En 2020 serán dos siglos de la independencia de Cuenca. Ya corre el año anterior a la conmemoración y oficialmente nada se ha dicho sobre la evocación histórica, sobre todo, para con este motivo esperar más que saludos gubernamentales, obras secularmente preteridas que la ciudad las necesita
Puente Juana de Oro, antecesor hace un siglo del Puente del Centenario (foto de abajo),
construido para conmemorar los cien años de independencia de Cuenca.
Cuando Cuenca conmemoró en 1920 el primer centenario de esa gesta patriótica, ya desde 1917 la Municipalidad había iniciado los preparativos, pero ahora, prácticamente en vísperas, parecería que ninguna importancia tiene el segundo centenario.
Dos tomas fotográficas muestran monumentos instalados para la ocasión en el parque central de Cuenca, por comités ciudadanos, organizaciones obreras e instituciones públicas y particulares, con el público multitudinario en manifestaciones de entusiasmo por los cien años de libertad
Octavio Díaz, Presidente del Concejo de Cuenca que con tres años de anticipación a la fecha centenaria de la independencia, empezó los preparativos para la histórica conmemoración patria. |
Ese año el Presidente del Concejo, Octavio Díaz, tras un largo reclamo al Ministro del Interior, le pedía cumplir el homenaje que el país debía a Abdón Calderón: “…El pago de una deuda de gratitud, no sólo provincial sino nacional, levantando al héroe de la Batalla de Pichincha el monumento que se le acordó por Decreto Legislativo de 19 de octubre de 1899. Ojalá, señor Ministro, que este homenaje a una de las glorias más legítimas de la Patria ecuatoriana, se pudiera realizarle el 3 de Noviembre de 1920, fecha clásica para los pueblos azuayos, en que éstos nacieron a la vida de la libertad y proclamaron la República”.
El 11 de julio de 1917 se aprobó la Ordenanza del Centenario, cuyo segundo artículo dice “Que este acontecimiento de trascendentales consecuencias en orden al progreso y cultura de estas comarcas, debe ser rememorado de manera que corresponda a los beneficios de la libertad e independencia conquistadas y a la gratitud a que se han hecho acreedores nuestros padres, por sus sacrificios”.
La ordenanza creó la Junta del Centenario, integrada por autoridades civiles, eclesiásticas, militares, de entidades culturales, rectores de la Universidad y del colegio Benigno Malo, delegados de los cantones azuayos, de Azogues y Cañar, sociedades de obreros, etc. Además, fijaba asignaciones por cinco mil sucres en 1918, 1919 y 1920, para financiar los eventos conmemorativos, más aportes gubernamentales y del congreso.
La erección del monumento a Calderón, en el parque central de Cuenca, fue concebido como el número principal por los 100 años de independencia, pero no llegó a hacerse realidad sino el 24 de mayo de 1931, luego que en 1927 se formara un comité con este propósito, que consiguió un aporte de cinco mil sucres de la Municipalidad de Guayaquil; 10 mil del gobierno del Presidente Ayora y 25 mil de una asignación legislativa. La elección de la Reina de Cuenca, dejó un rédito de 10 mil sucres que se sumó al proyecto.
El puente del Centenario, sobre el río Tomebamba, es una de las importantes obras ejecutadas con motivo del siglo corrido desde que el 3 de noviembre de 1820 se proclamara la independencia española de la ciudad.
Una gesta aviatoria sin parangón fue el vuelo del Telégrafo I, pequeño avión que por primera vez se elevó por encima de los Andes, para aterrizar en Cuenca rindiéndola homenaje por el centenario. Con mucho fervor y patriotismo se evocó el nacimiento cuencano a la que se llamó independencia de España, aunque los tiempos posteriores evidenciaron la persistente dependencia del centralismo que divide en dos al Ecuador: Quito, Guayaquil y el resto del país.
Paradójicamente, cien años después de que los cuencanos aplaudieran hasta el delirio al piloto Elia Liut, que aterrizó por primera vez un avión en Cuenca, la ciudad pionera inaugural de la aviación en el país, sufre entre sus graves penalidades la incomunicación aérea con las principales ciudades del país.
El aterrizaje del pequeño avión Telégrafo I fue el espectáculo irrepetible en la historia de la ciudad centenaria. Aquí la nave aérea y a la izquierda, una foto de 1945, con una imagen inusual del piloto Elia Liut, repetidamente homenajeado como un héroe
Además, el sistema vial terrestre es precario y ocupa posiciones muy distantes de otras provincias y ciudades del Ecuador. Este es uno de los puntos que deberían constar en la mira de las autoridades por elegirse en marzo del presente año, para que el bicentenario de la independencia fuese una ocasión de reivindicaciones históricas a favor de Cuenca.
Hay necesidades y problemas alarmantes, como la falta de una vía de acceso a Cuenca desde las provincias de El Oro y Loja, pues la vía actual en servicio trae congestionamientos vehiculares que seguramente en otras provincias motivarían protestas, reclamos y medidas de reclamo al gobierno. En Cuenca, nadie responde por la situación y una actitud de conformidad de los personeros de la ciudad y la provincia no hace sino mostrar su resignación e indiferencia ante tan grave molestia e injusticia.
Los accesos a Cuenca desde todas las direcciones – excepto la vía Azogues-Cuenca-, son carreteros abiertos hace más de cincuenta años, que provocan congestionamientos que seguramente no soportarían autoridades ni pobladores de otras ciudades importantes del Ecuador. Cuenca inaguró en 1920 el transporte aéreo, pero la deficiencia del servicio un siglo después es uno de los peores males de la ciudad. Se aspira a que a partir de las elecciones de marzo, se vire la página de la indolencia frente al maltrato oficial de siempre |
El segundo centenario debería ser también motivo para reivindicar a un personaje protagónico de la independencia de Cuenca: José María Vásquez de Noboa, chileno avecindado en esta ciudad, de quien dependió fundamentalmente el éxito de la hazaña independentista de 1820, pero fue maltratado luego, pues se eliminó su nombre de una calle del centro histórico y se emitieron apresurados juicios sobre su trayectoria política que, inicialmente leal a la corona española, se reorientó hacia las causas americanas que tuvieron éxito.
Los 200 años de independencia serían oportunidad para rescatar el nombre, el honor y la gloria de Vásquez de Noboa: acaso a él, más que a muchos otros personajes inmortalizados en el bronce, le debe Cuenca un monumento. ¿Habrá que esperarse hasta el tercer centenario para que alguien cumpla este deber de justicia?.