Por Alba Luz Mora

 

Alba Luz Mora
Un evento llevado a cabo con las debidas oportunidades y apertura para escuchar todos los proyectos de los dos contrincantes, quienes sacaron a la luz los problemas y aspiraciones de un pueblo con muchísimos años de tradición, cultura, realizaciones fecundas y también contratiempos
 
 
Las elecciones presidenciales realizadas en el Perú mantuvieron a la expectativa a todos los políticos, intelectuales, comunicadores sociales, gobernantes y población latinoamericana en general, e invitaron a formularse varios comentarios que a lo mejor coinciden con los de quienes también siguieron el proceso electoral.
 
Lo más significativo fue esa evidente doble postura ideológica entre los partidarios de Kuschinsky, más conservadores, cuidadosos y a lo mejor objetivos, y los seguidores de Keiko Fujimori, con un pronunciamiento que acusó una postura de reflexión y cambio, distinta a la de su contrincante. Más conservador y hasta cierto punto cuidadoso el primero, y con tintes renovadores y de cambio, la segunda.
 
   Fuera de esta apreciación general, la experiencia nos dio una lección al haber protagonizado un proceso muy organizado, ordenado, sin extremismos ni desplantes ideológicos ofensivos, donde el pueblo peruano se reveló partidario de la oferta que mejor lo convencía y sin pronunciamientos negativos contra su oponente.
 
Pudimos apreciar las dos posturas diferentes de ambos aspirantes, esa atención especial con la que los ciudadanos escucharon sus mensajes y reflexiones acerca de la realidad peruana; las propuestas frente al tiempo presente que vivimos y sus programas gubernamentales que podrían ser factibles para seguir adelante.
 
    Nuestra región andina americana presenció un evento llevado a cabo con las debidas oportunidades y apertura para escuchar todos los proyectos de los dos contrincantes, quienes sacaron a la luz los problemas y aspiraciones de un pueblo con muchísimos años de tradición, cultura, realizaciones fecundas y también 
 
contratiempos. Circunstancia que permitió advertir las esperanzas generales no alcanzadas todavía.
 
Para quienes hemos seguido este evento, es importante resaltar ese cúmulo de tradiciones religiosas y culturales del pueblo peruano, su papel admirable en la época de la conquista, la leyenda en que luego se convirtieron personajes como Diego de Almagro y Francisco Pizarro y el valor y dignidad del inca Atahualpa. Resaltar que el honor y el heroísmo fueron iguales entre quienes actuaron para consolidar las conquistas y la resistencia indígena valerosa, suceso que generó los cambios políticos y culturales que luego vivió la región sudamericana. 
 
   Sin perder de vista esa íntima y personal conciencia sobre el origen de su raza, sus particularidades irrepetibles, las etapas valerosas vividas y las transformaciones de todo orden que se dieron durante la Conquista y que iniciaron el período decisivo de la Colonia, hasta conformar una sociedad llena de tradiciones y realizaciones fecundas, que después se volverá república independiente, miembro activo de todas las organizaciones regionales de América del Sur y Centroamérica.

 

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