojos, o la “burqa” que hoy en día se encuentra en desuso entre las mujeres más jóvenes.
De la cultura propiamente local, resaltaron además las mezquitas, los halcones dado que la cetrería se encuentra entre las prácticas con las que más se identifica la comunidad, los caballos árabes y la caligrafía árabe pero adaptada al estilo de grafiti de cada artista. El tema más repetido fue el de la ciudad de Dubái como es hoy: con una línea de metro de estilo futurista, edificios de línea arquitectónica contemporánea diseñados por profesionales occidentales, la torre más alta del mundo, las réplicas de hoteles estadounidenses que, en su mayoría, tienen su ubicación original en Las Vegas.
Pese a que universalmente se está de acuerdo en el contenido artístico de ciertos trabajos de grafiti, también por lo general éste representa un problema para la estética urbana en muchas partes del mundo, a más del daño a la propiedad de quien cuente con una atractiva pared. Por ello y, reitero, pese a que no soy adepta a este tipo de expresión artística, mal podría decir que no disfruté junto a mi esposo de esta muestra que, sin duda, creó un espacio ideal para el despliegue de esa peculiar creatividad de los grafiteros. Oportunidades como ésta con un adecuado control, promocionan este tipo de arte y además enriquecen visualmente a la comunidad.