No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. La frasecita rica de sabiduría popular recobra vigencia en los actuales momentos, cuando el pueblo ecuatoriano ha cumplido una jornada electoral cuyos resultados prometen esperanzas: un cambio generacional del quehacer político es evidente ante políticos de recientes y viejos tiempos.

Las elecciones anticipadas han permitido demostrar la capacidad para, en tres meses desde la muerte cruzada, tomar decisiones fundamentales para el presente y el futuro inmediato, mejor que en las cansinas, bullangueras y prolongadas elecciones tradicionales. Ahora sí el Consejo Electoral, con los ojos atentos del pueblo y la vigilancia internacional, actuó con transparencia que también parecía perdida.

Los resultados electorales fueron conocidos y aceptados en la brevedad. Lo que viene es una segunda vuelta presidencial cuya campaña ojalá se desarrolle sin problemas ni amenazas, dejando atrás las huellas de sangre aún calientes en las calles ecuatorianas.

Hagamos votos porque el país recupere la paz, dejando atrás el miedo del terrorismo, el crimen organizado, la corrupción política. Ya se había llegado a lo peor que pudo llegarse y es tiempo de avizorar tiempos para trabajar, para vivir, para progresar, para ser mejores y encontrar el rol con el que los ecuatorianos de hoy escribiremos una nueva historia.

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