Por las calles de las ciudades del mundo deambulan menesterosos que sobreviven en condiciones infrahumanas o hacen de la mendicidad y labores degradantes su forma de vida. Son el extremo opuesto al eslogan político del “buen vivir”

César Guerra, el titular de la entidad.

Hay instituciones –religiosas y civiles- que no solo velan por personas habitantes de un submundo, cuya vida y muerte son inadvertidas, sino que las buscan, para ofrecerlas rehabilitación, atención sanitaria y educación sobre normas elementales de convivencia en el mundo social.

César Guerra, Coordinador de Desarrollo Social de la Municipalidad de Cuenca, tiene experiencias que contar sobre gente que vive en extrema pobreza, mendicidad, abandono, adicciones, problemas psiquiátricos o discapacidades. Son niños, adultos o mayores, hombres o mujeres, de familias importantes o de oscura procedencia.

El departamento de Desarrollo Social fue creado en la anterior administración del Alcalde Marcelo Cabrera (2005-2009) para cumplir tareas de servicio comunitario, con énfasis especial en los sectores humanos más afectados por necesidades cotidianas de salud, bienestar y supervivencia.

El Proyecto Vida es uno de los más ignorados pero de los más útiles trabajos de la entidad, según el funcionario: “asistimos y restituimos los derechos de las personas involucradas en este sector humano, en los ámbitos urbano y rural del cantón, entregándoles servicios sociales y procurando su reinserción familiar”, expresa. Las actividades se coordinan con el programa Acción Social Municipal, que dirige Mireya Vélez, esposa del Alcalde.

En las calles de Cuenca hay dramas humanos ante los cuales la indiferencia es la actitud habitual de los ciudadanos, pero gracias a la labor del Proyecto Vida son cada vez menos visibles: los mendigos son llevados a casas de alojamiento, así como los adictos a drogas, que se los ubica en centros de salud o asilos donde puedan recibir alimentación y tratamiento médico para la desintoxicación y la rehabilitación, más la atención psicológica indispensable.

Personas con problemas humanitarios son recogidas para llevarlas a centros de acogida donde reciben las atenciones que necesitan según sus condiciones

Un equipo de profesionales cumple sus tareas según la especialidad: hay  psicólogos clínicos, trabajadores sociales, terapistas ocupacionales, médicos, gerontólogos y otros, como el personal que recorre y detecta los casos, para el abordaje y traslado hacia los centros apropiados para brindar la atención.

Según Guerra, responsable del programa, se ha logrado erradicar en gran medida lo que hasta hace poco era un espectáculo rutinario en los sitios públicos de Cuenca, con menesterosos durmiendo en portales, ebrios y mendigos deambulando en los parques o personas con alteraciones mentales causando molestias en las calles. La coordinación con instituciones privadas y públicas que disponen de albergues o personal especializado, facilita el trabajo.

Hay en la ciudad varias entidades asimismo apenas conocidas por el gran público, que cumplen tareas humanitarias de gran efectividad. Entre ellas están la Posada San Francisco, el asilo Cristo Rey, el Centro de Rehabilitación de Alcohólicos, el hogar Jesús de Nazareth, el hogar Miguel León, la Comunidad Terapéutica Proyecto Esperanza, la Comunidad Terapéutica Mujer de Valor y la Comunidad Terapéutica Hogar Crecer.

A cada uno de esos establecimientos son llevadas las personas que requieren la atención médica, psicológica y de salud en general, donde además se dicta talleres sicoeducativos, para la prevención de adicciones o se brinda cuidados terapéuticos de ser menester.

Son frecuentes los casos relacionados con problemas de alcoholismo y afecciones mentales, por los que hay personas abandonadas o echadas de los hogares ante la imposibilidad de convivir con ellas. El tratamiento es difícil, pero más del 90% han arrojado resultados positivos, lográndose la reinserción a la vida familiar normal, indica César Guerra.

Los tratamientos van acompañados de actividades de esparcimiento para este sector poblacional que nunca ha tenido oportunidades para hacer excursiones, ir al cine, hacer caminatas o emprender iniciativas de cultura y arte. El resultado es el cambio individual, de gente que descubre formas de vivir que antes no había sospechado.

El presupuesto municipal destinado a la Dirección de Desarrollo Social es de 223 mil dólares anuales. No es suficiente, pero las necesidades son subsanadas a través de autogestión: la empresa de movilidad EMOV colabora con el transporte; empresas locales ofrecen refrigerios, la red municipal de farmacias Farmasol obsequia medicinas. No faltan casos de personas que se las encuentra muertas y nadie responde por ellas o sus familiares no disponen de recursos, por lo que el Proyecto Vida resuelve los trámites funerarios y consigue un cupo de sepultura donado por la empresa de cementerios.

El Proyecto actualmente atiende a 920 beneficiarios del rango de adultos mayores; mil personas por casos de mendicidad, indigencia y adicciones y 200 reciben charlas de prevención de adicciones, con horarios diversos para niños, adolescentes, adultos o adultos mayores. La entidad funciona en la Casa Azul, en la plazoleta de Santo Domingo.

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