Es incómodo reiterar sobre situaciones críticas que afectan a la provincia del Azuay, pero es inevitable hacerlo: la precaria condición del sistema vial, la escasez de vuelos hacia y desde las principales ciudades ecuatorianas, son molestias y obstáculos que se sufren cada día, ante la indolencia de autoridades y líderes sociales que deberían ser los primeros en plantear los reclamos y denuncias.
Las carreteras que conectan al Azuay con el norte del país, con la costa y provincias vecinas, son descuidadas hoy como lo fueron siempre, de la obligación gubernamental de atender por igual a todos los rincones del país. En altos cargos de los círculos gubernamentales hay ciudadanos oriundos de Cuenca y del Azuay que, por haberse radicado en la Capital de la República, se desentienden de las necesidades de su ciudad y su provincia.
La Municipalidad de Cuenca y el Gobierno Provincial del Azuay, con sus titulares a la cabeza, deberían liderar las propuestas y las presiones para que se cambie el comportamiento oficial con su jurisdicción. Pero hay silencio, indiferencia, indolencia y quizá subordinación sumisa a la voluntad oficial que menosprecia al pueblo al que deben defenderlo. Hay temor de reclamar y acaso provocar resentimientos, pero el pueblo percibe estas conductas y en cualquier momento pedirá cuentas.
Lastimosamente, pasaron los tiempos en que Cuenca y el Azuay tenían autoridades capaces de levantar la voz frente al discrimen gubernamental. Es curioso e irónico que, al momento, el Azuay tenga un gobernador representante del Ejecutivo y, otro, representante del Ministerio de Gobierno, pero que al parecer ni coordinan su gestión, ni se empeñan en decir al Presidente y sus Ministros y altos funcionarios, que Azuay es víctima del centralismo capitalino. Un panel sobre el aislamiento azuayo, del que se hace eco este medio en esta edición, confirma esta penosa realidad.