Moreno debería liberar el dogal puesto a la Justicia, a la Legislatura, a Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, etc. para que vuelvan a manejarse con independencia tras una década entera de ser meros apéndices sumisos del poder ejecutivo, o peor aún, del ex presidente que gobernó a su gusto y antojo, al estilo de las monarquías absolutas 
 
El debut del nuevo Presidente de la República, Lenín Moreno, fue auspicioso, y una especie de baño refrescante tras el régimen intolerante y confrontativo de su antecesor. Ciertamente, la figura de Moreno despierta simpatía, aparece como un jefe de estado concertador y tolerante. Sin embargo, no puede olvidarse ni un momento, que el Mandatario pertenece a las filas de PAIS, es decir la agrupación que ha regido por una década y poco más de manera poco menos que absoluta, los destinos del Ecuador, y que por lo tanto, pese a su estilo conciliador, tiene detrás todo el aparato que sirvió de eficaz herramienta a su antecesor, para gobernar a su antojo, sin cortapisas.
 
   ¿Podrá Lenín Moreno operar ese cambio interno? ¿Domesticar, por así decirlo, al esquema dejado por el predecesor, convertirlo, valga la expresión, de “carnívoro” en “herbívoro”? Tal es, ni más ni menos, el reto del nuevo Mandatario. Es decir, o continúa con algo más de tolerancia, la fórmula autoritaria de Correa para gobernar, o va desmarcándose de aquel sistema de administrar el país, donde desde Carondelet se movía todos y cada uno de los hilos de los poderes concentrados en las manos del jefe de estado, sistema que no compagina con la vigencia democrática.
 
   Moreno, de otra parte, ha dado indicios, tímidos por ahora, de desmarcarse del esquema del antecesor, por ejemplo suprimir las denominadas “sabatinas” ya significa un alivio, para remplazarlas por verdaderos informes al país donde no existan las diatribas, las descalificaciones y los anuncios de inminentes e indefectibles enjuiciamientos a los adversarios. Pero suprimir esas cadenas enojosas y dispendiosas no será suficiente, ni mucho menos. Moreno debería liberar el dogal puesto a la Justicia, a la Legislatura, a Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, etc. para que vuelvan a manejarse con independencia tras una década entera de ser meros apéndices sumisos del poder ejecutivo, o peor aún, del ex presidente que gobernó a su gusto y antojo, al estilo de las monarquías absolutas o el bonapartismo de los Napoleones Primero y Tercero, que por ello se proclamaron emperadores efímeros, por no calzar su manera de gobernar con una república.
 
   Lenín Moreno tiene también que saldar las cuentas pendientes con la prensa, que le dejó como oneroso legado el predecesor. Sustituir la inquina por la tolerancia, lo cual no significa lenidad ni mucho menos. Debería, en lo posible, deshacerse de los caros para el presupuesto nacional medios incautados, para que vuelvan a ser empresas privadas de comunicación, y realizar una cirugía eficaz en los organismos de comunicación del estado, para que no sean dóciles instrumentos de castigo, sino verdaderas entidades reguladoras de los excesos que se pudieran dar en la comunicación, tanto pública como particular. Evitar excesos, no ahogar la libre expresión, debería ser una de las consignas de la flamante administración.
 
   Finalmente, la lucha contra la corrupción ha sido puesta por Lenín Moreno como un tema de la mayor importancia, a fin de sancionar a quienes hayan incurrido en esos delitos. Ojalá esta promesa se vuelva realidad y se limpie la imagen de la administración salpicada de escándalos que se ocultaron y disimularon empeñosamente. En cuanto al manejo de la economía, la austeridad debe remplazar al dispendio.
 

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