Por Eugenio Lloret Orellana
¡Dios y Alá nos libren de nuevas locuras! Ni permitan que intereses económicos y fundamentalismos religiosos sigan pintando en el panorama de la política mundial, una escalada de fricciones y confrontaciones entre el mundo islámico y el mundo occidental | |
El ataque terrorista a la redacción del semanario satírico francés Charlie Hebdo, a manos del fuego purificador del fanatismo religioso del extremismo islamista provocó la solidaridad mundial ante el asesinato de 12 periodistas y caricaturistas, que desde 1970, todas las semanas, publicaban con sobra de coraje reflexiones y risas a través de la caricatura como un acto de desafío que buscaba afirmar el derecho a la libertad de expresión.
Más allá de la tradicional intolerancia islámica a todo cuanto entrañe crítica a su cultura y a los resentimientos que ello ha generado en diversos órdenes, Europa se debate entre el estupor y el temor y confirma la tesis del “choque de civilizaciones“ entre la arrogancia occidental y la intolerancia islámica como paradigma dominante del siglo XXI, en tanto la ONU y la Unión Europea tratan de apaciguar la cólera fundamentalista vinculada con Al Qaeda y el Estado Islámico que desde hace rato vuelan torres, trenes, aviones, secuestran a centenares de niños y los utilizan como portadores suicidas de bombas que estallan en edificios y lugares públicos.
La furia satánica que obedece tanto a la vinculación que se hace del dogma islámico como el terrorismo tiene que ver con la serie de publicaciones de la imagen de Mahoma pues, como se sabe, el islamismo, religión iconoclasta, proscribe la representación de Dios y, en este caso, de su profeta, que para el caso es igual. La pena establecida ante tamaña violación es la muerte. Nada novedoso si recordamos que hace unos lustros pusieron precio a la cabeza del escritor Salman Rushdie por sus Versos Satánicos.
Chocan, entonces, los dos mundos por una causa que sigue siendo el motivo dominante de toda clase de tiranos, radicales, fundamentalistas, políticos, religiosos y totalitarios tanto de Occidente como de Oriente, pues ya sabemos, porque lo estamos viviendo en carne propia, que la plena libertad de expresión está muy lejos aún de convertirse en un valor universalmente aceptado y respetado.
La valentía de Hebdo deja un mensaje contundente
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a favor de la libertad de expresión y una advertencia a los autoritarios en el poder que no admiten la posibilidad de otra verdad y se creen con derecho a imponer y a menospreciar a quienes no compartimos sus verdades.
El lenguaje del humor con sus ideas disímiles y polémicas frente a la barbarie y el fanatismo integrista ha perdido una batalla pero no la guerra. Un millón y medio de personas se solidarizaron en París con la revista Charlie Hebdo, pero tampoco han faltado voces para señalar que las burlas irreverentes de los caricaturistas debieron abstenerse de herir los sentimientos religiosos de los fundamentalistas, que la publicación de las caricaturas “puede ser perfectamente legal, para ser rechazada desde el punto de vista de la moral y la política …
“criterio retrógado, de la edad de las tinieblas, en vez de reivindicarlo, como derecho irrenunciable y conquista de las luchas por la libertad y la democracia.
En las últimas décadas el cristianismo ha debido transitar con una mordiente critica, las más duras representaciones y las ofensas más graves contra su Dios, su hijo Jesús, sus vicarios, sus símbolos y sus instituciones ( El Código De Vinci y la película La última tentación de Cristo, por ejemplo ) sin que se hubiera ordenado el asesinato de artistas, escritores, caricaturistas y periodistas.
En palabras del papa Francisco, “el fundamentalismo religioso, incluso antes de que elimine a seres humanos perpetrando asesinatos horrendos, elimina al propio Dios, convirtiéndolo en un mero pretexto ideológico“.
Transigir y desvalorizar un derecho, que es conquista de las sociedades occidentales y de sus luchas por las libertades, no sólo es cobardía sino traición. Si la imagen de Mahoma resulta sagrada para el fundamentalismo islámico, la libertad de expresión lo es para un mundo en el cual ninguna intransigencia dogmática la puede conculcar.
En los trágicos episodios del 7 de enero no hubo un enfrentamiento entre dos civilizaciones, como algunos se han apresurado en señalar. Lo que hubo fue un acto de barbarie de un trío de fanáticos en contra de víctimas inocentes.
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