Algo lo volvía avasallante; imponía admiración y respeto; y, aun, cierto temor reverencial… Y no sólo entre los ingenuos creyentes socialistas y los incondicionales fanáticos. También -- de manera bastante menos explicable -- sucumbieron a su magnetismo, temporal o permanentemente, muchos personajes, destacados y distintos…
¿Dudaría usted de que la música de Chabuca Granda es parte del patrimonio cultural del Perú? (Aun con sus defectos: Cierto aristocratismo anticuado y un poco ramplón, por ejemplo… Veamos. Las cosas en su debido punto: Las letras de las canciones populares suelen fallar literariamente. Hay que aceptarlas así…) Pero méritos son méritos. Y, al respecto, LA FLOR DE LA CANELA resulta una especie de tarjeta de presentación de Lima. Con las notas de esta famosa pieza, nosotros recordamos el centro de la gran ciudad virreinal: La Alameda. El Palacio de Pizarro, el Mercado Central, el Correo, el Jirón de la Unión… / ¿Y dudaría usted de que -- con mayor razón; por haber creado un nuevo e importantísimo genero de la música popular, el tango -- la música de Gerardo Matos Rodríguez es parte del patrimonio cultural rioplatense? Las respuestas son obvias. Por lo tanto, ¿para qué hacer unas formales, y supuestamente consagratorias, declaraciones de este par de hechos? No corresponden; y no agregan nada. La sugerencia de la sensatez: Dejar las cosas como están… Están bien.
Hay, en este asunto, -- y sobre todo en América Latina -- un par de distorsiones notorias. Primera. Las ciudades que tienen el título de Patrimonio Cultural de la Humanidad ya son muchas; quizá, o sin quizá, demasiadas. Segunda y peor todavía: Hay una gran competencia para hacer que se declaren patrimonios mundiales -- ¡mundiales! -- a decenas de áreas, sitios, labores, productos, eventos… (Desde las acequias de Mendoza, hasta Las Diabladas de Oruro, el Pase del Niño de Cuenca y ciertas gastronomías nacionales…) Se supone -- o parece que se cree -- que la UNESCO es una especie de portentosa dispensadora de glorias y méritos colectivos; olvidándose que estos se logran sólo con acción, inteligencia, creatividad, constancia y largo tiempo… Bueno, bueno… ¿No estamos llegando ya al absurdo y a la exageración? (En la lista del Patrimonio Mundial, España consta con 45 títulos. Claro que sabemos que España tiene una gran cultura y una larguísima tradición. Pero tiene, también, unos conocidos intereses turísticos; y, en este punto, entran las feas dudas…) Analicemos -- para demostrar lo afirmado -- nada más que un caso de la naturaleza. Hay centenares de hechos geográficos interesantes, interesantísimos. Pero, -- concretando -- ¿sería necesario declarar al río Amazonas patrimonio natural de la humanidad? Y, --en caso de hacerlo -- ¿a qué? ¿Al río principal, a él y a sus afluentes mayores, o a toda la cuenca hidrográfica? Resultado posible: Un río, un desvío y un desvarío… ¿Y habría que declararle al Chimborazo patrimonio natural de la humanidad, por constituir el punto más alto de toda la corteza terrestre? ¡Vaya…! Algo menor. ¿Habría que darles a las faldas del nevado Cayambe la misma distinción, por tener el punto más elevado de la Línea Ecuatorial? Basta. No, no; por favor. Evitemos los despropósitos. Y, en todo caso,-- si persistimos en esto de las distinciones y los premios -- quedémonos, más bien, con aquella popular elección (de simple y común carácter turístico) de las Diez Maravillas Naturales de la Tierra. Es suficiente.
¿Y por qué se han producido estas distorsiones? Nuestra conjetura: Porque se han sobrepasado, en este asunto, las debidas proporciones y las correctas jerarquías. Hay populismo cultural… Mala cosa… Sobre todo, después de las revisiones hechas en 1994. (Nuevo Tratamiento. Se intentaba -- según se dijo -- equilibrar las declaraciones; muy inclinadas, hasta entonces, hacia los países desarrollados.) En otras palabras: Los patrimonios de la humanidad no pueden ser, de ninguna manera, tan abundantes; casi un millar: culturales, naturales y mixtos. (Las ciudades de Atenas, Roma y Jerusalén, sin duda, deben serlo. Y, con relativa seguridad, unas nueve más; hasta completar talvez una ilustre docena. Y, entre éstas, bien podrían constar dos o tres latinoamericanas; digamos, una ciudad maya, México y El Cusco. Pero, aquí nomás hay que detenerse.) Y -- con la estricta y acotada categorización -- ciertamente, quedarán sobrando Quito, Cuenca, Valparaíso, La Habana, Cartagena de Indias… Para ser patrimonio de la humanidad, les falta, a estas últimas, excelencia, trascendencia, universalidad, importancia, significación… Bueno… Pero, las mencionadas urbes si pueden incluirse, con justicia, en la siguiente categoría: el patrimonio continental. Y, de este modo, vamos llegando al meollo del problema.
A lo principal. Hay que establecer las jerarquías debidas. ¿Cuáles serían éstas? A nuestro parecer, los siguientes patrimonios: mundial, continental, nacional, regional, provincial, local… Así, por ejemplo, Ingapirca, Zaruma y el centro de Riobamba podrían ser patrimonios nacionales. El Chorro de Girón, El Plateado, Chordeleg y Chobshi podrían ser patrimonios de la Provincia del Azuay. Las playas del río Santa Bárbara podrían ser patrimonio cantonal (local) de El Sigsig, etc. Al paso, -- y para variar -- lo arbitrario y lo esperpéntico: El Ministerio de Ambiente, del Ecuador, se atribuyó la potestad de declarar “patrimonio cultural” -- sí, leyó bien: patrimonio cultural -- (EL UNIVERSO, 24/2/ 17) al cuerpo embalsamado del SOLITARIO JORGE, el tortugo galapaguense… Para Ripley… / Sigamos y completemos: La mesura es la clave de la cuestión. Nada, pues, de subirse a mayores, de excederse… Y, de esta manera, cada cosa quedaría en el lugar correcto, en el que le corresponde, en dónde debe estar.
A redondear la cuestión. La UNESCO, desgraciadamente, -- como hemos insinuado -- se politizó, hace un tiempo; y se parcializó hacia la izquierda. Y-- ya en el mal camino -- fue adoptando procedimientos populistas; es decir, procedimientos, de distinción y reconocimiento, laxos, condescendientes, dudosos, demagógicos… (Y, así, -- para decirlo metafóricamente -- las ejecutorias de la entidad se volvieron grisáceas o un poco color de hormiga; o color del tiempo…) Y, también, han sido laxos el seguimiento, la financiación y el control respectivos. Ejemplo: El descuido del centro de La Habana es un escándalo. Edificios ruinosos por doquier… (Un pequeño detalle: Al extremo de la calle Obispo, vimos, tirados en la calzada, una media docena ce viejos cañones; que, irresponsable e incompetentemente, habían sido hundidos para servir de mojones; y que, a la final, se arruinaron por la violenta oxidación del suelo tropical y el aire marino.) Por otra parte, en el Ecuador, no parece que se haya estudiado, de modo suficiente, el impacto de la construcción del tranvía en el centro histórico de Cuenca; y, menos aún, el pequeñito, viejo y postizo problema de la Plaza de San Francisco. (Que -- por el raro intríngulis que ha llegado a ser -- merecía, quizás, un poco de curiosidad de los expertos internacionales…) Y, aquí, una nota adicional y necesaria: No conocemos, al momento, las cantidades de dinero asignadas por dicha organización a los lugares patrimoniales. (Pero es obvio que, a cuantos más lugares se deba atender, menos alcanzaran los fondos.) Y, por todo lo dicho, hemos ido llegando a estos desórdenes, desarreglos y entreveros culturales. Consecuencia esperable: La muy importante jerarquía superior del patrimonio se degradó; dejó de ser un podio para convertirse en una tarima. Y las menores -- que, por varias razones, son más o menos independientes de la UNESCO -- perdieron bastante de su atribución, su funcionalidad y su sentido…
Terminemos con una anécdota que, por comparación, ilustra el caso. Nos acordamos de algo similar. El Papa Juan Pablo ll -- con una injustificada actitud de populismo confesional -- canonizó a varios centenares de fieles. (A casi tantos como todos sus antecesores juntos… Desde el muy preciso y concreto jesuita Monseñor José María Escribá de Balaguer; quizás, el más famoso de los “papas negros”; hasta Juan Diego, el indiecito mexicano; de cuya existencia, algunos dudan… Entonces, ¿el buen chico de las rosas de Castilla podría ser nada más que un santo imaginario? Vaya… Lo que faltaba. ¿Qué estaba haciendo, en su momento, el abogado del Diablo? Y la lista incluye también a dos ecuatorianos: el Santo Hermano Miguel y Santa Narcisa de Jesús Martillo.) Y, aquí, -- ya con las suficientes señas -- nos podríamos preguntar: ¿Para qué se precisa tanto santo en el Cielo? Recordémoslo bien: En la excelencia, pocos. No puede haber ni muchos santos, ni muchos aristócratas, ni muchos campeones; ni, desde luego, muchas ciudades que consten en un patrimonio mundial.