Cerca a las catedrales y templos, o a edificios con fachadas copiadas de Francia, frente a las vías adoquinadas o con rieles por las que ya ruedan los tranvías, quedan casas sencillas, con paredes de adobe y teja artesanal, impregnadas de identidad histórica y cultural, que evocan el remoto pasado rural de Cuenca
Muchos edificios de ayer y de hoy en el centro histórico de Cuenca son admirados por la belleza de su arquitectura, elemento destacado de la ciudad patrimonio cultural de la humanidad. Pero a los ojos de sus habitantes – o de los turistas- pasan inadvertidas viejas casas restauradas o ruinosas, testigos casi postreros de residencias familiares de hace más de un siglo.
En el barrio de Todos Santos | Calle Honorato Vazquez |
En el mes conmemorativo de la Fundación, AVANCE pone a los ojos de la nueva administración municipal y en especial del público, una muestra de antiguas edificaciones que aún están en pie: algunas bien restauradas, con su fisonomía originaria en lo posible, otras en deterioro o destrucción.
En sus cuartos oscuros, de adobe o bahareque, bajo tejados de barro tostado, con pequeñas ventanas para aislar del “mundanal ruído” a los pobladores, allí vivieron abuelos y bisabuelos de los cuencanos de hoy, gente más rural que urbana –sin luz eléctrica, ni agua potable, las acequias en la calle, con secretos, rezos, chismes y cuentos- cuyos descendientes atesoran décadas y siglos de recuerdos y olvidos de sus mayores.
Algunas de esas casas sobreviven adaptadas a usos comerciales, de vivienda o talleres. Con buen gusto, los dueños se han dado modos para conservarlas rejuvenecidas y útiles; pero otras agonizan en abandono deliberado, hasta que los veranos o los inviernos acaben destruyéndolas, para remplazarlas con edificios económicamente muy rentables.
Tarqui y Gran Colombia | Gran Colombia y Hemano Miguel |
De todos modos, son un atractivo y, sobre todo, recuerdo de modos de vida en épocas pasadas, muy pasadas. Preciso es poner los ojos en ellas, para que la nueva administración de la Municipalidad se empeñe en protegerlas, pues son reliquias para que, a estas alturas del siglo XXI y después, asomen los cuencanos de hoy como a unas ventanas vueltas hacia remotos panoramas.
En la Calle Larga, cerca al museo de Pumapungo |
En las últimas décadas la ciudad modernizó su fisonomía, en el centro histórico y en zonas periféricas, pero sin valorar lo suficiente a estos referentes de vida y de cultura de pasadas generaciones. Una muestra de lo hecho está en la calle Las Herrerías, pero es poco, frente a la cantidad de casas viejas dispersas por el centro histórico, conviviendo bien o mal con grandes estructuras modernas, como de cualquier parte del mundo.
Quizá la nueva administración incorpore a las áreas de cultura y patrimonio a expertos dispuestos a ver, pensar y actuar con acertados criterios de preservación de los bienes patrimoniales y no se repitan experiencias recientes que confundieron gestión cultural con farándula, volatineros o bullicios multitudinarios, sin hacer casi nada por proteger los auténticos valores materiales y espirituales que justifican la calidad histórica de la urbe patrimonial del mundo.
Calle Gran Colombia | Simón Bolívar y Estevez de Toral |