Como si no existiera una sociedad que desde hace sesenta y siete años se dedica a combatir el cáncer, se ha entregado a la Asamblea un proyecto de ley Orgánica de Lucha contra el Cáncer

Cabe suponer que la nueva propuesta ha de fundarse en una responsable constatación de la forma en que ha sido tratada la temible enfermedad, y no en la inspiración de quienes descubren en el dolor humano su vocación mesiánica.

La confianza en el albur de los iluminados nos ha conducido al borde de la quiebra moral, económica y social en que nos debatimos los ecuatorianos. En el caso que comentamos, no bastaba la buena intención ni las simples estadísticas; había que partir del análisis sobre las condiciones y los resultados de la labor de un organismo que ha desempeñado un papel protagónico en la lucha contra el cáncer durante siete décadas. Ese era el punto de arranque si se quería garantizar racionalmente la validez del proyecto.

Si hubo deficiencias, había que establecer puntualmente las causas y, por supuesto, proponer las enmiendas pertinentes en los ámbitos de prevención, de curación y de rehabilitación, que son los principios básicos a que han de responder las soluciones médicas. ¿Cuál de aquellos principios ha sido desatendido en perjuicio del interés comunitario, o cuál de ellos escapó a la misión que se impuso desde un comienzo la Sociedad de Lucha contra el Cáncer?

Si la evaluación arrojó resultados positivos, había que puntualizarlos en forma sistemática, diseñando en cada caso los medios para reforzarlos. Ignorar los logros alcanzados por SOLCA y prescindir de su asistencia, de sus criterios y experiencias, siembra dudas sobre la buena fe de quienes han llevado el proyecto a la Asamblea. Aquella exclusión fomenta la sospecha sobre un nuevo andamiaje legal ideado para obrar solapadamente contra SOLCA. Así lo ha dejado presentir uno de los patrocinadores de la nueva ley al expresar la pretensión de que SOLCA apoye al nuevo orden legal con sus conocimientos y experiencias, cuando la aspiración debió ser planteada sensatamente al revés: que el nuevo orden legal apoye a SOLCA. Aunque al vocero le faltó añadir “con su presupuesto”, la omisión oculta las reales apetencias que conlleva la idea de levantar un nuevo elefante blanco a expensas del recurso ajeno.

Pero se trataría de un elefante blanco sui géneris, no edificado con ladrillos ni hormigón, sino con un entramado de artificios legales que solapa la verdadera intención. Prueba de ello es que -como todos los elefantes blancos cuya construcción ha estado de moda en estos últimos años- el proyecto también intentará empezar por la colocación del techo, dejando para después las cimentaciones obvias; la cimentación financiera, en primer lugar. En efecto, la propuesta arrancaría con la integración de un Consejo Nacional de Lucha contra el Cáncer, conformado por representantes de varios organismos nacionales; entre ellos, de algunos ministerios. Si así fuere, al paciente se le haría difícil acertar si el tratamiento de sus dolencias ha de empezar por el Ministerio de Educación, por el de Economía o por la Secretaría Nacional de Planificación.

No es broma. Lo comprobaríamos cuando la nueva ley acarree como consecuencia inmediata la burocratización de un servicio hasta ahora brindado eficazmente por SOLCA con un profundo sentido humano y un compromiso social indeclinables, como podríamos testimoniarlo miles de ecuatorianos.

Sabemos que el Estado es un mal administrador de los servicios públicos, incluyendo el de salud. Podrá echarse la culpa a la irresponsabilidad o a la falta de escrúpulos de los administradores. Lo cierto es que la visión gerencial autoritaria impuesta por el anterior régimen perdura en muchas instituciones del Estado, a pesar de sus nefastas consecuencias. Son igualmente inocultables las terribles deficiencias en los servicios de salud directamente controlados por el Estado. Se quejan los pacientes de la atención que reciben en los hospitales públicos; autoridades del gobierno acaban de reconocer que el Seguro Social está en la quiebra. ¿Permitirá la Asamblea que corra igual suerte la Sociedad de Lucha contra el Cáncer que desde 1951 ha hecho tanto bien a la Nación?

 

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