Eso que llamamos el capital es nada más que un saco de billetes.
Alguien, alguna vez, le reprochó a Marx sus abundosas especulaciones económicas. Y añadió que, en lugar de divagar sobre el capital, él habría debido hacerse uno. ¿Crítica antojadiza y maligna? No, al contrario. Tal innominado opinador tenía toda la razón: Quería decir que, en el asunto, hay que dejarse de ambages, de prejuicios, de moralinas
El mundo actual tiene tres regiones sociales: la región liberal, la región socialista y la región populista.
En la región liberal domina la economía privada. Y son los individuos los que la han construido y la manejan. En la segunda, domina la economía estatal. El estado ha organizado la economía y la maneja. La región populista hace la transición entre las dos. Los gremios y los grupos han organizado y manejan la economía.
Ya se sabe que la economía – en el sentido etimológico – significa las reglas de la casa. En el sentido efectivo, en cambio, el término denomina a los elementos que constituyen la riqueza. Y, a su vez, digamos que la riqueza es un conjunto de bienes y servicios. Así, pues, por ejemplo, el carbón de piedra es un artículo o bien del medio ambiente; y la tecnología, un conjunto de conocimientos y operaciones humanas. Y, siguiendo en este modo de discurrir, el carbón – cuando es ya efectivamente utilizado – se presentará en las fundiciones, y en los laboratorios que producen sus derivados. De otra manera, son, el bien, más la acción, los que producen la economía, la riqueza. Pero, -- para que esto ocurra en forma debida – tiene que operar, en medio, el capital. Hablemos de éste.
Alguien, alguna vez, le reprochó a Marx sus abundosas especulaciones económicas. Y añadió que, en lugar de divagar sobre el capital, él habría debido hacerse uno. ¿Crítica antojadiza y maligna? No, al contrario. Tal innominado opinador tenía toda la razón: Quería decir que, en el asunto, hay que dejarse de ambages, de prejuicios, de moralinas. ¿Y por qué? Pues, porque resulta que todos los buenistas – desde las beatitas oradoras, pasando por los comunistas desinteresados y el Santo Padre – están convencidos de que el capital es la causa de todos los males sociales. (El capital masculino, no la capital, femenino; como pretenden ciertos provincianos resentidos.) El capital, entonces, viene a ser, para aquellos sencillones, algo así como el equivalente económico del demonio de la religión. Bueno… Pero, en este punto, recordemos algo que ya hemos dicho antes; ahí va: Eso que llamamos el capital es nada más que un saco de billetes. Sólo eso. Nada más, ni nada menos. De otro modo, y en una palabra, el capital es el dinero. Precisemos. ¿Y qué es el dinero? Quizás usted me dirá: Vaya, vaya, Pancho, ¿Y quién ignora lo que es el dinero? Y yo le responderé: No, no es tan sencillo, Don Juan… ¿Sabe usted, al respecto, que el dinero es un medio; un medio de cambio? Y agregaré, yendo al grano: El dinero es una especie de metro, una forma de medir cosas diferentes. A ver. Si usted produce papas, y aquel fabrica tijeras, ¿cómo intercambiarán ustedes las dos cosas? Bien… ¿Trocarlas? Usted podría, acaso, proponerle, al tijerista, cambiar una bolsa del tubérculo por el instrumento cortante. Mas, -- ya se sabe – el trueque es arcaico. Ya no se hace. Y, en estos momentos, ahora, hay que usar el dinero. Y, así, la bolsa y el instrumento tendrán que estimarse, por ejemplo, en sesenta pesos. Ya está. El metro de la plata midió, de hecho, las dos dispares cosas.
Y el negocio se hizo.
Y, en seguida, vamos al capitalismo. Hay, en el término, una polisemia. Primer sentido. El capitalismo es la localización y la funcionalización del capital. De otro modo: Para hacer eso, alguien maneja el dinero y lo vuelve útil y productivo. Es decir, alguien fabrica el dinero, lo junta y ordena, y lo pone a circular. Y, aquí, atención: Al contrario de lo que la gente piensa, el dinero no es el valor. Es, solamente, el símbolo del valor. (El valor auténtico está, realmente, en los diversos objetos y en los diversos servicios.) En alguna otra ocasión, hemos empleado, -- para precisar esto -- una metáfora: El dinero es, a los objetos, lo que una fotografía es a una persona.
Por lo tanto, señores, no nos enredemos. No estamos, de ningún modo, en el campo del bien y del mal; en el campo de la ética. Estamos en un campo mucho más llano y prosaico: el campo de la producción y el consumo. Bill Clinton lo señaló, una vez, contundentemente; y con unas palabras, desde entonces muy citadas, y casi definitivas. Éstas: ¿Qué, acaso, no se ve, no se distingue? ¿No te das cuenta…? ¡Es la economía, boludo!