Nevado Huascarán, el más alto del Perú, donde encontró la muerte el escalador cuencano, cuando se hallaba por sobre los seis mil metros de altura.
Cuencano de 28 años, soltero, el deportista cayó a una grieta del nevado peruano Huascarán, de la que no se pudo rescatarlo vivo. Otros tres escaladores murieron días después en el Carihuairazo, dos de ellos también cuencanos
Roberto Suárez Serrano festejó en el hotel Oro Verde de Cuenca, el 22 de julio de 2022, el matrimonio de Pedro Corral, compañero de escaladas deportivas, con Ana Cristina Vélez, y deseándoles ventura se despidió con abrazos fraternales, por última vez y para siempre.
En días siguientes inició un viaje soñado rumbo al pico más alto de los andes peruanos, el Huascarán, a 6 757 metros del nivel del mar. De 13 años había empezado a entrenar en el muro de la Federación Deportiva y a trepar los fines de semana montañas de Cojitambo, Paute, San Fernando, para ir cada vez más lejos y más alto por otras provincias del país, buscando barrancos, escarpados, acantilados, y mirar desde lo alto, como abismos, los espacios terrenales bajo las nubes. En enero de este año, sobre el Aconcagua, en Argentina, vio cumplirse otro de sus sueños.
Montañistas del grupo al que perteneció Roberto, en una de sus andanzas deportivas por El Cajas: Martín Yanzaguano, Pedro Jaramillo Vintimilla, Daniel Carrión, Roberto Suárez (+), Pedro Jaramillo González, Hanz Ortega, Juan Esteban Jaramillo González y José Cardoso.
Los nevados del Chimborazo, Cotopaxi y otros del norte del Ecuador ya le eran familiares. Ahora al equipaje de alimentos, ropa térmica, botas, medias de fibra, licras de merino, pantalones impermeables, guantes, casco, arnés, bastones, cordeles y linterna, sumaba como herramienta principal la experiencia de quince años de retar a las alturas espectaculares de la naturaleza.
Estuvo en compañía de Pedro Jaramillo y Lenin López, guía y amigo que se encontró en Perú, para emprender el desafío. El 1 de agosto, hacia la medianoche, aproximadamente a seis mil metros de altura en el Huascarán, previeron coronarlo al amanecer. Pero ocurrió lo inesperado, aunque previsto para los deportistas de la especialidad: se rompió el puente de hielo que cubría una grieta de alrededor de diez metros de profundidad y Suárez cayó dentro, quedando suspendido.
Los deportistas estaban preparados para estas emergencias, pero sus esfuerzos y recursos fracasaron. En la grieta angosta el cuerpo acaso tenía una postura que impedía desde arriba maniobrar la cuerda que le sostenía. En principio fue el susto, luego el pánico de quienes estaban fuera y de quien estaba adentro, víctimas del shock entre adrenalinas y angustias. “Pasados unos veinte minutos bajó el volumen de la voz y dejó de responder, acaso ya inconsciente”, recuerda Pedro Jaramillo.
Entre una o dos horas demoraron en recuperar el cuerpo desde la grieta con gruesas cornisas que dificultaban el rescate. Al operativo se sumaron guías, militares y andinistas solidarios.
Daniel Carrión, entrenador de la Federación Deportiva del Azuay, compañero de Roberto Suárez en aventuras por cerros y nevados, recuerda a su discípulo y amigo como a un ser de optimismo contagioso que gustaba compartir sueños, experiencias y anhelos. Como Roberto, conoce la indescriptible sensación que llena el espíritu al encumbrar las montañas: “Un mes de cada año es mío, yo soy padre, tengo hijos, pero no me pierdo el sueño de reencontrarme conmigo mismo en la altura y en la soledad de los nevados”, dice el deportista que torna reconfortado del retiro anual que regala bríos nuevos al cuerpo y al alma para afrontar la rutina de lo cotidiano.
Pedro Corral, Pedro Jaramillo y Daniel Carrión han sufrido –como los familiares del deportista que murió en la nieve- el dolor de perder a un ser querido, pero le admiran más porque se fue cumpliendo con fidelidad principios existenciales que compartieron en la búsqueda de la paz inenarrable que irradia de la cúspide de las montañas. “Acaso él habrá sentido una muerte chévere, porque la encontró en un sitio a donde quería irse”, dice el entrenador y amigo del personaje.
Ellos son gratos con las autoridades peruanas que colaboraron en la repatriación del cuerpo de Roberto, pues en una semana se cumplieron procesos que pudieron llevar mucho más tiempo. El martes 9 de agosto sus cenizas se esparcieron en El Cajas, paraje emblemático del patrimonio natural en las cercanías de Cuenca. Apenas habían pasado dos semanas desde que Roberto se despidió, lleno de vida y alegría, del amigo que festejó su matrimonio.
El 13 de agosto, cinco días después, los andinistas Francisco Castro, Verónica Torres y Juan Miguel Campoverde, los dos últimos cuencanos, encontraron la muerte en el nevado Carihuairazo, en la provincia ecuatoriana de Chimborazo. Son frecuentes los casos de amantes de las cumbres más altas de la tierra, que dan la vida en el desafío de dominarlas…