Una nueva etapa en la historia del Ecuador se inicia el 24 de mayo. Diez años de gobierno del Presidente Rafael Correa Delgado llegan a su fin, y en los próximos cuatro años el país será administrado por su coideario y sucesor, Lenin Moreno Garcés. 
 
   La democracia continúa. La reñida disputa electoral de abril quedó atrás y es de desear que lo negativo, las lesiones, las inconformidades, sean páginas cerradas dentro del normal desenvolvimiento del ajetreo político. La vida continúa y nuevas esperanzas por un mejor futuro alienta el pueblo ecuatoriano.
 
   La situación económica del Ecuador es difícil. Cualquiera que hubiera sido el ganador en las últimas elecciones, habría tenido en este aspecto uno de los retos mayores para afrontar los problemas nacionales que, de una manera u otra, dependen de la bonanza o la pobreza nacional. Aquí es donde ha de esperarse el acierto, la inteligencia y la honestidad  de los nuevos gobernantes, para que el pueblo sea lo menos afectado por los tiempos difíciles que parecerían avecinarse.
 
   Pero no todo depende del Gobierno. Es preciso que todos, superado el ambiente post electoral, contribuyan para que los responsables de la vida inmediata del país tengan éxito. Es necesario, oportuno e imperativo, clamar porque la unidad de los ecuatorianos prevalezca por sobre la división o las diferencias políticas, por el bien del país y de todos los ecuatorianos.
 

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