Quienes nacieron junto con los teléfonos celulares y las últimas tecnologías de la comunicación, usan estos sistemas con total naturalidad. No son malos ni buenos, pero su abuso o desviación interfiere en la vida cotidiana y causa preocupación familiar y en el campo educativo: las distancias no existen, pero las cercanías tampoco… 

   Hace veinte años los primeros usuarios de teléfonos celulares parecían gentes antipáticas que alardeaban exhibiéndose con el aparato pegado al oído. Hoy quien no tiene el dispositivo, en la ciudad o en el campo, es anticuado y retrógrado.

   El aparatito modificó las relaciones humanas, marcando enormes distancias entre el pasado reciente y lo actual, en cuanto a la comunicación. Podría hablarse de antes del Celular (A.C) como algo parecido a lo de antes de Cristo (A.C) en la historia de los tiempos. De día o de noche, en casa, en la calle, en las oficinas, en aulas de estudio, en la mesa de comer, en talleres o en sembradíos, hay miles hablando o escribiendo conectados a las distancias.
 
   Pero, paradójicamente, se ha reducido el contacto entre personas cercanas con el ultramoderno sistema de comunicación del que se han vuelto dependientes. Un concurso intercolegial de oratoria, con el tema Conectados a la tecnología, desconectados de la familia, permitió conocer la reflexión de quienes nacieron al mismo tiempo que los primeros celulares. El evento, el 16 de mayo pasado, lo promovió la Unidad Educativa Kennedy, con alumnos de 15 colegios de Cuenca. 
 
Sebastián Pulla Iñiguez, del Colegio Técnico Salesiano, obtuvo el primer premio en el concurso; Samira León Segovia, de la Unidad Educativa Francisca Dávila, el segundo; y, Verónica Mendoza Jaramillo, de la Unidad Educativa Príncipe de Paz, el tercero. El Jurado integraron las docentes universitarias Nancy Negrete y Carolina Zúñiga, y el periodista Rolando Tello.
   Los adolescentes viven la tecnología con la que nacieron y no se hacen problemas. Los problemas vienen de los mayores, en general inconformes con ver a los hijos viviendo su tiempo y su mundo tan distintos de lo que fueron los suyos. Pero, también hay padres y madres que, adictos a la nueva  tecnología de comunicación, desatienden a los hijos. Son dos caras de una misma moneda.
 
   Lo bueno o lo malo de la tecnología no está en sí misma, sino en el uso que se la dé, fue el criterio coincidente. Todo exceso es malo y éste podría ser uno más de ellos. Los estudiantes contaron experiencias personales para demostrar lo bueno de la conexión tecnológica y lo malo de la desconexión familiar.
 
   Alguien dijo que al llegar del colegio su madre ni se percató de su presencia, concentrada en el celular. Se acercó y la preguntó, ¿me amas?, pero no obtuvo respuesta. Entonces él se dio cuenta de que el mejor amigo de su madre, con quien estaba hasta en la cama, era el dispositivo para conversar con mucha gente, menos con él. 
 
   El círculo es vicioso. Ante la pérdida de la relación familiar, a los jóvenes les queda la alternativa de buscar amigos extraños, distantes y hasta desconocidos, a través de las redes sociales. “Las redes antisociales”, dijo un estudiante. Además, también las computadoras son instrumentos que crean distancias familiares, pues hay jóvenes y adultos que permanecen horas enteras frente a ellas, conectados a la internet y sus mecanismos de ilusión, con sólo un click. “Es la generación de los dedos, frente a los artefactos, que promueve la inactividad y las malformaciones físicas por tanto agacharse ante el teclado. La familia es una especie en extinción”, opinó otro alumno.
 
Estudiantes de 15 colegios secundarios de Cuenca participaron en el concurso de oratoria que, por octavo año, promueve la Unidad Educativa Kennedy.
 
   Un joven, probablemente de padres migrantes, defendió la maravilla del celular para conectarse con ellos y hasta verlos. Los avances tecnológicos en la comunicación son valiosos y necesarios y hay que acoplarse a ellos. “Cuando Gutemberg inventó la imprenta hubo quienes predijeron que la lectura rompería la relación familiar. Luego, con la televisión, se creyó que se rompería aún más y ahora con los celulares se sigue en esa línea, pero todo depende del uso o el abuso de la tecnología”.
 
   “La tecnología hace que las computadoras piensen como los hombres, pero depende de los hombres vivir y pensar como si fuesen o no computadoras”, reflexionó un colegial, ratificando el criterio de que la tecnología no es sino una herramienta de la cual se puede hacer buen o mal uso, conscientes de que facilita acceder al conocimiento, a las ciencias y al mundo, o a fuentes de destrucción de principios y valores.
 
   “Te estoy hablando”, es frase común de reclamo en el entorno familiar, cuando el padre o la madre no encuentran respuesta del hijo compenetrado en su mundo del celular, o viceversa. 
 
   Una concursante intercaló en su intervención un llamado a los compañeros que, mientras ella hablaba, estaban manipulando el aparatito que los desconectaba de la realidad de ese momento.
 
   El concurso de oratoria Conectados a la tecnología, desconectados de la familia, permitió descubrir talentos juveniles promisorios de éxitos profesionales, políticos, jurídicos, pues esta clase de eventos aporta a completar la formación de los futuros padres, funcionarios, autoridades, empresarios y líderes sociales, cuya palabra influirá en la comunidad.
 
   En lo específico del tema, el concurso llevó a constatar el tiempo y el espacio en el que, por la tecnología de las comunicaciones, se diferencian las últimas generaciones, separadas por brechas sorprendentemente abismales: la tecnología ha dividido a la humanidad entre quienes nacieron antes y después de los celulares… Los niños y jóvenes –también los mayores- son felices con la magia de este invento, pero sólo ponderan el lado negativo si su abuso acarrea algún conflicto.
 
   Una alumna del colegio anfitrión terminó su oratoria con una frase contundente sobre el  tema: “Que viva la Tecnología, pero más la familia…! 
 
Estudiantes y maestros asistentes al evento.  
 

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