Remolque en el que fueron hacinados los migrantes en el trágico viaje en el que una decena de ellos encontró la muerte.
La persecución de Trump a los ilegales no frena el ansia de llegar a cualquier precio al país norteamericano de manos de los traficantes de personas y a pesar de los sacrificios, riesgos y sufrimiento del trayecto: diez seres humanos acaban de morir calcinados dentro de un furgón sin agua ni aire acondicionado
 
   La emigración clandestina de los latinoamericanos hacia los Estados Unidos no se detiene a pesar de los riesgos, las tragedias o la persecución del gobierno de Trump a los ilegales víctimas de masivas deportaciones.
 
   La muerte de diez personas cocinadas al interior de un furgón sin agua ni aire acondicionado en el que viajaban desde la frontera mexicana hasta San Antonio de Texas, es un episodio más del tráfico migratorio a cargo de organizaciones criminales que tratan a sus víctimas como objetos de explotación económica y no como a seres humanos. Ni siquiera son tratados como animales y es posible que los casos que llegan a ser conocidos lo sean por una coincidencia o un error en las logísticas del crimen.
 

En 2006 familiares de migrantes ecuatorianos que naufragarón en un viaje clandestino recordarón a sus seres queridos en una ceremonia echando flores al mar.

Prendas femeninas dejadas en los caminos de la migración son testimonios de los abusos a los que ellas son sometidas.

   Los pasajeros del viaje fatal habrían soportado sufrimientos infernales en el camión convertido en un transporte funerario en el que vieron morir a las personas que no pudieron soportar los rigores del calor ni la asfixia que consumió sus vidas.
 
   Este reciente caso se conoció en la madrugada del domingo 23 de julio, cuando del vehículo con la carga humana estacionado en el parqueadero de un gran centro comercial de San Antonio un hombre logró salir en busca de agua y provocó una alarma policial que llevó a descubrir que al interior del vehículo estaban alrededor de cuarenta migrantes –ocho de ellos muertos- y los demás en condiciones críticas. Dos murieron a poco de ser rescatados y todos los sobrevivientes fueron llevados a emergencias hospitalarias.
 
   Por versiones de los sobrevivientes ante autoridades judiciales de los Estados Unidos, se conoce que al inicio del viaje habrían sido más de un centenar los ocupantes del vehículo en el que debieron hacinarse en el intento de llegar al país en el que el “sueño americano” no deja de ser una ficción de gente angustiada sin fuentes de ocupación en sus países.
 
   El sexagenario conductor del enorme furgón, James Mathew Bradley, en sus confesiones policiales afirmó desconocer que transportaba el cargamento humano, pues fue contratado por la empresa Pyle Transprtation Inc., de Iowa, cuyos representantes a su vez han descargado sus responsabilidades en el conductor que supuestamente alquiló el vehículo en una rutinaria operación propia del negocio. El viejo chofer, un hombre de raza morena, podría ser condenado a cadena perpetua o a la pena de muerte.
 
   Los testimonios de los sobrevivientes dan cuenta de la crueldad del trato de los coyotes, a lo largo de todo el proceso clandestino que incluye días de caminata por zonas desérticas, siendo frecuentes los casos en los que las personas agotadas de fatiga no pueden rendir más y son abandonadas en el trayecto sin otra alternativa que la de morir deshidratadas y calcinadas por las altas temperaturas.
 
    Esta vez, los ocupantes del camión respiraban por turno a través de un orificio en la carrocería, mientras la temperatura al interior del vehículo podría haber sido de hasta 50 grados centígrados, pues pasadas las diez de la noche, en San Antonio, al exterior, superaba los 37 grados.
 
   Esta tragedia migratoria seguramente no será la última. Y muchas ni siquiera han llegado a conocerse, pues lo que ha quedado de muchos viajeros son  los recuerdos familiares de hogares mutilados que ignoran la suerte que corrieron los hijos, padres o hermanos que se aventuraron por los riesgos de la migración clandestina a cualquier precio y suerte.
 
   El Ecuador es uno de los países que más ha sufrido las consecuencias del fenómeno migratorio clandestino. El reciente caso de San Antonio trae a la memoria lo ocurrido el 13 de agosto de 2005, cuando una embarcación con 113 compatriotas que iban a Centro América en la primera escala, naufragó en el mar Pacífico, al sur de Colombia, causando la muerte de ciento cuatro de ellos, pues nueve lograron sobrevivir asidos a un recipiente en el que flotaron hasta ser coincidencialmente localizados por pescadores que los rescataron.
 
   Hasta el cierre de la presente edición, no se conocía la lista oficial de las personas fallecidas y las sobrevivientes del reciente episodio, tampoco el país de origen, a excepción de cuatro mexicanos entre los  fallecidos. Sería una suerte que entre las víctimas de esta tragedia no hubiera un compatriota ecuatoriano que haya enlutado su hogar de huérfanos y familias mutiladas.
 
El conductor del enorme furgón, esposado, es llevado a rendir su versión sobre este nuevo episodio migratorio que podría llevarlo a cadena perpetua o a la pena capital.
 

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