Ese apego generoso a la juventud lo hizo manifiesto desde los puestos culminantes de su carrera pública, desde el sitio de profesor universitario, desde el sitio de ciudadano graduado en las cátedras del civismo auténtico
Fue su existencia la vida de un hombre. La de un ciudadano multifacético que entregó por entero su obra al espíritu de la morlaquía. Bajo el color de sus banderas, alzó la suya, como el pensamiento que orientó su actitud ante la Patria y ante los hombres. Vida de acción total, de emprendimientos, de arrestos y de batallas: con qué generosidad expandió su espíritu para servir a Cuenca, tierra como propia, por ser de sus ancestros, y pagarla en obras que no borrarán su nombre de la historia comarcana.
De Alejandro Serrano Aguilar nos queda una grande, una noble lección que es la que quiero destacar en estas líneas: su amor, su sincero aprecio a la juventud. Porque siendo, desde años atrás, uno de los que recibí, con el estrechón de su mano, la palabra de aliento, la voz ancha y cordial del estímulo, y aún hasta muy cerca de su viaje definitivo.
Ese apego generoso a la juventud lo hizo manifiesto, ya desde los puestos culminantes de su carrera pública, ya desde el sitio de profesor universitario, ya desde el sitio de ciudadano graduado en las cátedras del civismo auténtico; su visión de planificador urbano y estadista le impulsó a ser Secretario General de la Organización Iberoamericana de Municipalidades, con sede en Madrid, España en 1977, tras haber desempeñado la alcaldía de Cuenca. Tenía por entonces 43 años de edad, o sea, en la hora de la plenitud luego de haberse desempeñado como Gobernador del Azuay, Diputado y ex – Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la universidad de Cuenca.
Sus múltiples capacidades y talentos, su vida pública límpida y ejemplar habría de continuar como docente en la UDA, industrial, dirigente deportivo, presidente de Solca y mecenas de la cultura hasta culminar cuando el Congreso Nacional en 2005 le designara Vicepresidente de la Republica.
A lo largo de mi trayectoria periodística tuve el privilegio de entrevistarle más de una vez. Recuerdo con emoción un diálogo esclarecedor que se publicó en diario “El Mercurio” el 16 de octubre de 1976 a raíz de un homenaje público que le tributó la ciudad de Cuenca y sus instituciones más representativas. En una parte de la entrevista había afirmado: “…Yo miro en el doctor Alejandro Serrano Aguilar a un futuro conductor ecuatoriano, pues nada hay que lo impida, dada la actitud serena y ponderada que le caracteriza para mirar los problemas de la Patria”. Él contestó: “la acción política es sacrificio a la colectividad, lo cual constituye en sí mismo un hecho fascinante”.
Un diálogo innumerable había de continuar cuando Alejandro Serrano ejerciera las funciones de gerente regional de “El Comercio” en Cuenca, mientras yo hacía de corresponsal, y Claudio Malo, de jefe de redacción.
Esa adhesión a los ideales de servicio a la Patria, le condujo a hacer de su vida, una vida de combate: no del combate que destruye, sino del combate que edifica. Le vimos de cerca, librar a brazo partido, batallas a favor de la descentralización administrativa desde la curul de representante ciudadano o desde la cátedra y la columna apretada de la prensa y como expositor en foros y conferencias. Allí se alzó su voz que tuvo los matices serenos de su pensamiento progresista.
Mucho enseñó Alejandro Serrano Aguilar a la idiosincrasia de Cuenca, por eso su nombre y su obra se levantarán sobre el tiempo y las generaciones. Amó a Cuenca, defendió con ardor sus ideas y siempre se levantó, airosamente, sobre la mezquina incomprensión de los gobiernos de turno reclamando lo que por justicia le corresponde dentro del concierto nacional.
Fue su vida, la vida de un hombre de cuya lección y liderazgo nos hemos quedado ahora en la más absoluta orfandad.