Cuando la Revolución Cubana fue un bello sueño de justicia por el que valía la pena dar hasta la vida, muchos jóvenes, toda una generación valiosa sucumbió en las guerrillas o en las cárceles del Continente, bajo torturas y asesinatos justificados por la “lucha contra el Castro-Comunismo”
Tomó por sorpresa al mundo entero el súbito cambio en las hostiles relaciones entre los EE.UU. y Cuba, rotas desde al año 1960 cuando la isla proclamó el carácter socialista de la Revolución y se expropiaron los bienes de numerosas empresas norteamericanas que operaban en el país. Luego, vino una confrontación en regla, con sabotajes a la economía cubana orquestadas por la Agencia Central de Inteligencia Norteamericana, mejor conocida por sus siglas, CIA, en unión a grupos anti castristas radicados en Miami. La frustrada invasión de Playa Girón o Bahía de Cochinos, y luego la denominada “Crisis de los Cohetes”, estuvieron a punto de desencadenar una conflagración mundial por causa de Cuba.
El bloqueo dispuesto por la administración norteamericana para conseguir la asfixia económica del régimen cubano nunca dio resultado, y antes bien radicalizó el sentimiento anti americano en la isla, puesto que su gobierno acusaba de todas las terribles escaseces que por décadas han afectado a la población a ese bloqueo.
La caída de la ex Unión Soviética y del denominado “Campo Socialista”, no consiguió lo que EE.UU. esperaba, es decir el derrumbe del régimen cubano, que vivió un duro “período especial” con una población al borde de la inanición. Venezuela con Hugo Chávez más tarde, proporcionó a través del envío de petróleo a la isla un respiro indispensable a la maltrecha economía cubana, que con absoluto pragmatismo, hoy juega a la carta de las relaciones con su mayor enemigo, los gobiernos de los Estados Unidos.
Para la administración Obama, también es un acto de pragmatismo, con una América Latina cada vez más independiente en sus posiciones geopolíticas respecto al Imperio, salvo excepciones como Colombia o México, y fue posiblemente preferible pactar con el “enemigo histórico”
castrista, aún a costa de causar furor en medios anti castristas de Miami y sus amigos y protectores en el Partido Republicano, cerrilmente hostiles a todo compromiso con Cuba.
Históricamente, la Revolución Cubana fue el punto de inflexión en las subordinadas y humillantes relaciones entre la potencia del Norte y los países al sur del Río Grande, puesto que, ideología aparte, fue el primer reto en regla a la prepotencia de un poderoso estado que veía al sur como una semicolonia tratada “a patadas” o con un paternalismo de superiores a inferiores. Por eso, la Revolución Cubana catalizó los movimientos no solamente comunistas o socialistas en América Latina, sino nacionalistas y de reivindicación de los derechos de sus pueblos frente a oligarquías impermeables al cambio. Se puede decir que la Revolución Cubana, paradójicamente, cambió la mentalidad hasta de esas oligarquías, que se modernizaron, a duras penas en muchos casos.
Cuando la Revolución Cubana fue un bello sueño de justicia por el que valía la pena dar hasta la vida, muchos jóvenes, toda una generación valiosa sucumbió en las guerrillas o en las cárceles del Continente, bajo torturas y asesinatos justificados por la “lucha contra el Castro-Comunismo”. La serie de gobiernos que en el Continente se auto califican de progresistas y que mantienen una actitud de distancia frente a las administraciones estadounidenses, son entre otros aspectos, el principal legado de una revolución como la cubana, que hoy cierra su capítulo de enfrentamiento radical a los Estados Unidos. Pragmatismo, nostalgia, imperativos de una sociedad que en el socialismo ha visto alternativas incompletas o frustradas, pero que en todo caso es, sigue siendo, el futuro latente de una humanidad que se halla al borde de la extinción por un capitalismo que ha perdido simplemente el futuro.