En los períodos de campaña electoral las exaltaciones políticas son ingredientes normales del ejercicio democrático. Más bien, en la presente temporada se advierte cierta abulia colectiva pese a la profusa difusión de planes, programas y ofrecimientos de los aspirantes a las dignidades en elección.
 
   Los extremos de la exaltación y la abulia no son convenientes ante las proyecciones del proceso en marcha, cuando tras una década de administración del país por un solo sector político, podrían avizorarse horizontes nuevos sustentados en la libertad, la democracia, la justicia, el respeto, la paz y muchos otros valores capaces de crear las condiciones de un auténtico buen vivir inmediato y en el futuro. No puede ignorarse que la administración que termina no ha sido ajena a estas aspiraciones.
 
   La notable indiferencia colectiva frente al proceso electoral en marcha, se ha de considerar más que como un síntoma de desesperanza, como una etapa de reflexión para que a la hora de decidir el derecho del sufragio, el pueblo escoja con inteligencia y responsabilidad la opción que mejor convenga no sólo a sus expectativas personales, sino al interés social y nacional.
 
   Pese a ciertos ingredientes de exaltación política momentánea, en general la campaña se desenvuelve en un amiente de madurez cívica que es garantía de que la contraposición de ideas no determinará la ruptura de la unidad que, por sobre todo, ha de mantenerse en función del bien del Ecuador.

 

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