Un loco vuelve locos a cien cuerdos. Lo que no hace un terremoto, hace un loco. Cuídame de los locos; que yo me cuidaré de los asaltantes… / Óyeme Toral: La salud es lo principal… Mente sana en cuerpo sano.
   
 Dichos populares
                            
Hasta a los meseros suele pedírseles un certificado de salud… Entonces, ¿no va a importar la salud de unos políticos, que toman decisiones que afectarán a millones de personas? Y, desde luego también está, el delicado manejo de los conflictos y la armonía social…Literalmente, pues, hablamos de la salud pública; la salud de un pueblo; no sólo la de los jefes…
 
 
Año 1962.  La Guerra Fría. Fidel Castro se comunica con Nikita Kruschev; y le aconseja que realice un ataque nuclear preventivo a los Estados Unidos. Añade -- para reforzar su propuesta -- un gran ofrecimiento: Si es necesario, el pueblo cubano está decidido a inmolarse por la causa del Socialismo. Comentario del primer ministro soviético a sus colaboradores: Este hombre se ha vuelto loco… (Casi increíble; y, desde luego, gravísimo.) Años noventa del siglo pasado. Mucho menos grave que lo anterior, pero más patético. El papa Juan Pablo ll -- víctima de un atentado, envejecido -- sufre sus achaques a la vista de medio mundo… En estos mismos días. Inconveniente e incómodo para quien lo sufre: Hillary Clinton se desvanece en una ceremonia oficial. 2014. De ridiculez y chifladura: Nicolás Maduro afirma que habla con Hugo Chávez a través de unos pajaritos… / ¿Los ciudadanos, de los países respectivos, debieran preocuparse por estos episodios de salud de sus dirigentes?  Nosotros creemos que sí. Bastante y lo suficiente. Tienen su importancia. Y las consecuencias de la enfermedad -- de uno u otro modo -- pueden ser graves, muy graves.
 
      Delimitemos el asunto. Se trata, nada menos, que de las autoridades y los más altos dirigentes de un país. ¿Deben estos señores tener, por lo menos, un aceptable grado de salud física y mental?  Claro, claro... A ver. Entremos en detalles. ¿No se les exige a los maestros un certificado de buena salud general? ¿Se le daría la licencia de piloto de aviones a una persona con problemas cardíacos? ¿No se les realiza a los policías exámenes periódicos de salud física y mental? ¿No se les da una licencia de conducir limitada a las personas de la tercera edad?  Hasta a los meseros de los restaurantes suele pedírseles un certificado de salud… Entonces, ¿no va a importar la salud de unos políticos; que toman decisiones que afectarán a millones de personas? (En asuntos  como los impuestos, la educación y, aun, las guerras.) Y, desde luego, y por otra parte, también está, el delicado manejo de los conflictos y la armonía social…Literalmente, pues, hablamos de la muy entera salud pública; la salud de un pueblo; no sólo la de los jefes… (Una población dividida, oprimida, manipulada, desmoralizada e intimidada está enferma. Grave… ¿Cómo exaltar, pues, en tales casos, --  Ecuador de hoy día -- el Buen Vivir?) Por lo dicho, resulta un poco raro que no se haya tratado, hace mucho y en forma adecuada, nuestra cuestión de hoy. Y, luego, que no se haya procedido ya en consecuencia. 
 
     Sigamos. ¿Y por qué se ha olvidado, del todo o a medias, el asunto? Bueno…  Nosotros creemos que hubo, en el trato del mismo, un sesgo parademocrático  ¿Qué es esto? Queremos decir que -- en el intento de proceder bien -- se actuó torcida o defectuosamente. Mejor expresado: Lo que se deseaba era garantizar un derecho genérico; el derecho de todos a elegir y ser elegidos para una función de gobierno. Pero, así, se dejó de lado -- sin mala intención, ciertamente -- un hecho fundamental: Todo derecho implica unas condiciones y unos límites. Hay que tener -- para ejercer un derecho -- las necesarias cualidades; y, también, hay que cumplir con los debidos requisitos. De otra forma: Una ley concede a los ciudadanos unas posibilidades amplias y generales; pero debe ser seguida por un reglamento; que defina los límites precisos y señale los detalles específicos. Caso concreto: Alguien quiere ser ingeniero. Muy bien; es su voluntad. Pero -- para seguir sus estudios -- debe tener un bachillerato en ciencias matemáticas; y rendir el correspondiente examen de ingreso a la facultad… (Aparte de los requisitos básicos y generales; que, sin más, se presuponen: tener medios económicos, tiempo disponible, etc.) En definitiva: En principio, todos podrían optar por ser ingenieros; pero -- en la realidad y por diversas razones -- no todos podrán serlo. / Para los políticos, las cosas se darán de un modo semejante. Y, en el caso de algunos, -- lo estamos viendo -- no podrían serlo, por no cumplir con los requisitos de la salud. Se trata aquí, sólo y en concreto, de una idoneidad pertinente y exigible a todos. Y -- habiendo igualdad ante la ley en el punto de partida -- las restricciones posteriores no significan, de ningún modo, ni exclusión, ni injusticia. Constituyen -- en forma y fondo -- lo acotado, lo continuativo y lo necesario.
 
    Pero, bien, hay enfermos y enfermos. Y algunos de ellos, hasta, pueden ser convenientes y beneficiosos  para la sociedad. ¿Qué tal Bolívar y San Martín; quienes se sobrepusieron a sus males de salud y liberaron a media Sudamérica? ¿Qué tal Franklin D. Roosevelt; quien dirigió, muy competentemente, a los Estados Unidos, durante La Gran Depresión  y la Segunda Guerra Mundial? ¿Qué tal Cervantes; quien consideró honrosa su mutilación, por haber combatido en una batalla decisiva para su patria y la Cristiandad? (La minusvalía puede ser algo semejante o cercano a la enfermedad; limita físicamente, pero no incapacita del todo. A propósito, la idoneidad y la salud del candidato presidencial ecuatoriano Lenin Moreno han llegado a ser asuntos muy debatibles. Citaremos, para el caso, el interesante análisis del médico y periodista Aurelio Maldonado Aguilar: HOMBRE POLÍTICO, opinión, EL MERCURIO /19/1/17/.) /  Pero, sin duda, hay enfermos nefastos. ¿Qué tal ese fanático Papa Inocencio Vlll; quien ordenó sacrificar a los que consideraba millones de gatos diabólicos? (Y produjo, con ello, -- por la proliferación de las ratas -- la peste negra del siglo XV europeo.) ¿Qué tal los dictadores; que asesinaron a  millones de personas, en nombre de unas creencias totalitarias? Es decir, la maldición social de los Hitler, los Stalin y los Mao…  Y el esperpéntico símbolo de todos estos: el Nerón, que mandó a incendiar Roma…No cabe duda, pues: Hay que protegerse de ellos. O -- de otro modo; si no actuamos, si permitimos, si omitimos -- habrá que aceptar, borreguilmente, las enormes tragedias que pueden producir o, de hecho, producen.  
 
     A redondear. El asunto de la salud es parte de uno mayor: El derecho que tienen los mandantes de controlar a sus mandatarios. De distinta manera: Los ciudadanos tienen la facultad y la obligación de cuidar que los poderes -- que prestan a sus gobernantes; remachamos: prestan -- sean bien usados. (Abusar del poder siempre será, para los gobernantes, una posibilidad y una tentación… Hay, al respecto, un cierto cinismo latinoamericano; que se expresa bien en una popular sentencia: Autoridad que no abusa de su autoridad no es autoridad… Y en aquel consejo de que un político audaz y competente bien puede manejarse en los mismos límites de la ley…) / Volviendo al centro de nuestra cuestión: Los mandantes deben asegurarse de que sus mandatarios tengan la suficiente salud física y mental para poder cumplir sus deberes. Y, luego, el colofón: si la mala praxis de los profesionales se denuncia y se castiga, ¿por qué no hacer lo mismo con la mala praxis de los políticos?  Insistencia necesaria: La mala praxis de los políticos tiene consecuencias más graves que aquella de los simples profesionales. Y agregado inverso, pero de la misma clase: Por otra parte, también, habría que estimular y premiar, de algún modo, la praxis destacada de los políticos. (Si ellos han trabajado adecuadamente por nosotros, los ciudadanos; nosotros, los ciudadanos, deberíamos reconocerlo en buena forma. Es lo justo.) 
 
     Hace un tiempo, señalamos que,  cuando hay un problema, hay que hacer un estudio. Y éste es, desde luego, un asunto de estudio para médicos, abogados, educadores, sociólogos, periodistas… Afirmábamos que hay que estudiar; y, luego, resolver y legislar. Lo seguimos sosteniendo. Hay que comprender los problemas; crear las condiciones para resolverlos y establecer las reglas y los procedimientos a seguir… Bueno… Eso -- es decir, esa práctica del buen sentido común -- es una parte de la imperiosa tarea de saber autogobernarse y gobernar. Y, además, de saber vivir y convivir…Y es, desde luego, una porción del siempre perfectible arte de la política. 
 

 

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