Edificio del Banco del Azuay, hoy sede de la Alcaldía de Cuenca, en cuya planta baja funcionaba la bóveda de seguridad con cientos de casillas arrendadas para tener a buen recaudo bienes y tesoros de instituciones públicas y personas particulares |
Un casillero del desaparecido Banco del Azuay guardó joyas y bienes que habrían pertenecido a Georgina Cazorla Arízaga, dama cuencana que habría puesto a buen recaudo sus fortunas, pero falleció súbitamente sin que los familiares supieran del “escondite” del que hallaron una pista en la revista AVANCE
Desde siempre, el ser humano ha buscado sitios seguros donde guardar sus fortunas, tesoros y secretos. Las alcancías, los “entierros”, las bóvedas de seguridad bancaria o los paraísos fiscales protegen los caudales patrimoniales.
Pero a veces los afortunados van de esta vida sin dejar noticia de cuanto acumularon con avaricia o previsión hacia un futuro incierto, de repentina anticipación. Y vienen las incógnitas sobre el paradero de los preciados capitales.
¿Qué fin tendrían las joyas, cheques, letras de cambio, documentos de valor cultural, histórico o económico que permanecían en decenas de casilleros de seguridad del Banco del Azuay y fueron “descubiertos” hace casi 30 años, en una diligencia de constatación, porque los propietarios dejaron de pagar el arrendamiento?