Empresario exitoso y con sensibilidad social, Marcelo Jaramillo Malo, nacido el 13 de octubre de 1918, murió el 28 de abril reciente, camino a los cien años. Su vida ajena a la exhibición, queda prolongada en obras y servicios
El no gustaba ostentar los logros personales ni la vocación humanitaria, pero merecen destacarse sus iniciativas para impulsar proyectos productivos, generación de empleo y solución de necesidades cotidianas en la vida de los cuencanos y de los ecuatorianos. Su vida se inspiró en la herencia de sus antepasados: Benigno Malo, bisabuelo, primer promotor industrial de Cuenca; Juan Jaramillo Ordóñez, abuelo, médico y docente universitario de reconocidos talentos; y, Carlos Jaramillo León, el padre, también médico, autoridad de Salud, gestor de la creación de la Cruz Roja y empresario, del grupo fundador de la Cámara de Comercio.
Adolescente de 15 años, alternó el trabajo diurno en el Banco del Azuay con estudios nocturnos en el colegio Antonio Ávila Maldonado, de administración y comercio. Tres años después –1936- conoció a Stanley Brandon, estadounidense exportador de sombreros de paja toquilla con su empresa Brandon Hat Company, donde Marcelo trabajaría hasta 1959, cuando asume la dirección del negocio, pues el empresario volvió a su país al declinar la venta de los sombreros, sin poder competir con productos sintéticos que invadieron el mundo desde Japón, por precios muy baratos.
Las crisis fecundan iniciativas en los emprendedores. Marcelo Jaramillo contacta con empresas nacionales y extranjeras vinculadas a la construcción, decidido a cambiar la línea de su negocio para ir por el área inmobiliaria. El 18 de julio de 1964 la razón social Brandon Hat Company pasa a llamarse Marcelo Jaramillo & Hijos y mantiene su nombre hasta 1992, cuando en plena estabilidad, adquiere la actual nominación: MARCIMEX, desde entonces presente en el ámbito nacional y en el exterior.
Pero ya antes, en 1972, había apoyado la iniciativa de su hijo Pablo para formar un grupo de industrias bajo las nominaciones de INDURAMA, INDUTECNIA y MULTINDUSTRIAS, orientadas al sector metal mecánico, para la fabricación de electrodomésticos, cocinas, refrigeradoras, bicicletas y todos los productos de la llamada línea blanca. El proyecto tuvo éxito y se consolidó con moderna tecnología en la producción, bajo el nombre INDUGLOB, pues INDURAMA quedó como marca. Los productos se impusieron en el ámbito nacional y se abrieron mercado por los países de Centro y Suramérica.
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Establecimiento comercial de la empresa MARCIMEX, donde se exhibe y venden los diversos productos salidos de las fábricas mentalizadas por Marcelo Jaramillo.
Con la muerte de Marcelo Jaramillo Malo, comerciantes, industriales y gremios productivos hicieron memoria de su aporte al desarrollo del Azuay, y sobre todo recordaron su proverbial sencillez y extrañeza a la vanidad, inclusive en el trato con funcionarios y obreros, que suman por miles en el país, donde los productos casi ignorados que van de Cuenca se exhiben en grandes o pequeños locales comerciales. Una de las satisfacciones que mejor compensaba sus esfuerzos y hasta riesgos empresariales, fue haber creado puestos de trabajo, fuente de subsistencia para miles de familias de su ciudad y del país.
LA CLÍNICA HUMANITARIA
Acceso a la clínica humanitaria Pablo Jaramillo Crespo y en el recuadro la inscripción de significación cristiana que corresponde a la vocación solidaria con la que se concibió el establecimiento.
El 16 de agosto de 1976 un avión de la compañía Saeta se precipitó a tierra en un vuelo de Quito a Cuenca, causando la muerte de todos sus ocupantes, entre ellos Pablo Jaramillo Crespo y su esposa María Eugenia Tamariz.
La muerte trágica del hijo fue un duro golpe que sufrió Marcelo Jaramillo en su vida. Pero fue oportunidad para transformar su dolor en una respuesta positiva perdurable para rescatar la memoria del ser querido: el 25 de noviembre de 1988 nació la Clínica Humanitaria Pablo Jaramillo Crespo.
El Ministerio de Bienestar Social en esa fecha expidió el Acuerdo de creación del establecimiento de salud –junto al mercado El Arenal-, al que el fundador dedicó los mayores esfuerzos para dotarlo de los más modernos equipamientos y servicios profesionales.
El objetivo básico fue y es dar atención médica a personas pobres. Tiene capacidad para 14 pacientes de ginecología y obstetricia, ocho de cirugía clínica, ocho de pediatría, dos de medicina general, 12 de neonatología y uno de cuidados intensivos. Las tarifas por los servicios son mínimas y se las exonera a los indigentes. El promedio de ocupación es el 80% de la capacidad del establecimiento.
Marcelo Jaramillo estuvo satisfecho del trabajo empresarial de su larga vida, pero la Clínica Humanitaria, sin fines de lucro, le deparó las más íntimas compensaciones en su realización personal, de afectuosa evocación al hijo que perdió hace más de cuarenta años.