Las candidaturas de oposición muestran los colores de siempre, es decir caudillos más o menos robustos, caudillos de segunda y figuras casi de comparsa, que se afanan por hallar, aunque sea a codazos, un insignificante puesto en las listas de aspirantes a la primera magistratura
Va conformándose el panorama electoral rumbo a los comicios del próximo año. El binomio oficialista Moreno-Glas, o Glas-Moreno, aún por definirse a la hora de redactar este artículo –aunque pueda haber sorpresas de última hora, con un régimen acostumbrado al suspenso efectista- que pretende nada menos que triunfar en primera vuelta, cerrando cualquier opción a la victoria de uno de los binomios opositores, perspectiva nada descabellada a la luz de la dispersión de las fuerzas opositoras y la fortaleza que conserva el oficialismo con sus tentáculos administrativos y asistencialistas, y el temor de parte de la ciudadanía de cambiar “lo malo por lo peor”, como se dice.
La oposición no podía formar un frente único, aspiración de anti correístas con escasa lectura del panorama nacional, por varias razones, la primera, que la propia ley electoral obliga a las listas a presentar candidaturas, que sin la presidencial quedan como cojas y mancas. En segundo término, unir en una gran concentración a derechistas, centristas e izquierdistas suena utópico en el Ecuador. Eso servirá, excepcionalmente, acaso en alguna democracia europea. El caso de Venezuela es atípico en Latinoamérica, donde la oposición se vio forzada por las circunstancias a formar un frente único contra el chavismo, y aún así, este sigue siendo la principal fuerza de ese país.
Las candidaturas de oposición muestran los colores variopintos de siempre, es decir caudillos más o menos robustos, caudillos de segunda y figuras casi de comparsa, que se afanan por hallar, aunque sea a codazos, un insignificante puesto en las listas de aspirantes a la primera magistratura. La criba tendrá que darse, y del montón de pre candidaturas presidenciales quedarán cinco o algo más, para enfrentar al correísmo que controla todos los resortes de nuestra peculiar democracia, salvo, claro está, el resorte de a clarividencia.
Las agrupaciones de la derecha neoliberal pura están con Guillermo Lazo, en tanto la derecha populista socialcristiana se cobija bajo el mentor Nebot y su pupila Cinthya Viteri. El centro, que quiere ser un centro equilibrista, lo desea ocupar la renacida “Izquierda Democrática”, con su socialdemocracia de libreto, en tanto la izquierda-izquierda, muestra sus debilidades de siempre: líderes que no dan el brazo a torcer en sus postulaciones, bizantinismos de forma, y una debilidad que no se soluciona con discursos radicales de oposición al correísmo, que bien o mal, maquiavélicamente o lealmente, según, se ha ganado un nicho en la izquierda. Aunque muchos izquierdistas de vieja militancia nieguen ese carácter izquierdista de un régimen formado, cual un Frankeinstein político, por ex “Alfaro Vive” que aprendieron a disfrutar las mieles del poder, un sector comunista, otro socialista, varios núcleos ex socialcristianos, ex izquierdistas democráticos y hasta ex partidarios del coronel Lucio Gutiérrez. Revulsivo ideológico que causa anatemas entre a izquierda químicamente pura.
Así las cosas, vamos hacia un proceso electoral bastante abigarrado, donde lo que está en el centro de la pelea no es solamente la presidencia y vicepresidencia, sino sobre todo la mayoría de la Asamblea, verdadera llave maestra del futuro régimen que salga electo en las urnas.